S I E T E

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― Y-yo... ― tartamudeé con inseguridad. Deseé con todas mis fuerzas que ambos se apiadaran de mi situación actual, me aconsejaran que descansemos y les contara luego, que lo mejor era relajarnos, que intentara apaciguar mis nervios y que unas horas de sueño nos recompondrían a los tres.

Pero no.

Ambos se sentaron frente a mí, me miraron con todo el interés del mundo y expectantes me miraron como si fuera la nueva atracción del circo de la ciudad.

El sentimiento aprehensor que se adueña de mi ser es cada vez más severo, y sus miradas escudriñadoras no ayudan en lo absoluto. Joder, no quiero hablar de esto...tampoco quiero hacerlo en un futuro no muy lejano, aquel acto que cometí era algo que quería llevarme a la tumba, me avergonzaba, me sofocaba, me afligía el simple hecho de que las palabras que me delataban salieran de mi boca. Tampoco quiero imaginarme sus reacciones, la historia entera no es algo que cualquiera al escuchar solo alzaría los hombros y terminaría por olvidar unos minutos más tarde...no, era algo bastante serio, algo que me ponía a mí en una posición, en vez de victimaria, como la víctima y eso era lo peor del caso.

― ¿En serio me harán contarles? ― ni siquiera fui capaz de levantar mi cabeza y mirarlos, el hecho de sentir en mi garganta un ardor que solo significaba un maldito llanto que amenaza con escaparse en medio de la conversación me agota, me marea, me hace sentir fatal. Llorar no es algo común en mí, no suelo ser de las personas sentimentales, cuando lo hago de verdad...es por casos como este. Cuando no sé qué carajos hacer con mi vida.

Un impulso de salir corriendo y acabar con todo lo que me intenta obstaculizar se apodera de mis pensamientos al escuchar a los dos afirmar a mi pregunta. Por un momento me detengo a observar que aun el vestido rojo lo traigo puesto, estuve tan sumida en mis pensamientos que, si lo hubiese maquinado todo mejor antes, habría utilizado como excusa que necesitaba cambiarme para estar más cómoda y de esa manera escabullirme de mi sesión de confesión.

¿Qué pasaría si lloro? ¿Mi posición de mujer les ablandara el corazón y me dejarán en paz? No lo creo...estamos hablando de Floyd y Demyan, a estos dos les vale madres cualquier cosa y de una u otra manera intentarán sonsacarme la información cueste lo que cueste. Tardé varios segundos en rendirme y aceptar que quizá, si les contaba me desharía de ese enervante peso que cargo encima.

― Como le confesé a Floyd la noche pasada...sí. Maté a alguien. ― expliqué con algo de zozobra en mi tono de voz.

Enseguida me sentí compungida, aquello, como dije antes, me avergonzaba y me hacía sentir como si fuera uno de los más peligrosos e inminentes criminales del mundo entero. Sus reacciones, por lo contrario, fueron del todo impertérritas, serenas, como si les valiera un pito lo que les acababa de decir, como si aquello que les acabo de confesar fuera en realidad una tontería abismal, como si en vez de haberles dicho que acabé con la vida de una persona les haya dicho que me acabé el ultimo trozo de pastel de mi abuelita. Creo que ya me importa un comino todo...es hora de contarles con lujo de detalles que fue lo que pasó ese viernes, veintitrés de julio a las exactamente ocho horas de la noche. Si...recuerdo aquel hecho como si se tratara de una muy mala película de thriller psicológico o como si lo hubiese grabado en una videocámara y lo recapitulara cada maldita hora. Era un recuerdo que, aunque más lo anhelara...no podía suprimirlo de mi mente.

― Y esa persona a la que asesiné fue a mi abuelo materno. ― por primera vez noté en ellos una señal de sorpresa... o fue eso o fue estremecimiento. En realidad, su repentina reacción fue algo indescifrable. Ansiaba saber que pasaba por sus mentes ahora mismo al escuchar a esta loca. ― O mejor dicho...la persona que se encargó de convertir mi niñez y parte de mi pre adolescencia en un maldito infierno. ― parece como si por fin se arrepintieran de esto. De haberme, prácticamente, obligado a contarles lo que ocurría. Floyd se incorporó, aunque se detuvo a medio camino volvió a sentarse y Demyan bajó la cabeza con pena y aflicción. Quizá no quería levantar la mirada una vez más porque en ella, puedo estar casi segura, se notaba lastima, pesadumbre, consternación...Quizá antes, el peli-canela pensaba que mi vida no era tan tormentosa como la de él, y el pelinegro, que aquello no era algo tan serio como las cosas que ha cometido.

So FreshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora