Todavía faltaba bastante para que el sol se alzara en el cielo, al igual que faltaba bastante para que la fiesta terminara. Había adolescentes ebrios por cada rincón de aquella no tan grande casa, el humo a cigarrillo y a otras sustancias sobre sus cabezas. La música se había tornado insoportable para ella, de haber estado tan fuerte una jaqueca había crecido en su cabeza. Entonces se preguntó que hacia allí, y como habían logrado sus amigos en convencerla en ir con ellos. Jo recordó entonces que ella no había tenido tantas dudas de si ir o no con ellos, aunque eso había sido demasiado extraño para todos, inclusive para ella. Simplemente, aquella noche se sentía con ganas de salir y divertirse un rato con sus mejores amigos. Pero ese ánimo se había desvanecido luego de cinco horas de muchachos y muchachas empujándola al bailar, el asfixiante calor, y la mezcla de bebidas. No nos olvidemos de la música, por supuesto. Girando sobre sus tacones, Janet estiró su cuello en busca de uno de sus amigos, uno en especial. Pero no lo hallaba por ninguna parte. Estaba a punto de dar un paso, para buscarlo, cuando sintió unos brazos envolverse alrededor de sus caderas por detrás suyo.
El muchacho apoyó su barbilla en su hombro, ladeando un poco su cabeza mientras observaba su perfil. Para asegurarse de que ella lo oiría, se acercó a su oído, y contra el dijo: — ¿Me buscabas?
Un escalofrió recorrió la espalda de ella al sentir su cálido aliento, con un leve aroma a cerveza, contra su cuello.
—Si—confesó ella, girando su cabeza para mirarlo directo a sus impresionantes ojos azules—, ¿estás pasándolo bien? — le preguntó, una instantánea sonrisa apareciendo en sus labios.
Luke hizo una mueca.
—No tanto—confesó—, y puedo adivinar que tú tampoco…—ella enarcó una ceja, y abrió su boca para protestar, pero él negó con su cabeza—No protestes, lo sé.
Ella rodeó los ojos y suspiró, siendo atrapada. Se quedaron mirando unos segundos, los ojos marrones de ella contra los ojos mar de él. Una sonrisa infantil tiró de las comisuras de los labios de él, y al volver a acercarse hasta su oído, susurró: —Huyamos.
Jo no pudo evitar reir un poco, e imitó su acción.
— ¿De quién? Nadie nos presta atención.
—No le quites la emoción al momento, cariño—bufó él, antes de alejarse.
Apartó sus brazos de ella, y por una milésima de segundo, ella se sintió desprotegida. Hasta que él tomó su mano y entrelazó sus dedos, le dedicó una sonrisa solo para ella, y se giró, para comenzar a caminar entre las personas allí.
Luego de lo que parecieron unos segundos interminables, salieron fuera. Caminaron en silencio por el medio de la calle, aun de la mano, hacia donde habían estacionado el auto. Soltaron sus manos cuando él caminó para abrir la puerta del copiloto con la llave y meterse dentro, antes de estirar su brazo y sacarle el seguro a la del copiloto, para que la castaña entrara.
Antes de poner el auto en marcha, ambos se colocaron los cinturones de seguridad.
— ¿Vamos a casa? —preguntó ella, sin poder apartar sus ojos del rostro de él.
El rubio sonrió, por millonésima vez en la noche, y movió su cabeza de lado a lado.
—Sí, pero estamos tomando el camino largo a casa—respondió, sin intensión de decir algo más.
Ella frunció un poco su ceño.
— ¿Cuál camino largo? —quiso saber.
—El que pasa por la playa—fue todo lo que respondió él, y eso le fue suficiente—. ¿Qué canciones has estado escuchando últimamente? ¿Alguna recomendación nueva? —le preguntó, cambiando completamente de tema de repente, mirándola por el rabillo del ojo.