-¡Despierta, enana!
Abro los ojos con gran dificultad. Una luz cegadora hace que los vuelva a cerrar.
-Déjame dormir, joder- gruño y me tapo la cabeza con el edredón.
-No me voy a ir hasta que te levantes de ahí -dice antes de zarandearme.
-¡MAMÁ, ESTE INÚTIL NO ME DEJA EN PAZ! -chillo.
-Caleb, sabe levantarse ella sola, baja a desayunar. Y tú, dormilona, tampoco tardes demasiado en bajar.
Miro a Caleb y le dedico una sonrisa triunfante.
-Ya sabes. Abajo, imbécil.
Me fulmina con la mirada y se dirige hacia la puerta. Antes de salir me dedica un bonito gesto con su dedo corazón.
Me dejo caer en la cama. Suspiro. Hoy empiezo 2° de bachillerato. Me espera un largo curso, aunque no temo nada. Sé que me lo voy a sacar sin muchas dificultades. Pero lo que me disgusta es que ahora tocará madrugar cada maldito día y bueno, yo eso no lo llevo demasiado bien. Con lo que me gusta a mi dormir.
Me levanto de la cama, me miro en el espejo. Una chica de pelo negro y ojos azules claros me devuelve la mirada. Delgada, tal vez demasiado, alta, de piel pálida. Suspiro de nuevo. Me acerco al armario y recorro con mirada pensativa las prendas que yacen colgadas ahí. Me decido por unos sencillos vaqueros desgastados, una básica blanca y una sudadera gris con el número 35 grabado en el centro. Me pongo mi anillo. Sin este anillo no puedo salir de casa. Es como si fuera mi amuleto de la suerte, sin él me siento medio vacía. La anécdota de cómo lo conseguí es bastante interesante.
~
Hace año y medio iba paseando con mi perro Jack -el cual ya no está a mi lado- en un parque a poca distancia de mi casa. Jack se paró a hacer sus necesidades y yo mientras ojeé los alrededores. Vislumbré a lo lejos un banco y en él, una figura. Decidí acercarme.
-Vamos, Jack. Muévete.
Nos dirigimos hacia el banco. A pocos metros, pude ver que era un chico. Estaba tendido en el banco, vestido totalmente de negro. Sudadera negra, vaqueros negros y converse negras. Llevaba la capucha puesta, pero pude ver que tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos. ¿Está muerto?, pensé con horror. Me acerqué un poco más. Percibí con alivio su respiración.
Y de repente, abrió los ojos. Eran de un precioso verde lima. Me dejaron sin aliento. Se incorporó lentamente sin mirarme. Me di cuenta de que su pelo era negro. Tenía un flequillo que le tapaba un poco los ojos.
-¿Qué haces aquí? -habló con una apenas audible voz. Seguía sin mirarme.
-Eh, yo -no sabía que decirle, me había pillado totalmente desprevenida. Carraspeé. -Pasaba por aquí y te ví. Sinceramente, pensé que estabas muerto. No quería molestar -contesté tímida y volví por donde había venido.
-Nos volveremos a ver, estoy seguro -dijo con voz apagada.
-¿Cómo que nos volv..? -empecé a decir mientras me giraba para mirarlo, pero me quedé muda al ver que no quedaba rastro de él excepto un anillo.. Me acerqué confundida, miré a todos lados, pero seguía sin haber señal de ese chico. Fui a cogerlo, pero al tocarlo me dio un calambre. Aparté la mano rápidamente. ¿Qué cojones? Y de repente, vi como un extraño velo lo envolvía. Era apenas visible, pero ahí estaba. Volví a intentar cogerlo y esta vez no hubo calambre. Con cuidado, me lo coloqué en el dedo anular. Se trataba de un anillo de metal, en forma de garras de lobo que se enlazaban alrededor del dedo. Los detalles estaban muy bien definidos.
Y desde entonces, lo llevo siempre. Mis padres, especialmente mi madre, estaban disgustados. Mi madre me decía que me quitara esa extraña sortija, pues supuestamente le daba "malas vibraciones" y mi padre simplemente le daba la razón. Acabaron acostumbrándose.
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Devastación
Teen FictionLa vida de la chica de pelo negro como el tizón y ojos azules claros dará un giro violento e interesante al encontrarse, de nuevo, con el misterioso chico de ojos verde limón peligrosamente hermosos, el cual también tendrá que lidiar con todos sus s...