Enamórate de mí

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No puedo evitarlo, la deseo, quiero tocarla, besarla y hundirme en ella de tantas formas hasta hacerla gritar mi nombre, solo el mío, verla a los ojos cuando la esté llenando de placer, quiero que sea mía y solo mía cada noche por siempre. Sé que no debo, se que está prohibida y lo más tormentoso es que empieza a no importarme las consecuencias que pueda tener esto.

Este juego que tenemos esta empezando a ser insostenible, ya no puedo solo verla masturbarse mientras cierra los ojos y finge que no estoy.

Quiero que me vea a los ojos con deseo, que no sienta vergüenza de lo que somos, porque, aunque aún no la haya tocado, somos amantes. Nos conectamos de tantas formas que lo carnal pasó a ser un segundo plano, no tan importante como hacerla reír, cuidar juntos a los niños y estar cuando ellos esperan que esté. Quiero ser todo para ellos y que ella sea mía, que sea mi anillo el que brille en su dedo y tener todo lo que él no merece.

Tarde en la noche camino despacio por el pasillo verificando que los niños estén durmiendo y sonrio al pensar que ella talvez hizo lo mismo, luego voy directo a su cuarto, está sola, estoy seguro de eso, el imbécil debe estarse follando a su secretaria en la oficina, a ella ya no le importa y a mí menos... Hace que la culpa por lo que quiero hacer sea menor.

La puerta está abierta para mi, como cada ves que él no está y desde la primera vez que empezamos este extraño ritual prohibido. Me está esperando con una venda negra sobre sus ojos y gira la cabeza al escuchar la puerta cerrarse.

Recuerdo la primera vez que esto pasó, fue hace meses, casi un año. Me había mudado con ellos para estar más cerca de la Universidad. Ella creyó que estaba sola, como siempre lo estaba cuando los niños estaban en la escuela. La vi en el sofá de la sala, desnuda, acariciando sus pechos con una mano y con la otra estimulaba su clítoris. Abierta hacia mí, con el pecho tembloroso y los ojos brillantes, estaba en el clímax y se veía tan inalcanzable, tan hermosa e irrepetible. Nos miramos sorprendidos por unos segundos y el resto de la semana fingimos que nada pasó hasta que una noche pase por su puerta y la vi otra vez. La puerta estaba abierta y como si fuera una invitación había un sofá de un solo cuerpo frente a la cama, donde esa diosa, se tocaba para que yo la viera, tenía los ojos cerrados, las vendas vinieron después, junto con otros juguetes que yo, distraídamente, dejaba donde ella pudiera encontrar.

Nunca decimos nada, las palabras sobran cuando su expresión y mis gruñidos lo dicen todo.

Tomó asiento, ella abre sus piernas y pasea un dildo por su boca, entre sus pechos y lo deja sobre su vientre. Juega con sus pezones mientras me desprendo de mi pantalón de pijama y me acaricio por sobre el boxers.

Sus labios se separan ligeramente mientras se introduce el dildo y juega con el, verla asi me provoca poder ser yo quien está entrando en ella, tocarme al verla, ya no es suficiente.  Mis gruñidos la excitan más, arquea su espalda al oírme llegar a mi orgasmo, como si yo estuviera sobre ella... Me siente, imagina que estoy entre sus piernas, haciéndola sentir lo que está sintiendo.

—Ahh —un gritito ahogado y también llegó.

Sus temblores vuelven a ponerme duro, toda mi ropa ya está en el piso y ella tiene esa ligera sonrisa de satisfacción que amo, es ahora o nunca. Me acerco despacio y acaricio su mejilla con el dorso de mi mano.

—No, no te asustes —digo al ver que se tensa—. No sería capaz de tomar más de lo que quieras darme. Si acabo de arruinar esto, solo quiero que sepas que te estoy amando y estoy dispuesto a enfrentar a todos si tú estás a mi lado. Se que todavía soy un estudiante que no tiene nada que ofrecer pero te amo y amo a los niños. No soy como él, yo no miraría a los lados cuando tengo una esposa tan hermosa y perfecta esperando en mi casa.

Historias Cortas De Amores ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora