Carrusel

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Todas las cosas deben pasar, y toda espera llega a su final; en un viejo parque de atracciones abandonado, los días no traen más que desolación y desesperanza para una figura solitaria en un viejo carrusel; la última figura sobreviviente de años de abandono, un caballito de madera.

Ya había perdido la cuenta de la última vez que vio el más mínimo chispazo de vida o razón de alegría: los niños y sus familias que alguna vez paseaban por el lugar, llenando de risas el humilde parque, se habían marchado para siempre.

El carrusel del caballo de madera había sido detenido para siempre, y su pintura y detalles hacían más evidente la cantidad de tiempo desde su último paseo. ¿De qué tonos había sido originalmente? Ya no podía encontrar la respuesta, y su vieja madera ahora estaba astillada, húmeda y débil.

Y a pesar de todo, el podía considerarse el afortunado.

Las otras figuras del carrusel sencillamente no habían podido aguantar el paso del tiempo, y el clima y la falta de atención los llevaron a la destrucción: sus estructuras colapsaron, y poco a poco fueron perdiendo la forma hasta quedar completamente destruidos; ahora, ni siquiera tenía un oído gentil con quien pudiera compartir su sufrir.

La única manera en que podía seguir día con día su lento deterioro, eran los recuerdos: a lo lejos, en un muro, veía un antiguo cartel que promocionaba las atracciones del parque: si, las ilustraciones lucían sin el brillo de aquellos ayeres, pero eran lo suficientemente claras para la visión del caballo de madera.

Unos niños riendo y montando el carrusel era precisamente lo que mostraba, y ahí estaba el, mostrándose como el dibujo de mayor tamaño del cartel ¿y cómo no iba a ser de ese modo? El solía ser una figura majestuosa, la de mayor colorido y el de mayor detalle y cuidado, creado con cuidadosas manos de artesano.

— ¡Yo voy primero! ¡No, yo! —solían decir los infantes en la fila del carrusel sobre el caballo; no es que despreciaran las otras figuras, pero el simplemente era único en su tipo; una obra de arte viviente que podías montar al ritmo de la música de un organillo y bajo fuertes luces que hipnotizaban y te hacían sentir como si esos animales y monstruos fueran auténticos.

Cosas de la imaginación infantil, tal vez si lo vemos con la visión cínica de la adultez, pero por unos instantes, la sensación era contagiosa.

Pero el viaje por la sendera de la memoria fue súbitamente interrumpida al escuchar un ruido, un crujido, y el caballo de pronto se sintió un poco fuera de lugar; movido de su ubicación, no demasiado, pero si lo suficiente para ser notado.

Entonces se dio cuenta de lo que pasaba: su poste de apoyo, al igual que el de muchos de sus compañeros, estaba por fin cediendo ante el deterioro y paciente destrucción pasiva de los años; no tardaría, al igual que sus antiguos compañeros en el carrusel, de caer.

Los días y las semanas pasaron, y el poste fue cediendo más y más hasta que, finalmente sucedió lo inevitable: el caballo de madera cayó al suelo; la caída no fue muy fuerte, pero daño un poco de sus piernas frontales, abriendo un poco la madera y astillándola todavía más.

Sabiendo que ahora no quedaba nada más que esperar hasta ser nada más que una plasta de madera podrida, el caballo hizo lo mismo que hacia siempre en los tiempos de mayor angustia: recurrir a los recuerdos.

— ¡Más rápido! ¡Más rápido por favor! —Solía exclamar un niño particularmente inconsciente y energético, en parte quizás por una excesiva dieta de dulces; siempre solía reclamar el caballo como propio, y como él era un tanto más grande y más fuerte que los chicos de su edad, él solía a recurrir a amenazar a los demás niños para que le cedieran el lugar en la fila.

— ¡Más rápido caramba! —gritaba con mayor fuerza el niño cuando sentía que sus peticiones eran ignoradas.

Pero un día en especial un niño se había infiltrado al parque justo antes de abrir, y harto de la actitud de ese otro infante abusivo, frotó de mantequilla la superficie del caballo; cuando el parque abrió, y el niño egoísta hizo su clásico acto de tomar el primer lugar en la fila, al momento de querer subirse, dio un completo resbalón y cayó de cabeza golpeándose fuerte, probablemente más fuerte de lo que hubiera querido el bromista, pues el impacto fracturó el brazo de su víctima, pero a partir de ese momento el chico modero su carácter.

Nada que un buen golpe no pueda componer, y el recuerdo de las risas y burlas, aunque ajenas a su situación, de algún modo lo hacían sentir como si fuera su propia experiencia.

Sin embargo, por más recuerdos que repasaba, nada podía cambiar su realidad, hasta un día de invierno; por primera vez en años, el caballo del carrusel vio presencia de hombres en el parque.

—Este lugar ha estado muy descuidado —dijo uno de ellos, joven, limpio, rasurado

—Lo sé…no he estado aquí desde hace tanto —Le contestó su acompañante; un hombre mayor, de barba blanca y canoso.

—Solo necesita cuidado y limpieza: la mayor parte tendrá que ser renovado, pero hay un par de estructuras que creo que podrían arreglarse.

El mayor de los dos se acercó al viejo carrusel, y vio al caballo tendido en el suelo; algo consumido, pero de forma todavía identificable; quitó un poco de la suciedad y pedazos de madera húmeda y piedras y lo tomó en sus manos, y después de verlo con ojos cándidos y llenos de nostalgia, se lo llevó del lugar.

¿Acaso me podrían arreglar? Se decía el caballito; podía ser posible, y sea lo que fuera, en definitiva no podía ser mejor que seguir consumiéndose hasta la putrefacción total en el viejo parque; el hombre trató de limpiar y secar su superficie, para evitar mas deterioro del material ¡Si, sin dudas este hombre lo quiere renovar!

— ¡Por fin regresas! ¿Ya te pagaron? —dijo la mujer del hombre mayor, al verlo entrar a su pequeño hogar, arropada entre varias telas tratando de mitigar el frío.

—Todavía no; aun no deciden que hacer exactamente.

En el cuarto principal de la casa, yacía una chimenea que apenas podía mantenerse encendida; no tenían los medios para pagar por carbón o leña, así que el mas mínimo pedazo de madera, aun viejo o húmedo, tenía que ser usado…y así fue usado

—Lo renovaran todo el invierno; quieren tenerlo listo para Marzo cuando haga calor —dijo el hombre frotando sus manos frente al fuego, ahora alimentado por aquel pedazo de madera, el caballito de madera; y el calor de la chimenea hizo que la poca pintura que aun tenia encima se derritiera, en especial la de alrededor de sus ojos: lo más cercano que tendrá de verdaderas lagrimas

El parque será renovado, pero ya no con él, y la vida continua, sigue su rumbo tumultuoso, con o sin nosotros…

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