Capítulo 9. Cooperación voluntaria

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Recuerdo bien como pasaba el tiempo cuando por primera vez pisé la mansión. El descubrimiento de un inesperado compañero y la posterior revelación de sus verdaderas intenciones para estar aquí, hicieron de mi percepción del tiempo algo lento y agobiante, que parecía se negaba a seguir adelante. Aunque fue un proceso lento, poco a poco sentí mi mente tranquilizarse, dejé de sentirme angustiada y las cosas parecían retomar estabilidad entre más lo conocía y pasaba tiempo con él. Contrario a la primera impresión, era un hombre agradable. Incluso si no podía decir que confiaba en él como si fuera un viejo amigo, me había demostrado ser una persona de palabra. 

Descubrí tras diversas charlas que trabajaba formalmente como detective privado y que se había creado una buena fama al conseguir resolver la totalidad de sus casos. L era extraordinariamente inteligente, con un alto coeficiente intelectual, tenía grandes habilidades deductivas y físicamente contaba con más fuerza de la que aparentaba, como yo había notado ya con anterioridad. Tenía conocimientos de Capoeira y me confesó que acostumbraba a dormir tal y como solía sentarse siempre. Así pues, dejando de lado todas sus excentricidades, me vi forzada a ser honesta conmigo misma, como persona lo había juzgado mal antes de tiempo. Con dos meses de convivencia diaria, ya nos habíamos forjado una rutina, aunque aún podía decidir con libertad cada cuando organizar las cuentas de Charles.

El tiempo nuevamente se sentía normal en plenitud, y podía disfrutar las tardes libres frente a la ventana mientras L leía junto a mí. Cuando terminaba los estados de cuenta, bajaba y recorría una de las grandes sillas de la estancia cerca del ventanal, L tomaba un libro y se sentaba en uno de los sofás medianos no muy lejos de mí.

Lo normal era que se mantuviera concentrado en su lectura, sosteniendo el libro sólo con los dedos y extendiendo el brazo frente a su rostro, no obstante, también solía hacerme de vez en cuando comentarios espontáneos sobre la historia, preguntándome mi opinión personal sobre la trama o los personajes, dando inicio a largas conversaciones. La pasaba bien, he de admitirlo.

—Buenas noches, Argento.

—(...)—L, quien se disponía a subir a su habitación tras despedirse, se detuvo para voltear a verme.

—¿Cómo?

—Está bien si sólo me dices (...).

—De acuerdo—respondió amablemente—. ¿Te quedarás aquí?

—Tal vez un rato más, iré a dormir en una media hora. Al parecer me excedí de café la noche de ayer, pero de por si no tenía muchas ganas de recostarme.

—¿Insomnio?

—No me extrañaría, tengo fe de que sea temporal.

—De cualquier forma sería mejor que redujeras la cantidad de café y azúcar que tomas, por si las dudas.

—Qué irónico que me lo digas tú-dije sonriendo. L me devolvió la expresión y se retiró de la sala.

Escribí algunos recordatorios un rato más en la tranquilidad de la mansión. Eran aproximadamente las once cuando me levanté rumbo a la cocina al escuchar mi estómago sonar. Por alguna razón, sonaba a esas horas de la noche incluso si no había pasado mucho desde mi última comida, como si fuera una clase de alarma programada. Me preparé algo ligero como bocadillo y me disponía a subir a mi habitación cuando golpeé por accidente un viejo y pequeño estante con un par de libros encima que cayeron al piso.

—Uy—dejé mi pequeño plato con el emparedado a un lado y me incliné para levantarlos. Como uno de los libros que me faltaba por levantar estaba abierto, me dio curiosidad echarle una hojeada—. Veamos qué gustos en literatura tienes, Waste.

No hay necesidad de encariñarse. (Death Note: L x lectora).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora