Prólogo.

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Existen muchos Multiversos, rutas alternas a las que tú podrías conocer, algunos parecen simplemente irreales. Lejos del lugar donde habitas, pero más cercano de lo que parece, existe un mundo, un mundo donde humanos y monstruos viven en total armonía, un mundo que muchos podrían describir como mágico.

Es verdad, todos los Multiversos son mágicos, llenos de monstruos con diversas habilidades y poderes, pero hay algo distinto en este Multiverso, aquí no hay AUs. Es un mundo totalmente simple, como cualquier otro, pero es precisamente eso lo que lo convierte en algo mágico.

Este mundo es la viva representación de todo el Multiverso, fue creado por un ser totalmente desconocido, pero quien lo haya creado debió ser alguien sumamente inteligente, pues creó una paz increíble, un amor precioso, aquel ser superior sin nombre ni género determinado. Esta poderosa entidad que muchos representan como una luz de vida y esperanza creó un mundo, uno con el cual no volvería a sentir soledad en su enorme vacío, pero, ¿era suficiente? No para este ser. Su nuevo mundo no hablaba, no jugaba, no respiraba, no tenía vida, eso era aburrido.

Entonces, esta entidad decidió lanzar seis rayos de luz, los cuales se estrellaron en el centro de este mundo, formando una gran montaña que los llevó directamente a los cielos. De este colapso entre el nuevo mundo y sus rayos de luz, se formó vida. Cada uno de los rayos se combinaron con distintos elementos, todos tomaron colores propios, comenzaron a formar un cuerpo propio. La poderosa entidad, asombrada por lo que había hecho, no quiso detenerse, por lo que le dio un empujón a cada uno de ellos, pero, ¿qué utilidad podría darles a sus nuevos descubrimientos?

Pasaron los días, luego las semanas, siguieron las semanas y él jamás se enteró el momento en el que todo eso se transformó en años, pues no importaba el tiempo que transcurriera, no había nada que le preocupara. Al menos así fue hasta que sus pequeños rayos de luz comenzaron a perder poder, comenzaban a desvanecerse, sin propósito, sin utilidad.

La solitaria entidad, desesperada por salvar a sus mejores creaciones, jugó contra todas las reglas que cada gobernante de un Multiverso debía respetar, y se introdujo al reino de otros. Observó con cautela lo que ocurría en los demás Multiversos, leyó y aprendió lo suficiente como para saber cómo hacer de su pequeño planeta un lugar perfecto.

Un año después de una larga experiencia, regresó a su propio y solitario Multiverso, esperando encontrar a sus pequeños rayos aun brillando. Los encontró, pero entendió que debía darse prisa, pues uno de los rayos había estado absorbiendo la luz de los demás para sobrevivir, por lo que su color cambió de amarillo a un potente y brillante blanco, había otros dos que se encontraban casi igual que la última vez que los vio, parecían intentar controlar bien su energía. Sin embargo, los otros tres perdían su luz, dos de ellos estaban algo apagados, pero vivían, por otro lado, aquel rayo en especial le preocupaba, ya no había luz en él, ya no había ni el más mínimo brillo, estaba apagado y alejado de los más brillantes, pero vivía, eso sólo alimentó más su curiosidad.

Sin perder más tiempo, la entidad decidió poner a prueba cada uno de sus conocimientos, por lo que tomó uno de los rayos que aún brillaban y le ayudó a tomar una forma que había visto muchas veces en cada uno de los Multiversos, su primera creación, una solitaria cabra que le miraba, expectante por saber su propósito en un mundo donde sólo ella vivía. La entidad, orgulloso de lo que había hecho, le encargó a su primera hija una de las misiones más importantes, crear vida. Ese sería el comienzo de todo.

Ella obedeció a la desconocida entidad que la ayudó a formarse, con mucha imaginación creó vida, toda la que se le podía ocurrir, creó humanos, animales, plantas y creaturas totalmente aleatorias. Con las hojas de los árboles se vistió a ella misma y a cada uno de sus pequeños. Pronto esos pequeños fueron demasiados, pronto comenzaron a sentirse mal y nunca más se recuperaron. La entidad decidió que era momento de utilizar un segundo rayo, por lo que se apresuró en tomar a uno de los que se apagaban y, de la misma forma que con su primogénita, le dio forma y un propósito.

The hatred of the Moon 〖NightError〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora