Si la vida fuera un día

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Siempre fui bastante buena para este tipo de cosas. Cartas, poesías, historias...En fin, siempre supe que esto es lo que quería hacer: plasmar mi vida en letras. Lo que nunca imagine es que mi  ultimo escrito fuera sobre las manchadas hojas del viejo recetario de mamá, el cual se encontraba “escondido” de las manos de  mi pequeño hermanito Samir entre las cajas del húmedo garaje en el que ahora me encuentro, en un intento de refugio junto con mi padre y algunos de los vecinos que permanecieron con vida.

 Suena un poco apresurado en esta “carta despedida” hablar de supervivencia y esas cosas… Pero de eso se trató mi vida estos últimos meses; sobrevivir. Triste ¿verdad? Es triste saber que hasta ayer quedaban esperanzas para mí y mi familia, pero se esfumaron por completo esta mañana. Quedaron en el aire,  en el mismo aire responsable de las muertes de casi todas las personas que conozco, o conocía. Y digo aire pero me refiero a gas. Sabemos que fue un gas. Escuche a mi padre decírselo al vecino entre llantos y plegarias.

 Mi pulso esta acelerado, mis ojos cansados de llorar y horrorizados por tanta muerte, y mi  alma…Mi alma está muy lejos de aquí, se va cada vez más lejos, pero sé que perdurara en el corazón del que tenga la posibilidad de leer estas líneas. Me duele cada parte de mí. Me duele haber presenciado tanto  dolor inocente. Me duele más haber visto ese mismo dolor en las caras de mi madre y  hermano. Me duele saber que escribo a alguien que ni siquiera existe, y que quizás la única persona que pueda leer esto sea yo misma.

Me mata esta guerra y mis ojos la lloran.

Cuando estás en el último día de tu vida y sabes que lo es, piensas en todo lo que no hiciste y que deseaste haber hecho. En todo lo que te perdiste y desaprovechaste, y en todos los años que viviste en vano, sin darle un verdadero sentido de vida a cada uno de tus días. Yo desperdicie 12 años en este mundo, y lo triste es que son todos los que tengo.

 Nunca me detuve a apreciar esos pequeños tesoros ocultos  en el día a día, y por tesoros me refiero al sol, la luna, las estrellas, la brisa, la lluvia…Me refiero a la sonrisa de mi padre cuando orgulloso me llamaba “hija”, al abrazo de esas personas  importantes que hoy sufren o que se fueron. Me refiero a la voz dulce y apacible de mi madre y a los ojos de mi pequeño hermano  brillando de inocencia y curiosidad.

Daría lo que fuera por recuperar aquellas cosas, pero es tarde. Es tarde para mí y para todas las personas que me rodean en este lúgubre lugar. Puedo ver en sus caras una terrible necesidad de vida y esperanza. Sus mentes y cuerpos quieren sobrevivir, pero sus corazones se encuentran apagados y tristes. Hay algo en común entre todos los "sobrevivientes" que hemos perdidos las fuerzas. Y ese algo es que todos quisiéramos un ultimo día diferente, una oportunidad.

Si la vida fuera un día amaría  a todos los que me aman. Cantaría y gritaría mis sueños más profundos y daría todo por poder realizarlos. Escribiría, como ahora, una carta despedida…Pero distinta en todo sentido. Sería de amor, de esperanza, de felicidad. En cada letra de cada palabra se notaria que el que está escribiendo vivió intensamente. No habría lugar para lágrimas, ni decepciones, ni tristezas, ni odio, ni maldad.

 Pero no es así. La vida no es un día, ni ese día es hoy.

En este mundo las cosas son distintas. La maldad y la ambición de una persona con “poder” pueden destruir, pueden matar de la forma más cruel sin importarle nada. Esa persona sigue durmiendo tranquilamente por las noches, mientras yo lo único que hago es pensar en no despertar jamás .El poder domina el mundo y asesina a cualquier espíritu libre que se interponga en su camino. No se da sin esperar recibir. No se escucha. No se quiere ver. Hoy murieron miles de personas pero, ¿a quién le importa? Si el resto del mundo sigue con sus vidas, y aquí nosotros a penas podemos permanecer despiertos con tanto dolor.

Tengo hambre, sed y estoy demasiado cansada. Quisiera sentir por última vez la sensación de calmar mi garganta sedienta tomando un vaso de agua fría, pero no podemos ingerir nada por miedo a que  ese mismo gas asesino se encuentre en las comidas y bebidas. Ya no tengo ganas de nada, solo quiero que esto termine de una vez. Tengo miedo, pero al menos se que yo no voy a sufrir tanto como los demás. Se que esto será más rápido. Lo siento tanto por mi madre y mi hermano, por mis vecinos, por mis amigos. Ellos no pudieron decidir; ninguna víctima pudo decidir: se los llevo de a poco, se murieron de asfixia, que es solo uno de los males que provoca este maldito gas. Pero también murieron ahogados por sus “porque” que jamás serán respondidos. Murieron por sus últimas bocanadas de aire contaminado en su lucha contra aquel toxico que los invadía. Murieron aplastados por una realidad más cruel que las que sus corazones podían soportar.

Niños, mujeres, hombres. A todos los llevo a la muerte el mismo aire que hasta ayer los mantenía con vida.

Ya no puedo más.  Mis últimas palabras son estas y aunque quisiera no llorar es imposible. Mi padre me espera y juntos nos vamos, ya esta terrible pesadilla se termina y solo espero que alguien pueda leer esto, eso hace sentir mi muerte menos en vano.

Ya puedo sentir el frió en la espalda. La silenciosa oscuridad se acerca. Y aunque hoy ya no puedo estar segura de nada, pido a mi Dios Ala que me perdone por este acto, que me eleve y no me deje en la oscuridad.

 Si la vida fuera un día, solo espero que no sea este.

                                                                    

  Houda al-Khatib. Damasco, Siria. 22 de agosto del 2013

 

 

 

 

 

Autora: Oriana Nicole Sosa.

 

 

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