Capítulo 15: ¿La tercera es la vencida?

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Luca

Aprovecho que Zoe está en casa de mis padres y salgo a hacer una compra grande. Es difícil hacerlas con Zoe pidiendo que compre todo lo que encuentra, sobre todo si pasamos por la sección de juguetes y libros infantiles o para colorear (no sé porqué, pero de una manera u otra siempre terminamos cerca y termino viendo 100 tipos de juguetes diferentes que ella va a pedir en Navidad... y falta un año), o que cada dos minutos me recuerda que se quiere ir a casa, se aburre, etcétera.
Subo al auto y pongo música en reproducción aleatoria, haciendo sonar To be loved, de Papa Roach, haciendo que recuerde a Amelia. Esperaba volver a cruzarla enseguida, pero no corrí esa suerte.

Antes de salir del garage reviso si no me estoy olvidando nada.
-¡Mierda! La lista.
Tuve que empezar a hacer las listas porque si hay algo frustrante para mi es: llegar a casa y recordar que olvidé comprar algo. Y peor, olvidar algo realmente necesario. Suspiro y vuelvo a entrar a la casa, pero no encuentro el cuaderno donde lo anoto todo. Fantástico, voy a tener que pasear por cada una de las góndolas, observando cada producto para no olvidar nada. No hay manera de que recuerde todo lo que había anotado. Estoy tan distraído pensando en todo que salgo de mi casa caminando, y termino llegando al supermercado. Tendré que comprar la mitad de las cosas para poder cargarlas de vuelta a casa y rogar que no vuelva a llover, cosa poco probable dado que ya se ven relámpagos por todo el cielo.

Es tan aburrido hacer las compras solo. Ojalá a Zoe le gustara, o mi mamá o hermanas me hubiesen acompañado. Voy a estar acá una eternidad. Mi hija va a graduarse de la universidad cuando esté finalizando esta maldita compra.
Doblo en una góndola donde hay dos chicas discutiendo sobre algo y una de ellas se me hace conocida, aunque lo ignoro y me concentro en los alimentos... hasta que escucho su voz. Es Amelia.
Me acerco sin llamar la atención de la otra chica, ya que es probable que me vea. Despacio, le doy un empujoncito al carro que, supongo, es de ellas, haciendo que golpee en el muslo de Amelia.
Ella se da la vuelta con las cejas juntas: -¡Hey! Ah... - sus cejas vuelven a su lugar - Luca... No esperaba-
-Verme. - reprimo una sonrisa, porque Amelia tiene chocolate en la comisura de la boca.
-No. Ella es Ana, una amiga.
-Un gusto. - digo al mismo tiempo que su amiga.
-Ana, él es Luca.
-...Un amigo, también.
-No, no lo creo.
Pongo expresión herida, y pongo una mano en el pecho fingiendo dolor: -¡Agh, no! ¡No soy lo suficientemente joven y cool para ser su amigo!
Ella pone sus ojos en blanco mientras Ana se ríe.
Dejando el carrito de lado, me acerco a Amelia, mientras su amiga está mirando algunos cereales más allá.
-Disculpa, pero tenes - le toco la comisura izquierda de la boca - un poco de chocolate...
Abre grande los ojos y se limpia con el dorso de la mano, se da la vuelta y se dirige a su amiga: -¡Qué gran amiga! Gracias por avisarme que tenía chocolate en la cara.
-En la boca, de hecho. - la corrijo.
Me da una mirada molesta y vuelve a mirar a su amiga, ésta le dedica una sonrisa inocente y ríe. Vuelve a mirarme mientras suspira, cambia de posición de un pie al otro y se cruza de brazos, incómoda.
-No pensé que iba a tardar tanto en volver a encontrarte, considerando que debemos ser vecinos.
-Si. Bueno, estuve un poco recluida en mi casa y el trabajo. Es la primera vez en la semana que salgo del departamento a un lugar diferente de la oficina.
-Si, a eso hay que agregar que llovió toda la semana...
-Cieeerto.
-Hum, creo que voy a terminar de buscar lo que necesito antes de que se desate otra tormenta, tengo que caminar unas-
-¿Viniste caminando? ¿Con toda la lluvia que hubo en la semana y, obviamente, va a seguir?
-Si, bueno, no es lo que tenía planeado.

Amelia

Asiento.
-¿Ames? - me giro para ver Ana con cajas de cereales en la mano- Acercate un minuto.
-Dame un segundo. - le digo a Luca y voy hasta donde está Ana, cinco pasos atrás -¿Qué pasa?
Ella me susurra: -¡Por favor! No seas idiota y ofrecete a llevarlo a su casa con las bolsas.
-Pero estoy pasando el rato con vos.
-Bueno, no es que vayan a tener sexo en el auto o algo así, ¿o si?
-Ana... - le doy una mirada de advertencia.
-Espero que tengas preservativos, los hombres pueden ser descuidados...
-¡Ana!
Se encoge de hombros.
-Sólo digo. En serio, deberías hacerlo. Él es lindo, sexy.
Miro lo más discretamente en dirección a Luca. Ah, sí que es lindo y sexy. Incluso con una sudadera puesta se le nota que tiene... los músculos marcados. Sí, muy superficial, pero también es una buena persona, hasta donde sé.
-¿Y bien?
-Pero ¿y vos?
-No importa, si es necesario me voy. No es como si yo nunca te hubiese dejado tirada por un chico.
-No me refiero a eso, sino a que quizás sea incómodo.
-Deja de decir idioteces, andá e invitalo a hacer las compras.
Niego con la cabeza y ella me lanza un beso.
Vuelvo a donde Luca, que está mirando diferentes tipos de edulcorantes, como si fuese un partido de fútbol.
-Siempre es mejor la stevia. - le señalo el edulcorante con etiqueta verde. Él me mira con el ceño fruncido y una sonrisa. Le devuelvo la mirada y levanto una ceja, y él se pasa la lengua por los labios y aclara su garganta.
-No me estoy burlando ni nada por el estilo.
-Ah. Bueno, más te vale.
-¿Por qué?
-Qué sé yo. Sólo... más te vale. Como sea. Compra tranquilo, yo te alcanzo hasta tu casa, o donde necesites.
-No es necesario.
-Mira, no es como que soy una loca y una vez sepa dónde vivís me vayas a cruzar más seguido porque voy a ser una acosadora que tenga las paredes de su cuarto lleno de tus fotos yendo a comprar, subiendo al auto o cualquier cosa.
-Okey, tranquila. Acepto.
-Genial. ¿Vas a hacer las comprar con nosotras?
-No, no quiero molestar. Te espero cerca de la salida que da al estacionamiento.
-No molestas... - mierda, vaya manera de parecer desesperada-. Es decir, si no queres está bien.
-No te preocupes. Nos vemos en un rato. Y gracias.
Asiento y me doy la vuelta para juntarme con Ana y evitar que siga llenando el carrito de cajas de cereales.
-Amelia...
Me giro, esperando que no se note cuánto me afectó escucharlo decir mi nombre: -¿Si?
-¿Vas a darme tu número de teléfono...?
Sonrío.
-Digo, en caso de que me demore un poco más comprando o no me encuentres.
-Creo que voy a saber encontrarte.
Hago una seña, refiriéndome a su cara. No lo entiende, y frunce las cejas.
-¿Ah, si? ¿por qué?
-Digamos que sos... llamativo.
Sus cejas se alzan: -Está bien... De todos modos, creo que me debes tu número.
-Lo prometido es deuda, y lo bueno se hace esperar. ¿Te suenan esos dichos?
-Sos malvada. Voy a esperar si lo juras por el meñique.
El tiende su dedo hacia mi. Me acerco y aferro su dedo con el mío. Con la cercanía puedo notar sus ojos azules, pero diferentes a cómo estaban la última vez, como más grisáceos esta vez. Puedo oler su perfume. Me sonríe. Suspiro.
-Prometido, bajo juramento de meñiques.

-¿Por qué no le diste tu número la primera vez que te lo pidió?
-Porque, obviamente, quiero que insista para saber si en serio lo quiere.
-Creo que sabe lo que quiere. Es maduro, fíjate que tiene una hija.
-Bueno, eso es totalmente erróneo. Soy el claro ejemplo de que un hijo no hace madurar a los padres.
-Tus "padres" no cuentan, son estúpidos.
-Cierto.
-A lo que iba, es que en las pocas veces que se vieron (según me dijiste) demostró ser buen padre, maduro, por lo tanto, buena persona, de buenas intenciones. ¿No?
-Supongo, pero no le va a hacer daño insistirme un poquito.
-No lo dejes escapar.
-¿Vos no me estabas alentando a que esté con Gerónimo hace unos días?
-Sí, bueno, pero también dijeron que no era tan serio. No están mal las opciones.
-Ana, son personas, no prendas de vestir.
-Como sea.

Terminamos nuestras compras y cuando terminamos de pagar, nos dirigimos al estacionamiento. Visualizo a Luca apoyado en una pared, mirando su celular y sonriendo. Tiene algo que es magnético para mí. Me atrae de una manera en la que nunca me sentí atraída, y eso me asusta, sobre todo porque se siente como si lo conociera, como si fuese una sensación que siempre estuvo y recién ahora descubro.
-¿Vamos?
Él levanta la mirada: -Sí. ¿Las ayudo con las bolsas?
-No.
-Sí.
Miro a Ana y ella levanta los hombros.
-¿Qué? Están pesadas.
-Ponelas en el carrito que tiene él, es más simple.
-Perdón por aprovechar la caballerosidad.

Después de acomodar por separado las bolsas de cada uno en el maletero. Al abrir el auto, Ana se sienta atrás, dejando en el asiento de copiloto a Luca. Perra.
Le pido a Luca que ponga su dirección en el GPS y me sorprende la poca distancia que hay entre nuestras casa, cosa que no menciono y espero que Ana tampoco. Sólo me cuesta un poco confiar, y más si es la ubicación de mi domicilio.
A mitad de camino se larga a llover con furia, otra vez. La conversación gira entorno al clima y temas triviales al azar. Cuando llegamos a destino, le pregunto si quiere que lo ayude a bajar las bolsas, se niega, carraspea y me dice:
-Gracias por traerme. - da una mirada a Ana -Y... ¿vas a darme tu número?
Veo por el rabillo del ojo a Ana haciendo señas, la ignoro.
-Dame tu celular.
Se le ensancha un poco más la sonrisa y me da su celular. Tiene de fondo de pantalla una foto de Zoe abrazándolo fuerte por el cuello. Entro al teclado numérico y tecleo mi número, lo guardo como Ames. Me gustaría escucharlo decirme así.
-Listo.
Asiente. -Bien. Eh... - duda un momento y me da un beso en la mejilla. -Gracias. Un gusto conocerte, Ana.
-Puedo decir lo mismo.
Cierro los ojos, ella es increíble. Abro el maletero con el mando a distancia y lo cierro cuando escucho el golpe que da para avisarme que ya terminó de sacar todo, ya que es imposible ver con tanta lluvia.

-Ése chico si que es lindo. Es como un actor, un modelo.
-¿Vas a ayudarme a guardar las cosas?
Revolea los ojos y se pone a ayudarme.
-No cambies de tema.
-No cambio de tema, ya te dije que sí, que es lindo. Muy lindo.
-¿Para qué compraste leche infantil?
La miro. -Yo no compr...
Me queda viendo, esperando mis respuesta hasta que entiende.
-Aaah. ¿Y si la necesita?
-No tengo cómo decirle.
Otra vez, me mira, esta vez hasta que yo comprendo lo que ella está incentivando que haga.
-Ya, ya. Voy a llevarsela.
-¡Sí! No te preocupes por mi, hay comida, hay tele y buena compañía perruna.
Agarro mis cosas y la bolsa con la leche y otras cosas.
-Ya vuelvo.
-O no.
-Callate, Ana.

Antes del amor [en proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora