—Los monstros no existen, los monstros no existen, los monstros no existen —susurra una y otra vez con voz temblorosa.
Muy lentamente empieza a descubrirse la cobija para volver a mirar al closet y lo que ve en él lo sorprende. Lo que pensó que era un gran monstro negro y terrorífico solo era un abrigo que su padre había guardado ahí porque ya no tenía espacio en su closet.
—Qué tonto eres, Tim, ya estás grande para temerle a los monstros del closet —dice en voz alta Tim mientras se descubre completamente con gran alivio.
El miedo al monstro negro y terrorífico se esfumó una vez que se dio cuenta que era un abrigo, pero por si acaso, el pequeño Tim volvió a tomar el control para encender la TV aun sabiendo que su mamá le había dicho que se acostara cuando la aguja pequeña del reloj esté en el 10 y la grande en el 12 y ya esta gran aguja había hecho casi un par de giros y casi se encontraba con la pequeña en el 12. Tim nunca ha estado despierto hasta tan tarde.
—Lo siento, mamá —dice justo antes de encender la TV.
Desde hace dos meses su padre habría contratado el servicio de TV por cable y Tim estaba tan feliz cuando lo instalaron, pero solo pasaron un par de semana para que este se diera cuenta que no importa si era TV por cable o no, los episodios de su caricatura favorita siempre se repetían durante toda la semana y solo el domingo presentaban el siguiente. Tim pensaba que eso era injusto porque esperar una semana era demasiado. Aun así empezó a ver el episodio de Troyman y Los Guardianes donde este debe salvar al mundo de una invasión alienígena.
Pasada casi media hora, Tim se siente adormecido y cree que ya es hora de volver a apagar la TV. Mientras está buscando el control sobre capas y capas de cobija, lo piensa mejor y decide dejarlo encendido por si acaso.
—Los monstros no existen —se dice así mismo.
"Pero por si acaso, la luz de la TV me protegerá de ellos", piensa y renuncia a encontrar el control y deja encendida la TV.
*tec-teque-tec* *tec-teque-tec* *tec-teque-tec*
"¿Lluvia?", piensa Tim aún con los ojos cerrados. El sonido de la lluvia intenta llevarlo a la costa del mar de los sueños pero Tim vuelve a sumergirse en ellos.
—Tim, hijo, te caíste y te lastimaste la rodilla —escucha Tim decir a su madre—, debes tener más cuidado, hijo.
Tim mira a su madre sin comprender lo que le dice pero al momento siente un gran pinchazo en su rodilla izquierda, al fijar su mirada ve y siente la cálida sangre nacer en ella.
—Sí, mamá, tendré más cuidado la próxima vez.
—Tim, corazón, te volviste a caer y te lastimaste tu codo —escucha Tim decir a su madre—, debes tener mucho más cuidado, cariño.
Tim mira a su madre con confusión y justo siente un pinchazo en su codo derecho, al fijar su mirada en este, ve y siente la cálida sangre derramarse por su antebrazo.
—Sí, mamá, tendré más cuidado la próxima vez.
—Tim, mi amor, te volviste a caer y te lastimaste tu garganta —escucha Tim decir a su madre—, debes tener mucho más cui...
Tim se despierta abruptamente y se palpa su cuello en busca de sangre pero no siente nada, su cuello está sin ninguna herida. Luego, se toca el codo de su brazo izquierdo y nada. Finalmente, se toca su rodilla derecha y siente un gran alivio a que esta esté ilesa.
Quizá por lo confuso que está o por levantarse tan de repente, Tim vuelve a ver al closet y se cubre con su escudo protector, la cobija. Casi al instante de haberse puesto bajo la seguridad de su cobija, se reprime a sí mismo por ser tan miedoso.
—Los monstros no existen, los monstros no existen, los monstros no existen —dice Tim en voz alta, esta vez más para el cuarto, para el mundo, que para sí mismo. Y vuelve a descubrir su cabeza.
Al mirar de nuevo el closet, ve el abrigo y sonríe. —"Eres un tonto, Tim"— piensa. Justo después de pensar eso ve que el abrigo se mueve. Y se voltea.
—Hola, Tim, me llamo Randy. ¿Quieres seguir jugando conmigo? —dice un mimo con la sonrisa más desagradable que Tim haya visto nunca mientras hace girar una daga entre sus dos pulgares.
Tim va a gritar y el mimo se lanza sobre él tapándole la boca con su mano.
—Los mimos no hablan, mi pequeño Tim, y tú eres un mimo.
Tim no aguanta más y siente que la luz se va de su mundo, pero antes de desmayarse escucha:
—Los monstros sí existen, Tim, y no son como pensaste que eran.
Pasados los 3 días se reportó la desaparición de un niño de 10 años llamado Timoty por parte de sus padres. Al parecer su desaparición ocurrió mientras los padres habían ido a celebrar su aniversario. El niño jamás apareció. Muchas otras desapariciones ocurrieron pero los cuerpos de los niños eran encontrados vestidos de mimos con cortadas en los codos derechos, rodillas izquierdas y finalmente lo que se cree que fue la causa de la muerte, un gran corte en la garganta.
Laura se quedó dormida viendo la TV mientras esperaba a sus padres. De repente se despierta y escucha una voz.
—Hola, Laura, me llamo Tim. ¿Te gustan los mimos? —dice un mimo con una sonrisa desagradable a la pequeña Laura.