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YUGYEOM

Probablemente podría caminar a Seúl.

Si tuviera zapatos. Y si no hubiera toda esta nieve.

Cuando Jin me dijo que me fuera, cuando me culpó por el punto muerto, yo quería discutir, pero sus padres estaban corriendo hacia nosotros, y tenían pánico, y yo no sabía lo que estaba pasando. ¿El agujero se había tragado toda su casa? ¿Todo el estado?

Me giré para correr de nuevo al bosque (pero estaba prendido fuego. Por mí. Por mi magia. Y yo no podía hacer nada para detenerlo, porque ahora yo no tenía nada).

—¡Vete! —Jin dijo de nuevo, así que lo hice. Corrí. Llegué al camino, y mis pies se estaban entumeciendo por el frío, pero yo seguí corriendo. Por el largo camino. Hacia la carretera. Lejos de él. Mi magia vuelve a mí toda junta de golpe y me manda al suelo, temblando. Si solo tuviera mi varita. O un móvil...

Estoy de rodillas en la nieve alado de la carretera.

Yo puedo hacer esto, creo. He hecho esto antes. Solo tengo que quererlo. Tengo que necesitarlo.

Pienso en irme, en llegar a Bambam, pienso en mi magia llenándome y tirando mis hombros. Y entonces siento que rasga a través de la pijama de Jin.

Dos alas grandes y huesudas.

No hay plumas en esta ocasión, debo haber estado pensando en algún dragón.

Estas alas son de color rojo y curtidas con puntas grises en las bisagras. Se expanden tan pronto como pienso en ellas, y me levanto de la nieve. Arranco los restos de mi camisa de franela, y no pienso en cómo volar.

Solo pienso en donde quiero ir (Arriba. Lejos), sucede. Es más frío aquí arriba, así que pienso en la calidez, y mi piel comienza a calentarse.

La casa de Jin está debajo de mí, en la distancia. El fuego que empecé todavía está ardiente.

Pienso en apagar el fuego. Las nubes están llenas de lluvia helada (así que pienso en empujarlas hacia el bosque, y se van), y entonces pienso en Jin diciéndome que me vaya, entonces lo hago.

Y luego dejo de pensar.

BAMBAM

Mi hermana, Lalisa, fue la primera en llegar a la puerta. Lalisa oyó los golpes y pensó que fue el mismísimo Papá Noel.

Cuando abrió la puerta, Yugyeom cayó, y ella gritó. Yo no la culpo.

Parecía Satanás encarnado.

Alas masivas rojas y negras. Una cola de color rojo con una flecha negra al final.

Se había echado algún tipo de hechizo en sí mismo que le hizo brillar de color amarillo y naranja, y él estaba cubierto de nieve y escombros, y usaba los más sucios y elegantes pantalones de pijama.

Mis padres escucharon a Lalisa gritar y vinieron corriendo por las escaleras.

Mamá gritó, también. Y entonces papá gritó y luego aparentemente tuvo que mantener a mamá de lanzar maldiciones (pensó que Yugyeom estaba poseído o hechizado o que él se había convertido en Lucifer).

El resto de nosotros bajó corriendo las escaleras y luego (a excepción de Nichkhun, que no vino a casa, incluso para la Navidad). Vi a Yugyeom y corrí hacia él.

Ni se me pasó por la cabeza tenerle miedo.

Eso hizo que mis padres recuperaran la calma.

Mamá empezó a lanzar cálidos hechizos, y papá consiguió un recipiente con agua caliente y un paño para limpiar a Yugyeom. Estaba tan agotado, que apenas podía estar de pie. Él no podía ni siquiera decirnos dónde había estado. Supuse que había regresado a la casa de Jin.

Ayudé a mi madre y a mi padre a darle una ducha. Luego le pusimos algunos de los chándales de mamá, y ella trató de meter su cola en una de las piernas.

Estuve un rato tratando de conjurar el hechizo ¡Paparruchas! hasta que mi madre me mandó a callar.

—No está funcionando, Bambam.

—Pero funcionó la última vez.

—Tal vez no es un hechizo, —dijo papá—. Tal vez él se transformó.

—Tal vez él evolucionó —dijo Lalisa desde la puerta del baño— como un Pokémon.

—Ve a la cama, Lalisa —dijo papá.

—¡Estoy esperando a Papá Noel!

—¡Ve a la cama! —mamá gritó.

Mamá estaba lanzando hechizos, también: ¡A sus puestos! y ¡Volver al principio!

—Cuidado, Bora —dijo papá— lo convertirás en un bebé.

Pero ninguno de los hechizos de mamá surtió efecto en Yugyeom. Intentó lanzar hechizos en tailandés, también. (Ella no habla tailandés, nosotros hablamos un poco más que ella). Nada funcionó.

Pusieron a Yugyeom en mi cama, y papá pensó que debían llamar al Hechicero, pero mamá dijo que deben esperar para ver lo que Yugyeom quería que hicieran.

(Yugyeom parecía consciente, pero no decía nada. Y se negaba a establecer contacto visual).

Mis padres todavía estaban discutiendo sobre ello después de salir de mi habitación y cerrar la puerta.

—¡Ve a la cama, Lalisa! —gritó mi padre.

Me subí a la cama junto a Yugyeom y puse mi mano del anillo (la cual es mi varita) sobre sus alas rojas.

¡Paparruchas! —le susurré— ¡Disparates! —sollocé.

Moriré besando a Kim Yugyeom ► jingyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora