1.
Amaia adoraba ir a las reuniones en casa de Alfred porque siempre estaban repletas del eclético grupo de amistades que rodeaban al catalán: todo tipo de artistas, compañeros de la universidad, amigos de los bares en los que tocaba todos los fines de semana. Era un ambiente joven y lleno de vida donde nunca faltaban las bebidas ni algo de comer. Lo que Amaia no disfrutaba tanto era improvisar pequeños recitales de piano a pedido del catalán para luego quedarse sola con el instrumento cuando tanto el anfitrión como su público improvisado se dispersaban por la casa.
Aunque en ese momentos quisiera matar a Alfred por dejarla nuevamente sola, Amaia agradecía inmensamente no haber perdido su amistad luego de que ella no hubiera correspondido los sentimientos del catalán cuando éste se había confesado.
Amaia miró alrededor sin encontrar ninguna cara conocida y suspiró. Generalmente iba a esas reuniones con Aitana, su mejor amiga y su compañera de piso, pero esa noche la joven catalana tenía una cita con su novia y había abandonado a Amaia a su suerte. Aún sentada frente el piano de Alfred, casi el único mueble en buen estado de toda la sala, Amaia recorría con la vista los distintos grupos de personas e intentaba adivinar a qué se dedicaban cada uno de los invitados para hacer pasar el tiempo hasta que apareciera alguno de sus amigos.
Para su suerte, de un momento a otro divisó a Agoney caminando entre la multitud. Venía de la mano de Raoul, como de costumbre, y con ellos venía una chica algo más alta que los dos muchachos, con el cabello rizado y salvaje que caía en cascada por su espalda. Cuando Amaia por fin pudo verle el rostro su corazón dio un salto. Era una chica guapísima. Cuando la desconocida rió como respuesta a algo que Raoul le decía, Amaia sintió que podría desmayarse en ese momento. Llevó una mano a su pecho para sentir su corazón acelerado. Pronto sintió como un ligero rubor cubría sus mejillas, se sentía una tonta por estar reaccionando de aquella forma tan solo por ver una chica linda.
Siguió con la vista al trío de amigos hasta que se ubicaron en unas sillas plegables que Alfred había colocado cerca de los ventanales que daban al patio. Amaia respiró profundo un par de veces para calmar sus repentinos nervios y se puso de pie para acercarse al grupo de recién llegados.
Agoney la divisó entre la gente cuando aún le faltaban algunos metros para llegar. Alzó su mano como gesto de saludo y apenas un segundo detrás, la chica desconocida giró su cabeza para poder ver a quien saludaba el canario. Al verla, la desconocida le dedicó una cálida sonrisa y Amaia casi se tropieza con sus propios pies.
-Hola chicos, no sabía que veníais.
-Amaia, hola linda – Raoul y Agoney siempre la trataban con muchísimo cariño y Amaia siempre se sentía feliz en compañía de la pareja –. Tampoco sabíamos que venías, te podríamos traído.
Amaia hizo un gesto con la mano para quitarle importancia. Mantenía la vista fija en los rostros de la pareja pero no podía evitar sentir como la desconocida la miraba con atención, casi podía percibir un calor sobre su piel allí donde sus ojos se posaban.
-De todos modos vengo de dar clases a una niña que vive por aquí cerca, tampoco habría podido juntarme con ustedes – Tragó saliva esperando que su voz ligeramente temblorosa sólo haya sido evidente para ella misma.
Amaia vio como Agoney le daba un pequeño codazo a Raoul, indicando con un gesto a la chica que los acompañaba y que Amaia podía jurar no había dejado de mirarla en ningún momento.
-Por cierto, Amaia. Ella es Miriam.
-Ya era hora, chico. Que estaba aquí como un cuadro esperando poder saludar a vuestra amiga.
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Soñar contigo {amiriam}
FanfictionONE-SHOT Cinco veces en las que Amaia usó la música para seducir a Miriam y una vez donde las cosas fueron al revés. [Publicado también en Archive of Our Own]