Esteban
Los nervios me carcomían.
Sentía como apretaban mi estómago y provocaba que la bilis subiera por mi garganta.
Eso era mal augurio, muy mal augurio, pero no deseché la idea que provocaba que mi desayuno hiciese su camino fuera de mi boca.
Me aferré a ella. La tomé fuerte entre mis dedos y evité que se deslizara.
Como un cobarde no lograría nada, lo sabía.
Vi a Hebe fruncir su ceño al libro que estaba leyendo y por unos minutos, todo se detuvo.
Fui poco consciente del pincel en mi mano, el asiento en el cual estaba, la paleta de colores posada en mi rodilla.
Solo podía admirarla.
Su cabello marrón, que muchas veces caía como una cascada oscura sobre sus hombros, estaba recogido en una coleta. Su torso estaba enfundado en un suéter verdoso que contrastaba con su piel y hacia resaltar sus ojos. Llevaba unos pantalones sencillos y unas botas acolchadas.
Todo su cuerpo se inclinaba hacia donde había puesto un calefactor y el destacador en su mano subía y bajaba con el movimiento de sus dedos.
Desde que había llegado para estudiar que no había podido dejar de admirarla a ratos, mientras mis ideas acerca del lienzo frente a mí se iban volando.
Mi mente solo estaba enfocada en ella y mi cuerpo estaba súper consciente de ella. Mis palmas picaban, sentía el sudor frío en mi espalda, como mi corazón palpitaba descarriado contra mi pecho.
Y todo aquello solo hizo que la idea se hiciese más presente en mis pensamientos.
Así que no pude evitarlo. Las palabras salieron atropelladas de mi boca, sin pensar en las consecuencias.
—Quiero pintarte.
«Bueno, pudiste haberlo hecho sonar menos psicópata», dijo Leo, con sus palabras haciendo su camino hacia mi cabeza y pensamientos.
Pero no me enfoqué en como su voz era melosa y engatusadora, sino la reacción de Hebe.
Su cabeza se levantó y me miró sin aquel fruncimiento entre sus cejas. Sonrió, solo elevando la comisura de sus labios y sentí como cada parte de mí vibraba.
—¿Cómo a una de tus chicas francesas? —preguntó en una risa tan pequeña y suave que llevó nudos a mis estómago. Al ver que no me reía con ella, cada rastro de broma se borró de su rostro—. ¿Hablas en serio?
Uh, sentía que esto terminaría siendo un desastre.
«Claro que terminará siendo un desastre. Eres demasiado estúpido», Leo volvió a entrometerse, haciendo que su voz hiciese eco en las paredes de mi mente. Clive se unió, y por unos segundos lo único que podía sentir, divisar, escuchar, eran ellos.
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Sentirse Completo (#2 Sentirse Viva)
Novela JuvenilEl gran secreto de Esteban que Hebe siempre quiso saber, fue revelado y ella no sabe qué hacer. Luego de intentar con muchas fuerzas alejar todo lo que había intoxicado y reinado en su vida, ese pasado amenaza con destruir todo su esfuerzo. Pero, au...