CAPITULO 3: EL KAZEKAGE, REUNIÓN Y TRAGOS.

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CRONICAS DE LA ARENA, LAZOS.

CAPITULO 3: EL KAZEKAGE, REUNION Y TRAGOS.

Entre abrió los ojos con cierta alegría.

Un nuevo día comenzaba, para su noble vida.

Se estiró aun acostado, dejando salir un bostezo, para luego levantarse de golpe.

― Buenos días, Draco-sama.

Una de las sirvientas que se encontraban en su habitación, paradas desde un casi una hora atrás, esperando su despertar, se acercaba para ayudarle a quitar su túnica de pijama.

― Ah, buenos días, Mérida ―le respondió el niño, mientras se dejaba ayudar, para luego caminar apresurado a su tocador real, donde una tina cálida llena de espuma, lo esperaba.

Mientras se restregaba el cabello, recordó la noche pasada, donde se había involucrado con el clon del Kazekage, evitando que su mayor cometiera una estupidez.

"No, no era ella quien actuaba. Seguro fue obra de ese homúnculo con forma de chica, que creó, aprovechándose de su inconciencia".

Pensó, también recordando la advertencia del tal Eros.

―Solo espero que no haya sucedido nada grave después ―frunció su ceño, agarrando un gran copo de espuma es su mano, para luego apretarla con fuerza, haciendo que esta saliera volando en el aire, fragmentada, para luego volver a la tina―. Trataré de informarme al respecto, en la tarde ―murmuró para sí, para luego salir de su baño.

Sus fieles sirvientes, lo esperaban fuera, con una bata de ducha, un toallon y el traje que usaría ese día.

― Gracias, pero soy lo bastante grande como para poder secarme solo ―dijo con voz amable, quitándole la toalla a quien le servía―, pueden retirarse, gracias de nuevo.

― ¿Esta seguro? Bueno, lo estaremos esperando en el comedor, hoy el chef le preparó una tarta especial, que la acompañará con un jugo de...

― Hoy apetezco algo más simple, anoche comimos mucho en la fiesta que organizamos para el Kazekage. Un zumo de naranja simple y un pedazo de pan serán más que suficiente, y llévenlo a mi despacho, comeré mientras reviso los papeles del día...

― Pero señor ―objetó otro de los sirvientes, desconcertado―. Su desayuno ya fue preparado...

― Si, lo sé, déjame terminar ¿quieres? Sé que les encanta preparar demasiada comida ―dijo serio el niño, mientras comenzaba a vestirse―. Llévenla como presente al orfanato de la aldea. Estoy seguro que ellos la disfrutaran más que yo.

―Pero...

― Esta bien señor, será como ordene ―una de las sirvientes, le interrumpió a la otra, para luego salir ambas de su habitación.

El asintió, para luego quedarse mirando al dorado espejo enorme que tenía enfrente.

Sus rasgos de niños empezaban a desvanecerse y los rasgos de un adolescente, empezaban a apoderarse de su imagen.

― Bueno, supongo que nada es para siempre ¿verdad? ―habló solo, mientras se acomodaba la gargantilla y collar de su traje―. Hermana... ¿también habrás sentido este mismo miedo?

La alegría de su rostro se borró por unos segundos, recordando el pasado cercano donde se encontraba incapaz de haberla ayudado, teniendo como verdugo a ese monstruo que tenían como madre.

"Pero un sol de atardecer nos liberó de las cadenas. Oh cálido sol, ¿serias tan amable de amarnos, iluminándonos de ahora en adelante?"

La sonrisa amable volvió a cubrir su rostro, pensando en aquel que admiraba.

CRÓNICAS DE LA ARENA : LAZOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora