Capítulo IX

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Ya habían pasado más de tres meses después de que Peter presentara a Wade con los vengadores como su novio. Aunque Wade nunca le preguntó a Peter si quería serlo, aunque por todo lo que habían hecho, era más que obvio que iba a aceptar. Habían pasado cuatro meses desde que entró a la escuela después de vacaciones, se acercaba el baile de graduación. Lo bueno es que ya tenía pareja, lo malo: no sabía bailar y no le gustaba ir a fiestas, la única a la que ha ido en todo el año fue la de Harry.

Por otra parte, Peter se pasó la mitad de sus noches tratando de saber quien era el mercenario, tratando de averiguar su identidad, pero a veces desaparecía de su vista, iba a un lugar y después no volvía ahí. Si tendría a alguien ayudándolo a combatir el crimen tendría que saber al menos su nombre no el de superhéroe. Porque para Peter eso era lo que era, eliminaba personas malas las cuales hacían cosas malas y el hacía algo bueno por la humanidad, justo lo que hacen los vengadores o los x-men por los tantos cómics que ha leído.

En el caso de la escuela, diversión pura en cada clase, aunque claro, Peter no se distraía de los exámenes y proyectos finales que se acercaban los fines de mes, completaba todas las tareas aún cuando tenía que salir con Wade al cine, al parque o simplemente a ver películas en su habitación. Lo más extraño de todo es que Wade nunca ha presentado a Peter ante sus padres, ¿Tendrá Wade tan mala relación con sus padres para no presentarlo? Llevaba más de tres meses de relación con Wade y muy apenas sabía donde vivía, aunque claro, no quería ser insistente en ese tema. Hasta que volvió a surgir la pregunta en la cabeza de Peter mientras charlaban en la cafetería de la escuela.

— Wade, preséntame a tus padres, yo ya te presenté al mío. Bueno después de que firmó los acuerdos de adopción, ya es prácticamente mi padre —dijo meneando su tenedor en el puré de papa de los miércoles.

— Peter, sabes que no me gusta hablar del tema.

— ¿Tienes mala relación con tus padres? —tomó su mano.

— Sí, demasiada, Estoy a nada de cumplir mis dieciocho años y por fin largarme de mi casa, créeme que no me gusta estar allí, los he aguantado desde que tengo memoria, mi madre se la pasa gritándome, diciéndome cosas, Wade haz esto, Wade haz lo otro, espero que cuando tenga pareja no me abandones ni a mi ni a tu padre, recuerda que te hemos dado todo, malagradecido, no agradeces por nada, siempre piensas en ti, te importan más tus amigos que nosotros ¿verdad? claro, siempre quieres salirte para no estar con nosotros, te hemos sacado a miles de lugares y hacemos todo lo posible porque estés feliz. La misma mierda todos los malditos días de mi existencia, mi padre nunca esta en casa, solo mi madre ya que no trabaja, pero se la pasa diciendo idioteces que aturden mi mente, y cuando no le presto atención por un momento se enoja, hago algo mal y se enoja, trato de ayudarla y se enoja, no se puede hablar con ella porque inmediatamente te amenaza por todo. Es una mierda. —Wade sin querer estaba aparentando muy fuerte la mano de Peter, tanto que estaba tornándose roja. Y ahí iba la gota saliéndose por su ojo, recorriendo su mejilla, estaba demasiado enojado, nunca había visto a Wade llorar o siquiera expresarse así, era nuevo para Peter. Pero como buen novio necesitaba apoyarlo, pero en un chasquido Wade se levantó de la mesa recogiendo su bandeja de comida—. Lo siento, Peter, no puedo, tengo que irme.

Se levantó junto con él, tratando de detenerlo — ¡Wade, espera! —Wade salió de la cafetería yendo a un lugar secreto donde solo Peter y él conocen. Peter lo siguió, sabía exactamente a donde iba.

Llegó a la cancha de fútbol americano de la escuela, miró por todos lados, y ahí estaba una figura oscura detrás de las gradas de metal. Se fue para atrás y se acercó hasta con Wade, el cuál estaba con sus dos rodillas cubriéndole la cabeza, tal cual como un niño pequeño.

— Wade, lamento haber tocado el tema de tus padres, en serio, lo lamento —le tocó levemente la mano.

— No es tu culpa que sean tan mierda conmigo. No me gusta andar presentándoles mis amigos a ellos, son irritantes. Créeme Peter, estarás mejor si no los conoces —dijo limpiándose las lágrimas.

— Te ves muy tierno llorando —dijo riéndose.

— No te burles de mi, Parker —se rió levemente.

— No lo hago, es solo que nunca te había visto llorar. No te preocupes, no volveré a tocar el tema de tus padres, creo que estaré mejor así, tal cual me lo dices; es mejor que no los conozca. Y te tengo un gran regalo para tu cumpleaños —le sonrió.

— Espero sea una gigante chimichanga —miró al cielo con los ojos iluminados.

— Claro Wade, conseguiré a un señor que te haga la chimichanga más grande jamás creada —dijo con sarcasmo, pero claro, Wade con su enamoramiento hacia esa comida ni cuenta se dió.

— ¿En serio? —dijo con lujuria.

— ¡No, Wade! —entristeció—, nadie puede hacer una chimichanga tan grande, pero créeme que será mejor que una chimichanga.

Wade sonrió y lo abrazó, paso seguido a darle un beso, un beso que los dos realmente necesitaban.

Después que el día se pasara a una velocidad sorprendente, Wade y Peter se fueron a sus respectivos hogares, claro Peter se fue a su callejón y se cambió para descubrir quién era el mercenario que lo besó hace cuatro meses que no ha podido atrapar. Pero claro, ahora le colocó una perfecta trampa, estuvo registrando la hora en la que salía a las calles, ingresó a las cámaras de toda Nueva York, y lo monitoreo desde su habitación. Aún recuerda cuando Steve estaba dando su ronda nocturna y tocó la puerta de su habitación por los sonidos demasiado fuertes que provenían de ahí. Gran noche la de ese día, ya que logró registrar más de cuatro asesinatos de parte del mercenario. Sabía que calles pasaba exactamente y a qué horas, aunque a veces era impuntual no se tardaba mucho en pasar por la misma calle todas las noches —o solo algunas—.

Colocó su grande trampa en la calle que siempre pasaba o más bien un callejón, colocó un muñeco colgado de una telaraña como si fuera Peter, y ahí iba la presa a la carnada.

— Oh, arañita, hace mucho que no nos vemos —dijo en tono burlón—. ¿Qué haz hecho de tu vida arácnida?

Deadpool sacó lentamente su katana, dio vuelta al muñeco y se lo clavó en la cabeza atravesando su espalda.

— Solo puede haber un combatiente del crimen, rojito —Peter saltó desde el techo dando un giro en el aire le arrancó la máscara a Deadpool. Cayó en frente de él y vio su cara, vaya cara más reconocida por Peter. — ¿Wade?

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