Llevaba ya un par de días escondida en aquella cueva. Había conseguido escapar sin problemas de la base de operaciones de aquella organización extraña en la que llevaba confinada toda su vida. Durante ese tiempo los investigadores del laboratorio de la organización hicieron lo que quisieron con ella debido a su condición de neonacida con la excusa de investigarla. Conectada a máquinas que monitorizaban cualquier reacción de su cuerpo hicieron pruebas de todo tipo para medir su nivel de percepción y ponían al límite sus capacidades. Todo esto mientras un hombre que se hacía llamar su padre le prometía que aquello ayudaría a otras personas como ella y la enviaba a hacer misiones como francotiradora con el ejército de la organización. Hasta que llegó el día en que no soportaba más la vida a la que estaba sometida. Por ello cogió las únicas pertenencias que dejaban que tuviera: su rifle francotirador, con un par de cargadores por si necesitaba usarlo, un vestido de distintos tonos de verde y marrón en bastante mal estado y un osito de peluche casi en peores condiciones que el vestido al que le faltaba el ojo derecho. Ni siquiera el vestido podía considerarse una prenda en sí, era más bien un montón de telas o trapos que habían sido cosidos de forma que una persona se lo pudiera poner como ropa pero que no dejaban de ser harapos mal cosidos en vez de un vestido propiamente dicho.
En la base tardaron apenas un cuarto de hora en darse cuenta de su fuga y, durante ese tiempo, la joven muchacha corría todo lo que podía con sus pies descalzos intentando prever, gracias a las vibraciones del suelo, por dónde se acercarían a ella o en qué dirección iban. Por suerte para ella sus perseguidores no contaban con su misma habilidad y ella tenía la ventaja del tiempo y la distancia que había puesto entre ambos. Solo necesitaba encontrar un refugio como aquella cueva para descansar y dejar a sus perseguidores recorrer el yermo en un vano intento por encontrarla. Y si alguno de ellos se acercaba demasiado a ella los detectaría con rapidez. Por suerte ya no notaba en el suelo la vibración de los vehículos que habían empleado sus perseguidores para intentar capturarla, y tampoco escuchaba su ruidoso motor a lo lejos. Quizá había conseguido darles esquinazo o se habían dado por vencidos y se habían retirado. Al fin y al cabo sabían perfectamente hasta qué punto era capaz de detectar cualquier cosa, por muy lejana que estuviera, y lo difícil que sería para ellos poder acercarse a ella sin que se diera cuenta. Su percepción estaba por encima de lo humanamente posible, algo bueno tenía que tener ser neonacida.
Pero todavía no estaba segura de querer salir al exterior, quería aguantar un par de días más para asegurarse de que la zona estaba limpia de amenazas. Por otra parte, tanto tiempo sin comer estaba empezando a pasarle factura. El primer día de su escapada fue difícil pero al menos tenía la mente ocupada en otras preocupaciones alejando el pensamiento de tener su estómago vacío. Ahora que solo tenía que esperar y sentir las vibraciones del suelo o escuchar si se acercaba alguien su mente volvía a pensar en el hambre que tenía y su estómago, en ocasiones, llegaba a desconcentrarla con sus rugidos. Sin otras preocupaciones en las que poder centrar sus pensamientos el hambre se hacía más insoportable y el tiempo pasaba despacio. Demasiado despacio.
Cansada de tanta espera decidió que un día encerrada en aquella cueva escuchando el silencio había sido suficiente y que no estaba dispuesta a que el segundo día fuese exactamente igual que el anterior. Si tenía que esperar sin moverse del lugar al menos lo haría con el estómago lleno. Total, estaba segura de que no había nadie por los alrededores que pudiera encontrarla y su fusil francotirador contaba con silenciador para evitar ser escuchada. Y si por algún casual alguien andaba por los alrededores ella sería capaz de sentirlo antes de ser detectada. Lo único que tenía que hacer era ser rápida encontrando a su presa para volver lo antes posible a su improvisado refugio con algo de comer. Si todo salía bien podría aguantar todavía un par de días más antes de adentrarse en el yermo en busca de una nueva vida. Aunque la huida había sido tan improvisada que todavía no tenía claro cuál iba a ser esa nueva vida suya ahora que no viviría encerrada en aquella base sirviendo a los intereses de su antigua organización.
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Shangri-la
Научная фантастикаLa esperanza es lo último que se pierde. En un mundo donde todo lo que ha construido el ser humano ha sido destruido por sus mismos constructores significa que ya se ha perdido todo y lo único que se puede conservar es la esperanza de volver a leva...