I

21 0 0
                                    

Era una cálida noche de primavera y la puerta cerró detrás suyo. La febril soledad inundó la casa. Me dejé caer con sosiego sobre el colchón marrón del living que daba a la televisión y me arropé con una manta un tanto deshilachada de color beige observando una película aburrida de la que había perdido el hilo. Papá debía estar en camino al aeropuerto Henridge en rumbo a Amsterdam, donde iba a tomar lugar un no-se-qué de medicina que duraría alrededor de una semana. No se quería ir ya que no quería estar ausente el día de mi cumpleaños para el que faltaban dos días, pero finalmente logré convencerlo: no me gustaba que se perdiera de cosas tan importantes para su carrera por mi culpa.

Luego de un instante me acerqué a la cafetera llena de café humeante recién hecho. Tomé una monótona taza blanca de la alacena y precipité la bebida dentro de ella. Me acerqué al gran espejo que pendía de un clavo de la pared y observé mi cara por unos segundos. Cuanto aburrimiento. Uno supondría que cuando sus padres no están en casa sería especialmente divertido, pero estaba muy cansado para eso. Eventualmente sonó mi teléfono y me acerqué corriendo, sin percatarme de que casi la mitad del café había sido vertido en el suelo. Salté como un acróbata sobre el sofá y lo tomé en mi mano desocupada. Me crucé de piernas, dejé el café sobre la mesita ratona y lo atendí.

- Hola Daph- enuncié un poco agitado.

- ¡Hola tonto, ábreme la puerta! - y la observé haciéndome una cara rara desde afuera de de la ventana.

Me acerqué en silencio y dejé caer mi mano derecha sobre la manija de la puerta, la giré y Daph se precipitó hacia adentro, dejando sus maletas en el desván. Sinceramente no se por qué trajo todas sus maletas si vivía cruzando la calle, pero así era ella.Apagué la pantalla del celular con un dedo y observé como se lanzaba sobre el sofá. Daphne era mi mejor amiga e hija de una compañera de trabajo de mi padre, que también se suponía que viajaría con el a Amsterdam ese mismo día, por lo que ella se quedaría conmigo el resto de la semana a hacernos compañía el uno al otro, lo que la verdad me entusiasmaba, ya que ambos tenemos los mismos gustos: películas viejas, canciones anticuadas y chicos. Ella es la única persona que sabía que era gay, y confiaba ciegamente en que guardaría ese secreto. Puso sus piernas sobre el respaldo del sofá y su cabeza colgaba.

- ¿Qué pasa, tonto? Pareces un muerto - me dijo jugando con un rulo de su cabello castaño y observándome divertida.

- Estoy aburrido - le contesté mientras me dejé caer al lado suyo en el sofá.

- ¡Vamos, apenas son las nueve, un poco de emoción! - se sentó a mi lado y me sacudió con sus manos suaves.

De una patada se sacó las pantuflas y tomó el control de la televisión. Nos tapamos con la manta que una vez cubría mi espaldas y nos abrazamos cual pareja mientras veíamos una película de terror que involucraba mucha sangre y poco presupuesto. Ella comía palomitas de maíz y yo observaba atónito como el asesino apuñalaba a una rubia. Las horas pasaron y Daph ya se había dormido apoyada sobre mi hombro. Solté un bostezo y cerré los ojos.

Llegadas las once escuché el violento ruido del motor de un auto mezclado con la incesante lluvia que había comenzado a caer, que estacionó en la calle frente a la casa de Daph. El motor se apagó y la puerta del conductor de abrió velozmente. La sombra de un chico alto y fornido de aspecto agitado se dirigió a grandes zancadas a la casa de en frente, mientras sus pies chapoteaban en los grandes charcos de agua. Golpeó la puerta detenidamente por como cinco minutos, mientras la lluvia lo bañaba. A continuación se volteó y se precipitó hacia mi casa. A mitad de camino logré observarlo por la luz de la calle: era Travis.

En este punto se preguntarán quien era aquel extraño sujeto al que curiosamente conocía. Travis era el típico chico inteligente, coqueto y deportista de la escuela, que atraía la mirada de la mayoría de las chicas y los halagos de los profesores. Siempre me había parecido alguien totalmente superior, pero Daph, que era su confidente, me había convencido de que era alguien amable y sensible.

Observé con disimulo como su sombra se acercaba y moví mi hombro para llamar la atención de mi compañera. Se sacudió al lado mío y se quitó el cabello de la cara.

- ¿Por qué me despiertas? - me dijo con los ojos entrecerrados.

- Está tu amigo en la puerta - le anuncié mientras los golpes de Travis se hacían más audibles.

Daph se levantó y se acercó a la puerta en medias, mientras observaba al chico empapado. Abrió la puerta con un ademán.

A
- Hola, Travis. ¿Qué te trae por aquí?

- Soy Gay.

-Where stories live. Discover now