Camelias Rojas

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—¿Te gustaría comprar una flor para tu novia? —inquirió con una radiante sonrisa.

—Claro que no, mocoso. No quiero tus asquerosas flores —contestó el arrogante chico que, por cierto, era extremadamente guapo.

El de mejillas regordetas pudo atinar a encogerse de hombros y hacer repetidas reverencias antes de caminar hacia otro lado y evitarse llorar frente a ese otro chico tan maleducado.

Jisung era aquella persona al que todos evitaban. Sus feas ropas rotas ahuyentaban a todo ser, sus delicadas manos siempre se encontraban sucias, producto de limpiar, cortar y cuidar aquellas bellas flores que vendía.

El dicho que su abuela recitaba siempre decía que una rosa puede ser lo más bello del mundo, pero ésta no deja de tener espinas por más belleza existente en ella. Han debía tomar el camino de espinas, lastimándose y dejando sangrar sus manos, para poder mostrar la otra parte de la rosa, el bonito, el motivo por el que todos la adquirían.

La gente siempre hería sus sentimientos diciéndole qué tan mal se veía u otros insultos que no venían al caso. Lo que menos deseaba el pobre es que se fijasen en cómo se encontraba ese día, o todos los días en realidad, tan solo preguntaba si querías comprar una flor, porque ¿Qué más hermoso que una flor? Quizá, tan sólo quizá, que te regalen una flor debía ser aun más hermoso... El pequeño se dedicaba a sonreír cada vez que soñaba con ese alguien que le regalaría una flor el día menos esperado.

De tanto contener la angustia, le dolía la garganta. Pensó que podría comprar un agua, pero no debía gastar en cosas innecesarias, cuando llegase a casa, junto a su familia, tomaría agua de la canilla. Ésta no era muy sana, pero no había más que eso.

Cuando uno vive al límite, sabe acomodarse en lo poco que tiene.

Se sentó a descansar al costado de un árbol, esperando que el día pase rápido; no quería seguir recibiendo insultos.

Estaba totalmente cansado de estar siempre estancado en el mismo lugar, su vida siempre era la misma y lo peor es que se esforzaba día a día para cambiar, mas era siempre el mismo inútil y desolador resultado el que lo recibía luego de cada jornada.

Pocos minutos fueron los que pasaron hasta que el mismo chico guapo se sentó a su lado con el ceño fruncido. Jisung automáticamente se alejó asustado. Él era muy pequeño y frágil, tenía miedo, ese chico lo había asustado.

—Oye, tú —habló el chico que poseía unas largas pestañas y una piel que se notaba lo tersa que era su piel. —¿Por qué te alejas?

A Han se le hacía difícil esconder sus ganas de correr lo más rápido que sus lindas piernas alcanzasen, mas se quedó quieto, esperando que el chico torre se alejara por su desagradable apariencia.

Al ver que el chico no le contestaba, insistió;

—Te hablé a ti, niño bonito. Contesta.

—Y-yo...

—Ah, es miedo. ¿Te asusté hoy? —inquirió con una sonrisa.

Jisung solo atinó a asentir con su cabeza y mirar hacia otro lado, escondiendo su sonrojo. No era broma cuando él decía que era tímido y miedoso.

—Necesito tu ayuda; ¿Qué te gustaría que te regalaran si estás enojado?

Podría decir que era la primera vez que le hacían aquella pregunta, mas no era así; muchas veces le habían hecho aquella pregunta y siempre tenía la respuesta indicada. Con seguridad, respondió:

—Pues, me gustaría que me regalen una camelia roja ya que significa arrepentimiento, es la forma más hermosa de pedir perdón. Realmente funciona.

El chico guapo lo pensó bastante, su discurso breve y barato sonaba convincente. Bueno, era de esperarse; él era el que vendía, un total experto en técnicas para atraer compradores.

—Ya qué, dame uno.

Con mucho gusto, Han sacó de entre sus tantas flores (las cuales las llevaba en una adorable gran canasta) una delicada camelia roja y se la entregó al chico.

—Mejor dame dos —ordenó el chico guapo.

Confuso, Jisung le entregó otra Camelia ¿Para qué dos si con una era más que suficiente?

Al entregársela, el chico guapo le entregó el dinero correspondiente, pero no se retiró.

—El perdón también va para ti, niño bonito. Lamento como te trate hace un rato, no tuve mi mejor día y tú solo fuiste una triste pero hermosa víctima.

Finalizando su minirelato, envolvió las manos de ese tierno chico en la flor y las besó delicadamente.

—Prometo volver, aunque posiblemente no físicamente.

Se levantó tranquilo, como si no hubiera dejado a un indefenso con millones de dudas y entendiendo muy poco de la situación.

Al otro día, al volver al mismo lugar de siempre, en la misma esquina donde vendía sus flores bonitas, una gran horda de personas se acercaron al puesto, pidiendo distintos tipos de flores y en grandes pedidos. En poco más de veinte minutos, el tímido niño ya no tenía ni una flor más para vender y ni siquiera había nada en su casa.

Se sentó a descansar un momento de semejante alboroto que vivió minutos antes en el árbol de siempre y cuando ya estuvo más tranquilo, pudo notar que había un sobre dentro de su canasta.

"Para: El niño bonito"

El sobre no decía ningún nombre por fuera, pero recordó que solo una persona le decía así. Dentro, en la carta, una letra impresa lo recibió;

Hey, niño bonito.

Espero que te haya ido bien hoy, en tu negocio. Prontamente tendrás más noticias de mí. ¿Te imaginas tener tu propio negocio, sin necesidad de vender en la calle?Quiero que el lugar se llame "Camelias Rojas". Ah, pero no te lo voy a regalar, tendrás que pagarme cada centavo cuando vayas ganando más dinero.Ojalá estés pasando un lindo día, cómprate un agua, hace calor y, por lo menos por hoy, vuelve a casa y descansa. ¡Tus ojeras te delatan!Nos vemos pronto.

El idiota que no supo tratarte bien.


Dentro del sobre había pétalos sueltos de alguna camelia roja, la misma carta olía a deliciosas camelias.

Sonrió y se dejó hacer. Estaba contento, pues nada era regalado y podría devolverle cada favor y centavo invertido en él.

Camelias Rojas || MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora