Mi corazón, detenido anteriormente por la inesperada aparición de Kane, reanuda su marcha y con cada segundo su ritmo se incrementa hasta el punto de llegar a creer que podría saltar fuera de mi pecho.
Las manos de Kane mantienen el arma sujeta con firmeza, sus fuertes brazos extendidos, su espalda recta y sus piernas ligeramente separadas. Su sencilla camiseta blanca de manga corta es azotada por el viento y, entonces, pienso que la frialdad de sus oleadas debe estar cortando su piel de forma dolorosa.
Mis ojos se clavan en los suyos. La ira llamea en sus profundidades mientras observa la mano de Falcón agarrando mi muñeca.
De repente, me doy cuenta de algo. Su rostro está terriblemente pálido, más de lo habitual. Sus ojeras, oscuras y densas, destacan incluso desde la distancia. Su perfil está tenso y esa rigidez se extiende por todo su cuerpo haciéndolo parecer una estatua congelada en el lugar. Entonces, recuerdo el profundo trauma de Kane... su miedo a las alturas. Un miedo que en estos momentos debe estar en su punto álgido pues nos encontramos en una azotea a trece pisos de altura.
— Kane —su nombre sale con un ligero deje de temor y preocupación a través de mis labios.
Abruptamente, Falcón comienza a reírse y sus carcajadas incrementan los nervios que se remueven en mi interior.
— Vaya, vaya, vaya... —se jacta —. El amante hace su aparición. ¿No es gracioso? —me pregunta Falcón con una tonalidad burlona impregnando su voz —. Kane Velkan.
— Suéltala —repite Kane con los dientes apretados.
Una única palabra cargada de tensión que hace que los dedos de Falcón se presionen más fuertemente alrededor de mi muñeca. Trato de zafarme de nuevo, pero él no me suelta. Su mirada parece incapaz de apartarse del hombre que lo apunta con una brillante pistola negra.
— ¡Míralo! Está tan preocupado por ti —ríe de nuevo —. No tiene ni idea de quién eres... qué somos...
— Cállate, Falcón —le advierto clavando mi mirada en sus angulosas facciones. Sus oscuros ojos azules brillan emocionados y me tenso bajo la presión de su fuerte agarre —. ¡Kane! ¡Márchate!
— No voy a irme a ninguna parte —responde él contrariado por mi petición —. No hasta que él te suelte y se aleje de ti.
Cierro mis ojos durante unos breves segundos. La situación no podría ser peor. Falcón contaminado por el rencor, el resentimiento, su obsesión por mí y Kane absorto en su necesidad de mantenerme alejada del tipo de hombre que más odia, alguien demasiado parecido a su propio padre.
El viento sopla con más fuerza a nuestro alrededor removiendo mis cabellos que se colocan frente a mi rostro entorpeciendo mi visión.
— Red debe ser muy buena en la cama... —comenta Falcón con diversión a mi lado —. Te tiene completamente atrapado por lo que puedo ver —Entonces, Falcón tira de mí y me presiona contra su costado. Su cercanía remueve mis tripas causando una intensa sensación de nauseas —. No eres más que un necio, Kane Velkan. Ella está jugando contigo.
La mirada de Kane se endurece mientras sus ojos se clavan en los míos.
— Eso no es cierto — intervengo sosteniendo su oscura mirada.
— Por supuesto que lo és —me contradice Falcón con su habitual sonrisa llena de falsedad. Un gesto estéril que llena su atractivo rostro y que me provoca más frío que el que genera el viento a nuestro alrededor —. Piénselo, agente. Ella es una mujer prometida, hija de uno de los hombres más poderosos de toda la ciudad. ¿Por qué centraría sus atenciones en un hombre tan lamentable como usted? ¿Ah? —le pregunta a Kane, pero en cierta forma es como si sus cuestiones no fuesen dirigidas hacia él sino hacia mí —. Un aburrido agente de policía, con mínimo sueldo, un pequeño apartamento en una parte poco destacable de la ciudad y aspecto miserable. ¿Por qué haría algo así cuando ya lo tiene todo? —con cada palabra, su falsa sonrisa va disminuyendo hasta que su boca forma una línea recta. Después, Falcón me mira quitándose la máscara que siempre porta y dejando ver su verdadera cara —. ¿¡Por qué!?
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La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...