Capítulo 6

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-¡Sube! -la música mezclada con la voz de Amy sonó feliz por el pequeño parlante de la entrada de su edificio

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-¡Sube! -la música mezclada con la voz de Amy sonó feliz por el pequeño parlante de la entrada de su edificio. La chicharra de la puerta me indicó que estaba abierta y entré.

Amy vivía en un hermoso piso en West Village. Su esposo, Greg, era uno de los fotógrafos más respetados de Nueva York y se habían conocido en una de sus exposiciones, cuando él recién comenzaba su carrera. Poco a poco ambos fueron creciendo en el mundo del arte, y él ya era reconocido por sus tapas en GQ y Vogue, lo que les había permitido mudarse y vivir como vivían: en un piso fantástico en un vecindario genial. 

Desde dentro del departamento se escapaba la música que se mezclaba con murmullo y risas. Abrí la puerta entornada y pasé. La sala estaba llena de gente, iluminada con luz tenue y algunas velas. Habían instalado una pequeña barra donde un grupo de mujeres esperaban charlando a que el barman les entregara sus tragos. Divisé a Greg, hablando divertido con un grupo de personas, y me saludó desde lejos. De entre la gente, Amy asomó la cabeza, sonriendo de oreja a oreja y moviendo uno de sus brazos en el aire, como si no pudiera verla.

-Cariño, estás hermosa. ¿Que te parece todo esto? -señaló su casa, que lucía completamente distinta a lo usual.

-Se ve todo genial. ¿Cómo pudiste organizar esta fiesta con tan poco tiempo?

-Oh, no es nada. Sabes cuánto me gusta recibir gente. 

-Se ve todo muy elegante -le guiñé un ojo, y repasé mi vestuario mentalmente para no sentirme fuera de lugar.

-Pura espuma. Son todos buenos amigos, creo que viste a la mayoría por lo menos una vez. ¿Qué quieres tomar?

-No te preocupes, puedo resolver eso yo sola. Tú ve y ocúpate de tu fiesta.

Me sonrió y me dio un beso en la mejilla antes de mezclarse entre la gente. Me aferré al clutch que traía entre las manos como si fuera mi salvavidas: me costaba un poco integrarme en las fiestas, y más aún si había venido sola. Me quedé unos minutos siguiendo suavemente el ritmo de la música, mirando a mi alrededor. Había algunas personas a las que había visto en otras de sus reuniones. Algunos amigos de Greg que reían a carcajadas, haciendo grandes gestos en el aire; la hermana de Amy, con su marido; y un grupo de amigas de ella que formaban una ronda conversando animadamente. Me estremecí sin poder evitarlo al ver a James entre ellas, sonriendo mientras una de las mujeres se aferraba a su brazo. Enderecé mis hombros y me dirigí hacia la barra, donde otro grupo de elegantes mujeres disfrutaba de la charla mientras bebían. Me abrí paso con dificultad y le pedí al barman una cerveza.

-¿Sólo una cerveza, linda? Ese vestido pide a gritos que me dejes prepararte una de mis especialidades -me guiñó un ojo. Para ser un barman, también era un cliché. El "linda" estaba de más, y ni hablar del gesto con el ojo.

-No creo que mi vestido pueda pedir nada, y mucho menos a los gritos. La cerveza estará bien -mi tolerancia para el alcohol y para las frases armadas era muy poca.

Dos corazones en guardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora