La casa en el árbol

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Es íronico que el día más feliz de tu vida sea el día en el que mueras, él nunca había querido vivir, aunque con el tiempo había terminado siendo el capitan de una muy divertida tripulación, todavía hechaba de menos a su hermano, pero quería tanto a sus chicos que a veces se le olvidaba que sufría. Por eso cuando se vió en frente del peligro que representaba ese gyojin lo dijo, "No huiré" y casi obligó a sus camaradas a marcharse, sentía una opresión en el pecho tan grande que creyó por un momento que de alguna manera se había quemado a si mismo y por esa misma razón los días de lucha intensa se hicieron más amenos con los recuerdos de su hermano sonriendo, esperandole a las puertas del destino incierto se le hicieron antojables, claro, como tantas veces lo había imaginado, ya eran un recuerdo.
De alguna manera de repente estaba intentando matar a un hombre, y al momento siguiente defendiendo al mismo con su propia vida, aunque eso había quedado en segundo plano al saber los nefastos planes de la banda pirata a la que estaba enfrentando. Y aún si nada de eso hubiese salido bien seguía contento, más contento que nunca antes, tan contento que hasta lloraba, pese a ser solo un lastre se sintió feliz, le habían dado permiso para vivir como Puño de Fuego Ace y no como el hijo de Gold Roger, pese a que ese mismo día había sido el primero en el se le había nombrado así. Estaba contento incluso con la forma en la que había muerto, protegiendo lo que le había dado la vida que tanto deseaba, protegiendo el futuro, protegiendo a su hermano, lo único que le dejaba un mal sabor de boca era el hecho de no poder verlo convertirse en el Rey de los Piratas, en el que sabía que se convertiría. Así que aunque sabía que su futuro había terminado, sonrió, porque también sabía que el futuro del Mundo había empezado.
Cuando sintió una brisa y el caracteristico frío de acabarse de tumbar en el suelo, solo pudo dar una sonrisa partida, había muerto, aunque quisiera seguir vivo, había vivido queriendo estar muerto y eso no podía ser cambiado, así que sabía lo que se sentía al no estar vivo, por eso no se sorprendió cuando al abrir los ojos y levantarse encontró un árbol, el cual en la copa tenía una pequeña casa de precario equilibro, en la que sin temor alguno corrió a subirse esperando ver a su hermano esperandolo tal y como había imaginado tantas veces, sin embargo al mirar y no encontrarlo rió hasta llorar entendiendo lo que pasaba.
Si el no estaba muerto, estaba vivo, ¿No?.
Y la culpa desapareció tan rápido como había venido años astrás, si el estaba vivo, era una razón más que añadiría a la lista de cosas por las que no se arrepentía de su propia muerte.
Y fué eso lo que casi lo obligó a sentarse delante de la caja de madera, en la que reposaban tres cuencos de los cuales solo el que tenía enfrente estaba lleno.
Esperando la horas se convirtieron en segundos, los años en minutos, y las decadas en horas.

Un Lazo de Tres NudosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora