MANUEL A. CARREÑO
MANUAL
DE
CARREÑO
“URBANIDAD Y BUENAS MANERAS”
“USO EXCLUSIVO VITANET,
BIBLIOTECA VIRTUAL 2005”
DEBERES MORALES DEL HOMBRE
CAPÍTULO PRIMERO
DE LOS DEBERES PARA CON DIOS
Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la
creación y contemplar instante los infinitos bienes y comodidades que frece la tierra, para
concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios, y todo lo que debemos amor, a su
bondad y a su misericordia.
En efecto, ¿quién sino Dios ha creado el mundo y gobierna, quién ha establecido y
conserva es. orden inalterable con que atraviesa los tiempos la masa formidable y
portentosa del Universo, quién vela incesantemente por nuestra felicidad y la de todos losobjetos que nos son queridos en la tierra, y por último quién sino Él puede ofrecernos, y nos
ofrece, la dicha inmensa de la salvación eterna? Sómosle, pues, deudores de todo nuestro
amor, de toda nuestra
gratitud, y de la más profunda adoración y obediencia; y en todas las situaciones de la vida
en medio de los placeres inocentes que su mano generosa derrama en el camino de nuestra
existencia, como en el seno de la desgracia con que en los juicios inescrutables de su
sabiduría infinita prueba a veces nuestra paciencia y nuestra fe, estamos obligados a
rendirle nuestros homenajes, y a dirigirle nuestros ruegos fervorosos, para que nos haga
merecedores de sus beneficios en el mundo, y de la gloria que reserva a nuestras virtudes en
el Cielo.
Dios es el ser que reúne la inmensidad de la grandeza y de la perfección; y
nosotros, aunque criaturas suyas y destinados a gozarle por toda una eternidad, somos unos
seres muy humildes e imperfectos; así es que nuestras alabanzas nada pueden añadir a sus
soberanos atributos. Pero El se complace en ellas y las recibe como un homenaje debido a
la majestad de su gloria, y como prendas de adoración y amor que el corazón le ofrece en la
efusión de sus más sublimes sentimientos, y nada puede, por tanto, excusarnos de
dirigírselas. Tampoco nuestros ruegos le pueden hacer más justo, porque todos sus atributos
son infinitos, ni por otra parte le son necesarios para conocer nuestras necesidades y