Noches nevadas

268 30 1
                                    

Nunca pensé que viviría todo esto en mi adolescencia, es extraño, tan solo basto unas cortas noches bañadas de blanco para hacer revuelco a mi vida y sacarme de mis habituales rutinas nocturnas las cuales eran aburridas. 

Desde ese día, un 31 de marzo, cuando tenía 14 años, lo conocí, conocí a este chico de cabellos dorados, piel blanca y adornada con unas sutiles pecas, labios rosa pálido, y unos extravagantes y hermosos ojos azules, con un toque dorado que llamo mucho mi atención, conocí a este chico que puso mi mundo patas arriba.

Fue en esa noche que sucedería un acontecimiento astronómico, la llamada Luna Azul. 

Con mi padre y mi hermana decidimos observar el cielo esa noche desde el jardín de nuestra casa, acomodamos una colchoneta, una carpa, sillones cómodos y unas cuantas sabanas para el frió, estaba nevando, pero nada nos detendría, pues el cielo nocturno nos recordaba a mamá, y con él nos sentíamos acompañados de su presencia espiritual. También saque de mi habitación el telescopio que me regalo mi abuela a los 8 años; se podría decir que es el instrumento más preciado que tengo en la tierra, adoro ver las estrellas y constelaciones desde el ventanal de mi cuarto, pero este era un momento especial, así que lo puse en el pasto blanquecino del jardín.

Estábamos preparados para la larga y fría noche, donde pudiésemos apreciar a este magnífico fenómeno, y digo larga porque hasta ahora eran las 6:30 pm, por lo que habría que esperar un buen tiempo.

- ¡Papá tengo frio!, ¿no tienes nada calientito para tomar?

- No, lo siento Tricia, pero tu hermano se bebió todo el café de esta mañana.

- Puto Craig tragón.

Me dijo mi hermana con un puchero, yo solo le di una sonrisa maliciosa, para luego mostrarle la lengua y ella me respondió con una seña obscena.

- Bueno ya, respétense.

- ¡Pero papá! ¡Tengo mucho frio! - reprocho temblando de frio- ¡dile algo a Craig!

- Y que se supone que haga yo enana, no puedo hacer nada así que te jodes.

Papá suspiro ya cansado de vernos pelear.

- Basta Craig, no le hablas así a tu hermana... ¿porque no te disculpas comprándonos café en la nueva tienda que está en la esquina?, nos harías un gran favor.

- Tsk! –

Me levanté de mi asiento y mi padre me entrego el dinero, seguido a esto salí de mi hogar, no sin antes ver como mi hermana me hacía muecas mientras me iba, era una cínica. Estaba caminando en dirección hacia la nueva cafetería del pueblo, hace una semana que los dueños se habían mudado aquí, pero nosotros no habíamos tenido la oportunidad de visitar el lugar aún, iba a ser la primera vez que probábamos de su café.

Sin duda alguna estaba haciendo demasiado frio en South Park esa noche, recuerdo que era la noche más fría y nevada que haya podido presenciar, pero no solo eso, era también la más rara, porque, cuando llegue al mi destino, vi a este chico de mi edad, sentado en el andén, con una taza de café en la mano y murmurando un montón de cosas extrañas que yo, por mi distancia no comprendía, me sorprendía el hecho que no temblara, pues no llevaba un abrigo o unos guantes, solo una delgada camisa verde mal abotonada y unos jeans. 

Su cabello estaba despeinado y un poco cubierto de nieve que caía del árbol del cual él estaba resguardado, no me había atrevido a acercarme para conocerlo, lo menos que quería era eso, me parecía muy extraño y problemático, yo solo trataba de no relacionarme con los tipos así, ya suficiente tenía con el estúpido grupo de Stan como para involucrarme con un extraño desconocido, así que seguí con mi objetivo de comprar 3 cafés calientes y entre al local, me recibió un señor de cabello castaño y ondulado, a primera vista agradable y una mujer a su lado quien limpiaba las vitrinas de los postres.

Noches NevadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora