IX

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Guerra, supongo


—Te llevo —hice una mueca inmediatamente.

—Puedo irme sola.

—No tienes como y tampoco te dejare —solté un "Agggggh". Por lo menos puedo aprovechar para preguntarle lo que dijo Dazai.

Empezamos a caminar, subimos a un elevador y este nos llevó al último piso. De allí, fuimos al estacionamiento. Chuuya me abrió la puerta, empezó a conducir.

—Oye...ahora puedo preguntarte —le dije, él asintió—. ¿Es cierto que El Gremio les ofreció siete millones por la cabeza del tigre?

Chuuya no me respondió al principio. Entonces es verdad.

—Lo hizo, pero no sabíamos nada de ti. Así que dejamos de hacer tratos con ellos en cuanto tú llegaste —entorne los ojos, me está ocultando algo. Lo que quedó de camino hacia mí casa fue silencio, me cansé de ser una mantenida en cuanto a transporte.

Se despidió y yo decidí comprar algo para transporte. Una moto, fue la opción perfecta. En la tienda, pedí la que tuviese la más alta calidad en velocidad y resistencia. Hicimos el papeleo, pude salir de allí victoriosa.

Mi segunda madre fue quien me enseñó a manejar una motocicleta, a la edad de catorce y no podía negar que se me da bien. Sin tanto tráfico era mucho más fácil conducir, hasta que me di cuenta de algo, una camioneta blanca venía siguiéndome calles atrás. Dos chicos un rubio y el otro azabache. Acelere. Supe al poco tiempo quiénes eran.

El Gremio.

A unos escasos metros de distancia estaba esa maldita camioneta, di varias vueltas al azar por diferentes calles con la intención de confundirlos y sin éxito alguno tuve que detenerme cerca de una casa en obra negra con el letrero "SE VENDE" en letras grandes rojas y justo debajo un número telefónico. Opte por entrar por la ventana en vez de la puerta pues estaba, más que claro que esta se encontraba cerrada.

Algunos vidrios cayeron al suelo y otros tantos se incrustaron en mi piel, logrando que esta empezara a sangrar y yo me quejara. De manera rápida me incorpore, resbale con algunos cristales y proseguí a subir al piso de arriba. Estando arriba con una navaja en la boca me encamine a las escaleras una segunda vez, silencio y después pasos, pase la navaja de mi boca a mi mano y susurre:

Lost Time.

El edificio fue rápidamente congelado, con ello aquellos pasos cesaron, pero hubo algo más, disparos y algo viscoso sujetando mi pie. Al instante lo corte con la navaja. Los disparos continuaron, tuve que arrastrarme bajo las ventanas para evadirlos. Más tentáculos verdosos llegaron desde las escaleras hasta mí, intente esquivarlos lo mejor que pude sin tener que levantarme hacia las ventanas donde podían darme; lidiar con un francotirador no es cosa fácil y mucho menos cuando montones de tentáculos te persiguen.

En el momento que múltiples tentáculos se acercaron arrastrándose hacia mis piernas no tuve más opción. De manera rápida me levanté del piso dando un salto doble, provocando que una de las balas rozara mi espalda baja, caí estrepitosamente.

Desactive mi habilidad, la regrese enseguida cuidando perfectamente que no estuviera sujeta a nadie, con éxito me deshice de dos personas. El francotirador resultó ser el único problema, corrí tan rápido, como si mi vida dependiera de ello, porque literalmente lo hacía, intenté esquivarlo. Fallé en todas no es como si me pudiera detener a ver. Lamentablemente dos balas más chocaron contra mi cuerpo, una en mi costado izquierdo y la última en mi abdomen, grite por el dolor. Al final pude llegar a las escaleras, bajé corriendo y tropezando de ellas. Salí por donde mismo y —pese al dolor— corrí a la moto.

Aparente resistencia | Bungou Stray Dogs |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora