Le pedí que se quedara

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  Le pedí que se quedara, te lo prometo. Le pedí que se quedara y, aun así, se fue. Luego entendí, que quien quiere quedarse, no te obliga a que se lo pidas. 

 Le pedí que se quedara porque no quería conocer a nadie más, porque lo que me había hecho sentir a kilómetros de distancia, ninguna persona a milímetros lo había conseguido, porque era yo, abierta en canal y de corazón.

 Se fue, sin decirme cuándo ni adónde, desapareció de mi vida de repente, como una vez entró en ella.

 La diferencia fue que, en esta, no hizo apenas ruido. No se escuchó siquiera un portazo y no vi ninguna nota de despedida.

 No sé por qué lo hizo y si piensa volver algún día, pero si lo hace, que sepa que tiene la llave de mi desastre debajo del felpudo.

 Que no hace falta que llame a la puerta, que puede entrar cuando quiera. Decidle que, si no estoy, que me busque en aquel sitio donde solíamos perdernos

. Que yo estaré allí, con todos nuestros recuerdos y sus ganas de querer, que si las quiere de vuelta, se las pienso devolver. 

 Que le creí cuando me dijo que nunca se iría y ahora estoy yo deshojando margaritas esperando la respuesta a la pregunta de si me sigue queriendo. No sólo le pedí que se quedara, deseé ver en sus pupilas que lo haría, pero por desgracia y no por suerte, sólo vi unos ojos que no me miraban. 

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