Una tormenta sin piedad azotaba al Felina, un buque de carga que cruzaba el territorio oceánico de las regiones fronterizas. La tripulación debía duplicar sus esfuerzos en la cubierta de la embarcación para que la carga no se dañara y mucho menos cayera por la borda, el capitán no se había ganado mucho el favor de Robert, y al haber zarpado de todas maneras ante las advertencias de los meteorólogos por llegar más deprisa al destino no ayudaba a quedar en su lista de jefe del año. En su cabeza solo rondaban escenarios donde abofeteaba a su capitán de mil maneras, pero en vez de eso se encontraba asegurando las cajas frágiles de la bodega, en un momento de claridad sacó de dentro de su chaqueta una fotografía de su hija y las puteadas de su jefe parecían meros pellizcos.
-¡Robert, necesito que asegures los arneses cerca de la proa!- Gritaba Edgar desde la escalera, intentado que su voz fuese más fuerte que el furor del océano.
-¿No tiene a los novatos para eso?- Respondió Robert guardando La foto doblada de mala manera.
-Los novatos los encargaron a otra cosa, el capitán nos quiere a nosotros ahí arriba, además no creo que los novatos pudieran con esto- Resignado, Robert siguió a Edgar en su camino hacia la cubierta, no pudiendo dar un paso sin afirmarse de las paredes. Una vez en la superficie levantó su capucha cubriendo su corto pero ordenado cabello y encendió la linterna en su hombro, se puso manos a la obra, codo con codo con su compañero, de pronto la fotografía salía lentamente de su bolsillo por culpa de la briza, sus reflejos se activaron al ver por el rabillo del ojo como aquel trozo de papel se desprendía de él e intentó agarrarlo antes de que cayera del buque. Pará su suerte, Edgar estaba más cerca del lateral y al percatarse lo tomó de inmediato asomándose demasiado y casi perdiendo el equilibrio, cuando de golpe la embarcación se balanceó en dirección contraria permitiéndole quedarse dentro, luego de un respiro le pego un corto vistazo se la devolvió a Robert.
-Muchas gracias Edgar, le debo una-dijo Robert soltando un suspiro de alivio.
-¿Ella es tu hija?
-Sí señor, su nombre el Luna, me está esperando en el puerto- Respondió en aquella conversación que apenas superaba la voz de la marea.
-A algunos de nosotros desearían que no volviésemos, ja, mi esposa estaría feliz con tal de que le mandase dinero- Comentó de modo amigable Edgar. Robert guardo mejor la foto y continuó trabajando con los arneses del otro lado y un destello en la cabina del capitán le llamó la atención, miró fijamente la amarillenta luz que salía por las ventanas, nada más podía verse desde abajo, de pronto la luz amarillenta se tiño de un rojo como nunca había visto antes. Para cuando despejó la mirada fue sorprendido por una ola que cruzó desde babor hasta estribor, empujándolo con tanta fuerza que lo tiró del buque sin poder oponer resistencia, el fuerte grito que lanzó alertó al resto de la tripulación- ¡Hombre al agua! ¡Detengan los motores!- Gritaban los marineros corriendo a auxiliarlo- ¡Esperen! ¡Miren eso!- Advirtió el primero en acercarse al barandal y rápidamente Edgar giro uno de los reflectores en proa en la dirección donde había caído Robert, los hombres no podían creer lo que veían, vieron a un hombre que no se hundía en el furioso océano, ni siquiera flotaba, más bien no podía atravesarlo, como si caminara sobre él, se paro en sus dos piernas e intentó mantener el equilibrio- ¡Es un milagro!- Exclamaba algunos, reían soltando su nerviosismo y elevaban las manos al cielo.
-¿Cómo te sientes chico?- Le gritaba Edgar.
-Bien creo, no estoy seguro de que está pasando- Respondía atemorizado.
-Mejor sube y lo explicas- Comentaba un Marino mientras le arrojaba un flotador salvavidas atado al buque, Robert lo tomó y se decidió a acercarse a la coraza para poder escalarla, pero según daba un paso la cuerda se tensa a más y más, pensando que podría ser la marea se esforzó más en caminar hacia el buque hasta que de pronto, la cuerda se rompió, al levantar la cabeza se percató de que en vez de avanzar había retrocedido- ¿Qué es lo que haces?, ven aquí- le decían sus consternados compañeros.
-¡Eso intento!- Respondía angustiado Robert. Intento dar un gran paso hacia delante solo para retroceder lo que le habían tomado 3 pasos, y luego intento dar 3 pasos que le costaron 6, y cada vez retrocedía el doble que el paso anterior, desesperado intentó caminar en reversa pero el resultado era el mismo. Pronto solo podía ver las siluetas de sus compañeros agitando los brazos y entonces la luz de la cabina se volvió roja nuevamente, su respiración se aceleraba y empezaba a intentar correr, obteniendo el mismo resultado, entonces vio al buque como una luz en el mar, luego solo un destello en el horizonte y más pronto que tarde estuvo solo iluminado por las estrellas, se lanzó de rodillas y empezó a intentar traspasar el agua con sus dedos, pero apenas la movía, como un niño jugando con tierra, no tuvo noción de cuanto tiempo llevaba solo en el mar, ¿minutos?, ¿horas? N o estaba seguro, pero el amanecer no parecía aproximarse en lo absoluto. Las lágrimas caían por sus mejillas y empezaba a sollozar de la angustia, solo para darse cuenta que apenas podía oírse, no había nada en los que su voz pudiera hacer eco, sólo lo acompañaba el sonido del mar.
Rendido, empezó a vagar sin rumbo, intentó orientarse mirando las constelaciones, pero en cuanto las perdía de vista cambiaban de lugar. Miraba a todo su oscuro alrededor y sólo podía percatarse de algo, todo parecía alegarse exponencialmente de él, todo menos la luna, a cada paso que daba se veía más y más grande en el horizonte, intrigado comenzó a correr hacia ella, viéndola tan grande que comenzaba a tapar su horizonte, luego se hacía tan grande que tapaba su campo de visión completo, la luz de la Luna casi lo cegaba pero no le importaba. Bajo bruscamente su velocidad cuando empezó a sentir un olor extraño, como a polvo y cenizas y aquella luz no lo cegaba más, avanzó lentamente hasta que pudo tocar su superficie con su mano, quiso dar unos pasos más y poco a poco dejó de escuchar el chapoteo de sus botas, cuando volteo la mirada vio el océano, a cientos de miles de kilómetros de distancia. Pudo ver su planeta en su esplendor como pocos de los suyos lo habían hecho, sintió cómo el oxígeno dejaba sus pulmones para no volver y decidió sentarse en una roca, fijó su mirada en el océano mientras perdía la conciencia, sus ojos se hinchaban y lo último que vio fue un planeta ensangrentado.
Ésta es una leyenda que se cuenta entre los marineros que surcan los océanos. Oficialmente se le conoce como el incidente del hombre en la Luna.
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Cuentos que escribo con la mano izquierda
RandomUna recopilacion de cuentos que voy creando de variados géneros: ciencia ficción, fantasía, terror, realismo, etc. En su mayoría, transcurren en Kalemia, La ciudad del Infortunio.