-¿Quieres ser mi novia?
Aquellas palabras me destrozaron. Un conjunto de emociones se crearon dentro de mí. Estaba triste y enfadada a la vez.
¿Dónde quedó aquello que me prometiste, Nam?
Ver cómo ella lo besó, dando a entender que aceptaba su propuesta, me dolió.
No soportaba la imagen de verlo a él, feliz, con otra chica. Tal vez fuera algo egoísta de mi parte, pero tenía mis motivos.
Me fui de aquella habitación, para ir al jardín. Allí, me senté en la hierba, y largué a llorar.
¿Por qué me haces esto?
Lloré hasta más no poder. Sentí una presencia al lado mía, pero decidí no mirar para saber quién era.
-¿Sook, podemos hablar?
Era él.
-Sook, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?
No Nam, no lo estoy. Acabas de romperme el corazón.
-Sook, por favor, respóndeme. -Sacudió mis hombros, y lo aparté violentamente con el brazo. Entonces, volví a llorar de nuevo. - Soy tu mejor amigo. Puedes contarme lo que te pasa.
-¿P...por qué, Nam? ¿Por qué? - Lo miré a los ojos. - ¿Por qué rompiste la promesa? - Me miró extrañado.
Lo sabía. Se había olvidado.
-¿Qué promesa, Sook? - Preguntó.
-Aquella que me prometiste que ibas a cumplir. Pero, ¿sabes qué? -le dije, levantándome. - Olvídalo. Eres un idiota.
Iba a irme, pero cogió mi brazo, y me atrajo hacia él. Mi estómago se encogió. No era justo.
-Sé a que promesa te refieres. Aquella que hicimos hace años. - Intenté mirar hacia otro lado, pero cogió mi mentón con su mano, obligándome a mirarlo a los ojos. - Pero no todo se puede cumplir. Las personas cambiamos. Y nuestros sentimientos también.
Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, por tercera vez.
-Sook, tienes 23 años. Madura de una vez. No seas egoísta e infantil.
Perdona, ¿qué acabas de decir?
-¿¡Qué madure de una vez!? ¡Entonces no me ilusiones con promesas que no vas a cumplir, idiota! - Le metí un guantazo bien fuerte en la mejilla, y salí corriendo.
Que estúpida fui por creerte.
Bien jugado, Nam.Corrí, y corrí, lo más deprisa que pude, sin ningún rumbo fijo. Finalmente, acabé en el parque donde Namjoon y yo solíamos jugar cuando éramos pequeños.
Una pequeña parte de mí esperaba que él hubiera salido a correr detrás mía, para alcanzarme, y disculparse.
No me digas adiós.
Pero, obviamente, eso no ocurrió.
Me senté en el columpio, aprovechando que estaba vacío, aunque, total, a estas horas no había nadie en el parque.
En frente, vi la pequeña casita donde hicimos aquella promesa. Hace años, estaba como nueva, y era tan bonita que Nam y yo teníamos que llegar los primeros para que ningún otro niño nos quitase el sitio.
Pero con el paso de los años, empezó a deteriorarse. Aún así, no le quitaba el encanto que transmitía a todo aquel que entraba por la minúscula puerta.
