Capítulo I

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Atir se despertó, con un gran dolor de cabeza. En vez de su mullida cama, había hierba, mucha hierba. En vez de sábanas violetas, había flores de mil colores. Algunas dormían, otras cuchilleaban, reían, incluso cantaban. Vislumbró en el cielo algo que parecían pájaros, aunque tenía una forma muy rara. Pero no pudo observarlos detenidamente, puesto que los dos pequeños soles del firmamento la cegaron.

De repente, notó una sensación nueva, cálida pero extraña. Movió los omóplatos hacia atrás. Sí, algo pasaba. Era raro, pero empezaba a sentirse más y más ligera. Cerró los ojos, relajándose. La hierba comenzó a acariciar sus extremidades. Poco a poco sintió como si se elevara, pero ella sabía que no se movía. Estaba segurísima, pero parecía tan real... Abrió los ojos. Se oyó un grito. Y cayó al suelo de espaldas.

Acto seguido, un dolor muy fuerte la azotó con brusquedad. Le dolía mucho. Lo que no sabía era dónde. No identificaba la zona. El dolor continuó creciendo.  Sus reflejos la llevaron a  darse la vuelta, colocándose boca abajo. Sus manos recorrieron su nuca bajando lentamente por los hombros, los omóplatos y ... No. No podía ser.

Se puso de pie de golpe, y miró por encim de su hombro. Allí estaban. Atir no podía creerlo. Sus alas eran imponentes. Parecían alas de águila, solo que eran de un blanco inmaculado. Sus plumas brillaban con el resplandor de los soles, asemejando un dorado tenue.

De repente, todo se oscureció. La joven miró al cielo. Se oyó un batir de alas, pero no sonaba como el sonido de las suyas propias. A unos escasos 3 metros de ella aterrizó un enorme dragón plateado. Era imponente. En su rostro, unos profundos ojos azul cielo y una boca con innumerables dientes, todos distribuidos formando una confortable sonrisa. El animal dejó escapar una ráfaga de humo por sus orificios nasales, como una brisa de verano, suave y refrescante. Sus escamas estaban dispuestas de una forma casi perfecta unas encimas de otras, y deslumbraban con su luz plateada. Y, sin duda lo que más sorprendió a Atir, fue el joven sentado sobre su lomo.

Rizos castaños,casi cobrizos, revueltos por el viaje, penetrantes ojos verdes y una pícara sonrisa. Llevaba una camisa ligera amarillenta y desgastada, unos pantalones cómodos y a la vez prácticos para cualquier tipo de actividad y unas buenas botas para los más tortuosos caminos. Y un sombrero que le daba un toque divertido y misterioso al mismo tiempo.
El joven, al reconocer a la chica, se sorprendió bastante. Esperaba a un chico fuerte, de unos 18, como él. Creía recordar que El Héroe tenía un hijo, no una chiquilla de 16 con cara de asustada.


***

Espero que os esté gustando. Sé que hay muchas ddescripciones y se hace aburrido de leer, pero no soy muy buena con los diálogos, pero en el siguiente capítulo sí que empezarán a haber conversaciones (no me mateís, sé que van a se horrendas, perdón de antemano).

Laardillalectora ♡ :)

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