Extra game

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Guardó la última prenda en su bolso y antes de cerrarlo chequeó que todo estuviera en orden.

Las largas cortinas de la habitación danzaban a su lado rozando apenas una de sus piernas. El aire pesado del verano comenzaba a ser latente.

— Es raro verte armar una valija cuando hace menos de un mes estabas desarmadolas aquí mismo.

El pelirrojo la observaba desde el marco de la puerta con algo de melancolía. Inoue le sonrió con tristeza y se acercó para deshacer esos brazos cruzados y poder así tomar sus manos.

— También es extraño para mi, pero solo serán dos semanas.  No tienes que poner esa cara de funeral.

Exageraba. No era cara de funeral, era más bien una de pena por no estar empacando junto a ella.

— Lamento mucho no poder acompañarte. 

Ella negó con su cabeza restándole importancia.

— Hablaremos todos los días, apenas sentirás mi ausencia.

Akashi le sonrió con dulzura y llevó una mano a esconder un mechon de su grisáceo cabello detrás de su oreja. Por aquel simple tacto ella cerró sus ojos, dándole lugar a cada sentido de disfrutar y caer rendida de aquella caricia.

— Aún así te echaré de menos. No te diré que te cuides ya que Kasamatsu de seguro lo hará de más.

Akane dejó ir una pequeña risa ante su comentario y asintió para que se quedara totalmente tranquilo y seguro de que ella iba a estar bien.

No se habían separado un solo día desde que ella recibió el alta y salió de rehabilitación por su lesión. Y tal como lo había mencionado él mismo, hacia menos de un mes que Inoue se había mudado nuevamente a la mansión Akashi.

— Creo que ya es hora. —miró el reloj colgando en su muñeca— ¿Me acompañas a la estación?

Más que una pregunta era un pedido y Seijuro ni siquiera tuvo que pensarlo.

— No tienes que preguntarlo.

Las manos que aún se mantenían unidas fueron presionadas con más firmeza. Con la que Inoue tenía libre tomó su pequeña valija y comenzó a arrastrarla junto a sus pasos dejando la habitación y la mansión atrás. No sin antes despedirse de Kei y el Sr. Akashi que aún trabajaban en su oficina.

El camino a la estación de Kyoto dentro de la limusina se mantuvo en silencio. Sólo su cabeza reposada en el hombro del pelirrojo era suficiente para disfrutar de la compañia del otro antes de separarse por dos eternas semanas.

Un abrazo y un pequeño beso en la comisura de sus labios, sin palabras. Era suficiente para no decir «Adiós».

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El balón rebotaba entre el suelo y la palma de su mano izquierda como segundo plano de la situación. Sus pupilas heterocromaticas no se movían ni un milímetro de las suyas celestes. Él no sabía que jugada esperar ya que la Inoue que él conocía era derecha y nunca había jugado con ésta siendo zurda. Ésta era la verdadera persona detrás de la prodigio del basquet.

Un dulce amague que desaliño su mirada y en menos de lo que dura un parpadeo lo sobrepasó por la derecha consiguiendo así colgar el esférico en el aro sin antes desfilar por el borde y caer a causa de la gravedad.

— Estás lento, Kasamatsu.

Le sobró llena de ego llevando sus manos sobre las caderas en posición de jarra.

— ¿Te dije que te detesto? —murmuró poniendo el peso de su cuerpo cansado sobre la unión de sus rodillas y manos.

Ella alcanzó a oírlo pero no se sintió insultada para nada, todo lo contrario.

Amo odiarte | Akashi SeijuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora