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¡Estaba lleno!

Sólo quedaban dos sitios en la sección superior y eran demasiado caros para la gente común. Finalmente una figura se asomó en el escenario, como si viniera del infierno. Su traje negro estaba arrugado como si hubiera dormido con el y no se lo hubiera cambiado en 30 años. Su cabeza y su terrible cara... y el gesto cínico de su boca a través de la turbia iluminación parecía incluso más pálido. En sus movimientos yacía una escalofriante rigidez y algo tan ridículo que el público reía.

Una figura imborrable de profunda tristeza, genio e infierno dijeron sus marcas.

Tenía una grotesca humildad, sólo una mórbida lástima contenía mis risas. Y su pie se arrastraba por el suelo, ¿De quién había copiado esas contorsiones?
¿De un juguete mecánico? ¿Eran esos ojos de un pobre hombre que rogaba clemencia? ¿O detrás de ellos se ocultaba la inteligencia de un astuto avaro?

Si el vampiro con violín no nos consume, si tampoco es la sangre de nuestro corazón, ¡entonces el oro de nuestro bolsillo! Pero estos pensamientos se desvanecen inmediatamente cuando el fabuloso maestro coloca su violín en su barbilla y comienza a tocar. ¡Dios mío! ¡Exactamente como aquellos tiempos en Viena! ¡Hace tanto tiempo!

Siendo la misma excitación. ¡El mismo deseo por él!

Pensaba yo, mientras el patético hombre alzaba su arco que es imposible no amarlo.

Niccolò Paganini Donde viven las historias. Descúbrelo ahora