16. No encontrarás algo mejor. | Claudio Marchisio.

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16.

advertencia: escenas sexuales.

género: amor/romance/smut


Nunca me habían llamado la atención los deportes que yo, consideraba aburridos, esos que siempre tenían lugar en la televisión. Pero si uno era parte de papá, yo tenía la obligación de aprenderlo siquiera, ese era el aburrido tenis.

El esperado viernes no podía tener un sol más radiante, observé con detenimiento a los diferentes campos divididos por secciones y clase, era como un club privado en el que sólo los verdaderos ricos de Turín disfrutaban, Gianni Bianchetto era el mejor jugando al llamado deporte de prestigio. Ese era mi padre.

Su vestimenta iba muy al caso, pantalones blancos, camisa blanca la coste con la insignia del club a un lado, una gorra igual de blanca, y unos zapatos deportivos. Mi madre que aún conservaba su buen cuerpo, vestía una falta de los mismos colores con la excepción de la gorra que a su parecer, le arruidaba el peinado coleta de caballo. Yo portaba una falda corta, medias blancas hasta la rodilla con rayas finas azules, unos deportivos negros y una blusa de tirantes del mismo color que sentía que hacían ver mucho mis pechos; mis padres me recalcaban todos los días que tenía que enamorarme de alguien que estuviera a su altura. Eso significaba básicamente, que no podía tener los ojos en alguien más que no fuera reconocido por la sociedad, mi vida era una obligación total, a mí no me importaba el dinero y nisiquiera me interesaba enamorarme pronto.

Entramos a uno de las mejores lugares con la vista a un hermoso lago a unos metros de la red en media cancha. Sólo habían unas cuantas personas reunidas en una mesada al aire libre, mi madre al hechar un vistazo al frente comenzó a arreglar su falda lisa, no soportaba su vida, por ello vivía lejos de su propia casa.

— ¡Armane, saludo! — gritó mi padre llamando la atención de los reunidos.

— ¡Gianni, que tal, qué tal! — aquel señor se acercó a nosotros con una sonrisa. El buen carisma era su característica principal, no era nada superficial. — ¿Qué tenemos por aquí? — se separó de los brazos de mi padre y se dirigió a mi mamá. — Diannora, muy hermosa. — sonrió y tomó su mano besándola. Tal vez eso sólo lo tenía un hombre educado con él, papá no hacía eso con ella.

— Muy lindo, Armane. — le sonrió mi madre. Y luego, el nombrado me miró de pies a cabeza con una sonrisa, me sentí la chica más rara vestida hací.

— ¿Pero qué muñeca tienes aquí, Bianchetto? — tomó mi mano que ya lo saludaba e imitó lo mismo de hace unos minutos. — Muy adorable que estás, Ameliach.

— Grazie. — le sonreí. Mi padre le tomó el hombro y comenzaron a charlar muy adelante de mi madre y yo. Esto era un poco de lo que ya se venía, el trabajo consistiría en finjir sonrisas y aventar alagos a cualquiera.

— ¿Ya sabías del hijo que tiene Armane? — susurró Diannora mientras seguimos el paso detrás de los hombres para llegar con las demás personas. Fruncí el ceño y negué. — Espero que te lo presente, es muy dulce y apuesto ese chico. — río.

Aveces me llegaba a sentir muy objeto por ellos, como ya lo había dicho, no tenía ninguna intención de encontrar el supuesto amor. Descubrí que lo que era esa mesada dónde se encuentraban más de 4 familias diferentes, era una clase de reunión con los mejores miembros. Sólo venía a aprender el estúpido tenis, no los negocios de todos.

— Ameliach, ven aquí, ven... — llamó Armane con su mano. Dudosa me acerqué a él en la mitad de cancha verde. Habían dos personas jugando que no distinguí a lo lejos. — Claudio, vieni qui.

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