Capítulo 4

2.3K 234 19
                                    

Una cabeza rubia se abría paso entre la gente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una cabeza rubia se abría paso entre la gente. Evidentemente era alto, porque entre el tumulto alcanzaba a ver su cabello despeinado y brillante, y su frente. Poco a poco, a medida que se iba acercando, iba descubriendo sus rasgos, y todo parecía, por alguna razón que no podría explicar, en cámara lenta. Sus ojos claros, su nariz, sus labios gruesos por debajo de su barba. Me sentí atraída instantáneamente, y sacudí mi cabeza al descubrirme mirándolo con la boca casi abierta. ¿Es que acaso pensaba babear también?

-Cariño, acércate -Margaret extendió su mano, esperando la de su hijo- James, esta es Mia, la artista. Mia, este es James, mi hijo, un excelente ojo para el arte.

Le sonreí tragando saliva, sintiéndome roja por fuera; estaba reaccionando como una adolescente que ve a su amor imposible de cerca por primera vez. Se lo atribuí a la falta de ventilación en el lugar . Extendí mi mano para saludarlo, y la tomó sin dejar de mirarme a los ojos; la suya era firme y cálida, y cubrió la mía por completo. Sentí una familiaridad extraña en su mirada, pero respiré profundamente y logré sonreír cuando lo saludé.

-Es un gusto conocerte, James.

-Me temo que ya nos conocíamos -ladeó un poco la cabeza, pero su mirada estaba anclada a mis ojos, como queriendo hablar a través de ellos.

-Oh, lo siento, pensé que no se conocían. ¿Acaso ya habías visitado su estudio, James? -Margaret abrazó por la cintura a su hijo, y apoyó con ternura su cabeza en su pecho.

-Si, ya nos habíamos visto. Pero eso fue hace mucho tiempo -contestó él, y lo miré frunciendo el ceño. No sabía de qué estaba hablando, pero seguía viendo algo familiar en él. ¿Es que acaso sí nos habíamos visto antes?

-James tiene muy buena memoria visual. Es por eso que le insisto en que debe ayudarme más con la galería.

Dos hombres de traje se detuvieron a saludar a Margaret, que se disculpó con nosotros y se giró para charlar con ellos. James detuvo a uno de los mozos que pasaban y tomó dos copas de la bandeja, ofreciéndome una.

-Disculpa, sé que es rudo de mi parte, pero no logro... -comencé a disculparme por no recordar de dónde podía conocerlo.

-Malibú -fue lo único que me dijo antes de poner la copa en sus labios y beber, sin quitarme los ojos de encima.

-¿Malibú? -el sólo hecho de recordar ese lugar me oprimía el pecho. Si había un lugar en el mundo al que le guardaba rencor, era Malibú. Me recordaba un momento de mi vida al que no quería volver. Sólo estuve una noche en Malibú, y fue suficiente. Busqué en mi memoria aquella noche que había no querido recordar más, y mientras él me miraba con esa increíble intensidad en sus ojos recordé su mirada desde la otra mesa, su sonrisa furtiva, su cara enrojecida en la acera del restaurante.

-¿Eras tú?

Se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

-Nunca pude disculparme por haberme comportado como el arquetipo de macho salvador. Pero el tipo...

Dos corazones en guardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora