CASI PARAÍSO

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  Mike Bowman silbaba jubilosamente mientras conducía el «Land Rover» a través de laReserva Biológica de Cabo Blanco, en la costa occidental de Costa Rica. Era una hermosamañana de julio y la carretera que se abría ante él era espectacular: adherida al borde de unacantilado, dominaba la jungla y el Pacífico azul. Según los libros-guía del viajero, Cabo Blancoera una zona silvestre no tocada por el hombre, casi un paraíso. Verla ahora hizo que Bowmansintiera que las vacaciones volvían a ser lo que debían ser.Bowman, agente de bienes raíces, de treinta y seis años de edad, proveniente de Dallas,había llegado a Costa Rica con su esposa y su hija para pasar dos semanas de vacaciones. Enrealidad, el viaje había sido idea de la esposa: durante semanas, Ellen le había llenado losoídos con los maravillosos parques nacionales de Costa Rica, y cuan bueno sería que Tina lospudiera ver. Entonces, cuando llegaron resultó que Ellen tenía cita para ver a un cirujanoplástico en San José. Ésa rué la primera información que Mike Bowman tuvo de la excelente ybarata cirugía plástica asequible en Costa Rica, y de todas las lujosas clínicas privadas de SanJosé.Naturalmente, tuvieron una tremenda pelea: Mike pensaba que su esposa le había mentido,lo que era cierto. Y se puso firme en lo concerniente al asunto de la cirugía plástica. De todosmodos era ridículo: Ellen sólo tenía treinta años y era una mujer hermosa. ¡Demonios, habíasido la Reina del Regreso a Casa, durante el año previo a su graduación en Rice, y desde esoni siquiera habían transcurrido diez años! Pero Ellen tenía tendencia a ser insegura y apreocuparse. Y parecía corno si, en los últimos años, hubiera estado preocupada,principalmente, por perder su atractivo físico.Eso, y todo lo demás.El «Land Rover» saltó al pasar por un bache, salpicando barro. Sentada al lado de Mike,Ellen dijo:—Mike, ¿estás seguro de que éste es el camino correcto? No hemos visto gente desdehace horas.—Pasó otro automóvil hace quince minutos —le hizo notar—. ¿Recuerdas, el azul?—Yendo para el otro lado...—Querida, tú querías una playa desierta —dijo—, y eso es lo que vas a tener.Ellen sacudió la cabeza en gesto dubitativo:—Espero que tengas razón.—Sí, papá, espero que tengas razón —terció Christina, desde el asiento trasero. Tenía ocho años.

.—Confiad en mí, voy bien. —Condujo en silencio durante unos instantes—. Es hermoso,¿no es así? Mirad ese paisaje. Es hermoso.—Está bien —concedió Tina.Ellen sacó una polvera y se miró en el espejo, apretándose con los dedos debajo de losojos. Suspiró e hizo la polvera a un lado.El camino empezaba a descender y Mike Bowman se concentró en la conducción. Derepente, una pequeña figura negra cruzó velozmente el camino y Tina gritó:—¡Mirad! ¡Mirad!Después desapareció en la jungla.—¿Qué era? —preguntó Ellen—. ¿Un mono?—Quizás un mono tití —repuso Bowman.—¿Puedo incluirlo? —consultó Tina, sacando su lápiz: estaba haciendo una lista de todoslos animales que había visto en el viaje, como parte de un proyecto para la escuela.—No sé —contestó Bowman dubitativo.Tina consultó las ilustraciones que tenía en el libro-guía:—No creo que fuera un tití —dijo—. Creo que fue simplemente otro aullador. —En su viajeya habían visto varios monos aulladores.—¡Eh! —añadió, más animada—. Según este libro, «las playas de Cabo Blanco lasfrecuenta una amplia variedad de vida silvestre, entre la que se cuentan monos aulladores y decara blanca, perezosos y coatíes». ¿Crees que veremos un perezoso, papá?—Apuesto a que sí.—¿De veras?—Mira en el espejo.—Muy gracioso, papá.El camino embarrado corría en declive a través de la jungla, hacia el océano.Mike Bowman se sentía como un héroe cuando, finalmente, llegaron a la playa: una medialuna de tres kilómetros, de arena blanca, completamente desierta. Estacionó el «Land Rover»bajo la sombra de las palmeras que bordeaban la playa y sacó los almuerzos preparados encajas. Ellen se puso el traje de baño, diciendo:—Honestamente, no sé cómo voy a quitarme este exceso de peso.—Estás maravillosa, linda. —En realidad, Mike pensaba que su esposa estaba demasiadodelgada, pero había aprendido a no mencionarlo.Tina ya estaba corriendo hacia la playa.—No olvides de que necesitas la crema bronceadura —le advirtió Ellen.—Más tarde —gritó Tina por encima del hombro—. Voy a ver si hay un perezoso.Ellen Bowman recorrió la playa y los árboles con la vista:—¿Crees que la niña estará bien?—Tesoro, no hay nadie en kilómetros a la redonda —dijo Mike.     —¿Y si hay víboras?—¡Oh, por el amor de Dios' —repuso Mike Bowman—. No hay víboras en una playa.—Bueno, podría haberlas...—Tesoro —explicó con firmeza—, las víboras tienen sangre fría. Son reptiles. No puedencontrolar la temperatura del cuerpo. Esta arena está a treinta y dos grados Celsius: si unavíbora saliera, se cocinaría. —Observó a su hija retozando en la playa, un punto oscuro contrala arena blanca—: Déjala ir. Que se divierta.Puso la mano en torno de la cintura de su esposa.Tina corrió hasta que estuvo exhausta y, entonces, se dejó caer sobre la arena caliente yrodó alegremente hasta la orilla. El océano estaba caliente y prácticamente no había resaca.Se sentó un rato, recuperando el aliento, y después miró hacia atrás, hacia donde estaban suspadres y el coche, para ver lo lejos que había llegado.La madre agitó la mano, haciéndole señales para que volviera. Jubilosamente, Tina agitó lamano a su vez, simulando que no entendía: Tina no se quería poner la loción bronceadura;tampoco quería volver para oír a su madre hablar de perder peso. Quería quedarse dondeestaba y, a lo mejor, ver un perezoso.Había visto un perezoso hacía dos días, en el zoológico de San José. Era como unpersonaje de los Teleñecos, y parecía inofensivo. Sea como fuere, no se podía mover conrapidez; ella podía ganarle con facilidad en una carrera.Ahora su madre la estaba llamando a grandes voces, y Tina decidió salir del sol, alejarse delagua y ponerse a la sombra de las palmeras.En esta parte de la playa las palmeras colgaban sobre una retorcida maraña de raíces demangle, que bloqueaba cualquier intento de penetrar tierra adentro. Tina no podía ver mucho.Aunque hubiera allí un perezoso, se dio cuenta de que no podría verlo.Frustrada, se sentó en la arena y pateó las hojas secas de mangle. Advirtió que habíamuchas huellas de pájaro en la arena. Costa Rica era famosa por sus pájaros. Los libros-guíadecían que en Costa Rica había el triple de pájaros que en toda Norteamérica y en todoCanadá.En la arena, alguna de las huellas de pájaros de tres dedos eran pequeñas, y tan débilesque apenas si se las podía ver. Otras huellas eran más grandes y estaban impresas con másfuerza en la arena. Tina estaba mirando las huellas ociosamente, cuando oyó un sonido comode gorjeo, seguido por un siseo de hojas en la espesura del manglar.¿Los perezosos producían un sonido como de gorjeo? Tina no lo creía, pero no estabasegura. Era probable que el gorjeo se debiera a algún ave marina. Tina respiró en silencio, sinmoverse, oyendo de nuevo el siseo y, al final, vio la fuente de los sonidos: a unos pocos metrosde distancia, una lagartija surgió de entre las raíces de mangle y la miró con curiosidad.Tina contuvo la respiración: ¡un nuevo animal para su lista! La lagartija se irguió sobre suspatas traseras, balanceándose sobre su gruesa cola, y miró con fijeza a la niña. Erguida de esemodo, tenía casi treinta centímetros de alto; era de color verde oscuro con listas marrones a lolargo del lomo. Sus diminutas patas anteriores remataban en dedos pequeños, que se agitaban   

  rápidamente en el aire. La lagartija alzó la cabeza cuando miró a Tina.La niña pensó que el animal era lindo. Parecía una especie de salamandra grande. Tinaalzó la mano y movió los dedos, en respuesta al movimiento que el animal hacía con los suyos.La lagartija no estaba asustada. Se le acercó, caminando enhiesta sobre las patas traseras.Era apenas mayor que una gallina y, al igual que una gallina, meneaba la cabeza hacia delantey hacia atrás al caminar.Tina pensó que sería una maravillosa mascota.Observó que la lagartija dejaba huellas con tres dedos, que tenían la apariencia exacta delas de un pájaro. Se acercó más a Tina, mientras ésta permanecía sentada en la arena y laobservaba; la niña mantenía el cuerpo quieto, pues no quería asustarla. Estaba sorprendida deque se le acercara tanto, pero recordó que estaba en un parque nacional. Todos los animalesdel parque debían de saber que estaban protegidos. Probablemente esa lagartija era mansa;quizás hasta esperase que la niña le diera algo que comer. Por desgracia no tenía nada quedarle. Con lentitud, Tina tendió la mano abierta, con la palma hacia arriba, para mostrar que notenía comida.La lagartija se detuvo. Alzó la cabeza y gorjeó. Produjo un sonido chirriante característico,como el de un pájaro.—Lo siento —dijo Tina—. Sencillamente no tengo qué darte.Y entonces, sin previo aviso, la lagartija saltó sobre la mano tendida de la niña: Tina pudosentir los deditos de las patas pellizcándole la piel de la palma, y sintió el sorprendente peso delcuerpo del animal, que le llevaba el brazo hacia abajo.Y entonces, la lagartija le trepó por el brazo, en dirección a la cara.—Ojalá pudiera verla —dijo Ellen Bowman, entrecerrando los ojos por la luz del sol—. Esoes todo: sólo verla.—Estoy seguro de que está bien —contestó Mike, seleccionando cuidadosamente entre lascosas que había en el almuerzo preparado y embalado por el hotel: había un poco apetitosopollo a la parrilla y algo así como pastel de carne. Y no era que Ellen fuera a comer nada deeso.—¿No crees que se haya ido de la playa? —preguntó Ellen.—No, tesoro, no lo creo.—¡Me siento tan aislada aquí!—Creí que eso era lo que querías —dijo él, sintiéndose exasperado.—Y así es.—En tal caso, ¿cuál es el problema?—Es sólo que me gustaría poder verla.Y entonces, desde la lejanía de la playa y traída por el viento, oyeron la voz de su hija:estaba gritando.



                                                                       CONTINUARA





ESPERO QUE LES GUSTE ES UNA NOVELA GRÁFICA INSPIRADA EN EL LIBRO DE MICHAEL  Crichton


PTT: ESTA MEJORADA POR MI HERMANO


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