Nihilismo Somático

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Toda historia tiene un comienzo, pero la mía empieza con un final, uno que nunca llega pero que siempre está, ineludible, al acabar el día. Cierro los ojos con parsimonia, esperando su llegada, su suave susurro, su lento beso, pero nada, imposible. La brisa de los recuerdos me remueve el pensamiento al aire, intangible y salvaje bajo la luz de las bombillas apagadas de mi habitación. ¿Qué por qué tanta contradicción? No lo sé, es mi vida, es poética, cruel y vacía, pero poética a fin de cuentas. Uno se refleja en su obra dicen, es curioso porque muchos escriben para evadirse, pero no pueden evitar plasmar lo que son siendo lo contrario. Más contradicciones, perfecto. 

Las horas pasan en este eterno monólogo, minutos tal vez, pero se me hacen eternas al escucharme. Lo único peor que aguantar a un pedante es serlo, no puedes ignorarte y evitarte eternamente. Aun así disfruto mucho estas charlas, asumiendo en la confidencialidad de la noche lo que no se atreve a aceptar en el día. Mi sonrisa gastada descansa en la mesilla, esperando lucir nueva y verdadera alguna vez en esta vida. El mundo se viene abajo, se hunde y a mi con él, abrazados juntos con cadenas de carne y seda.

Tardo unos minutos en reaccionar, en descubrir la verdad tras el velo negro de mis párpados, estoy soñando. Morfeo al fin a cogido mi llamada, aunque esta negrura demuestra que me ha dejado en espera. Otra noche vacía, sin sueños, solo un mar de oscuridad intangible. Diría que estoy harto, pero mentiría, diría que me aterra, pero me calma, diría muchas cosas, pero mis labios están sellados, salvo por el acompasado ritmo de mi respiración. 

Me siento, en la nada, con las piernas cruzadas y la espalda encorvada. Medito, espero, no lo sé, pero mantengo esta postura mientras supongo que el tiempo pasa a mi alrededor, si es que existe en este lugar. Las sombras me miran y me juzgan, me gritan y acusan en el silencio de la nada, vacías, carentes de inicio y de fin, son mi mente, es mi mente, son nada, soy nada. Una sombra mas en un mar de sombras, un recuerdo de lo que fui y llegué a ser, un vacío tan grande como el que germina en mi interior. 

Eres frío, me acusa, eres borde, desalmado y egocéntrico, no hay reproche ni maldad en su voz, mi voz, solo muerta realidad. Ayudo a gente, argumento sin abrir los labios, sonrío, disfruto, salgo de vez en cuando, vivo la vida como buenamente sé. Ese es tu problema, mi problema, que solo vives día a día, fingiendo saber lo que haces o importándote una mierda lo que harás. La sombra toma mi forma, difusa y distante, pero mía a fin de cuentas. Se acerca lentamente, da vueltas a mi alrededor, rondando en mi pensamiento como una idea rayada en bucle. Antes eras fuerte, frío, distante, apático e insensible, pero fuerte, me ronronea al oído. Tal vez no fueras el más feliz, pero no sufrías, y aquí estas, apoyándote en mi en los momentos de soledad y dificultad, anhelando mi abrazo como algo mas que una sombra del pasado, como una luz de tu futuro. Eres un eclipse, suspiro, no iluminas ni calientas, solo tapas y como mucho reflejas la hermosa luz de otros. Y aun así me anhelas, porque sabes que soy fuerte, porque sabes que soy tú, susurra la sombra a mis espaldas.

Este diálogo, monólogo, se vuelve confuso, no se donde empiezo yo y acaba él, yo. Sigue merodeando, ofreciéndome la dulce melancolía de la que soy adicto y el cálido abrazo de su sonrisa mordaz. Se que le he llamado yo, se que lo añoro más de lo que deseo admitir. Pero también se porque le desterré, no es humano, no es real, solo la muerte del alma malherida.

Me tiende una mano confiable, me levanta y me da un abrazo. Mi corazón, su corazón, se estremece, somos uno, dos, pero solo yo respiro. Se lleva una mano al vientre mientras titubea pasos hacia atrás, sangre gotea de su mano, desde su tripa, para perderse el vacío de su sonrisa aun mordaz. Me necesitas... susurra mientras mi mano le dispara a bocajarro entre las cejas, una dos, tres balas, cae al suelo inexistente, manchado de sangre inerte. Mi dedo humea traición, baja lentamente apuntando a su corazón, mi corazón.

No.

Su cuerpo se sacude por ultima vez con mi ultimo disparo, mi ultima palabra. Su cuerpo.

Su sangre salpica mi cara y cae lentamente desde mis ojos hasta mi mejilla, la cual besa con cariño en forma de tibia lágrima. Cae al infinito y mi mirada muerta mira mi muerto cadáver. Realmente disfruto estas conversaciones.

El despertador suena, un disparo, dos, tres. Uno mas antes que me enterara, otro después de levantarme. Mi mano pulsa el botón y su estridente susurro se acalla bajo mis dedos, muere, desaparece. Me visto y desayuno, salgo a la calle y encuentro a un conocido.

Buenos días, digo mientras sonrió cálidamente y empieza una nueva mañana.

Buenos días.

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