Cuando recuerdo aquella mañana gris en la que salí a caminar, aquel momento que a mi parecer carecía de relevancia y trascendencia, un agudo sentimiento de nostalgia invade mi cuerpo, al mismo tiempo que por mi mente transita un vago vestigio de lo que en algún remoto día fui. Ya han pasado diez años desde entonces y aun no logro olvidar aquella frase que con gran pena mi madre me dijo antes de marcharse.
Siempre supe que yo era especial, desde niño estuve consciente de ello y trataba de no hacerlo evidente por temor al rechazo. Mi infancia transcurría y poco a poco la gente que estaba a mí alrededor notaba que dentro de mí, más específicamente dentro de mi cerebro, había algo digno de asombro. En un día cualquiera de escuela logré realizar una hazaña que para mi corta edad era difícil de imaginar: con tan solo 10 años resolví una ecuación matemática que obviamente, para la sorpresa de todos, sobrepasaba completamente el nivel intelectual de un niño de primaria. Recuerdo que mi maestra se acercó hacia mí y con gran entusiasmo me dijo:
─Esto es realmente maravilloso, Connor, llegarás muy lejos si te lo propones.
Ese tipo de frases fueron recurrentes a lo largo de mi vida, y creo sin temor a equivocarme que gracias a ellas logré alcanzar la mejor versión de mí mismo; no sé si por la larga exposición, la costumbre, da igual, lo que importa es que cambiaron mi mentalidad, me abrieron los ojos y me brindaron la oportunidad de entender que ser un genio no era tan malo como pensaba, que no había razón para ocultarlo y que podía sacarle provecho al don que la naturaleza me había otorgado. Y así, a partir de esa tarde en la escuela, me propuse superar a los grandes, romper paradigmas, hacer lo que nadie jamás había logrado, alcanzar la cima del éxito e inmortalizarme en la historia bajo la leyenda de ser "el más listo de todos". Lo que vino después fue el fruto del arduo trabajo que realicé a lo largo de mi vida académica: una vez que finalicé mis estudios universitarios fui objeto de ovaciones, reconocimientos, premios, la admiración pública me había absorbido y ya comenzaba a verme seducido por ello. Pero decidí en mi interior no dejarme afectar por ninguna de esas banalidades, sino más bien seguir de lleno con mi proyecto de vida, sin fijarme en los elogios que la gente me dedicaba a causa de mi privilegiada mente. El 15 de agosto de 2011, tres días antes de mi cumpleaños, recibí una oferta de trabajo que provenía de una empresa estadounidense especializada en el desarrollo de tecnología enfocada a la colonización de nuevos planetas. Mis padres y en general toda mi familia se emocionaron mucho al conocer la propuesta; yo, en cambio, permanecía indiferente ante la situación, no me sorprendió en lo absoluto ya que había hecho méritos para obtenerla, después de una vida de esfuerzos y de un historial largo de éxitos (entre los cuales estaba haber terminado la carrera de astrofísico en una de las universidades más prestigiosas de mi ciudad natal Ámsterdam, a la corta edad de 19 años) era obvio que algo así pasaría.
─No sabes lo feliz que me hace esto ─dijo mi madre─. Estoy muy orgullosa de ti, solo espero que no te olvides de nosotros cuando estés en Norteamérica.
Al momento de escuchar eso, una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro y en muestra de que aquello no ocurriría, me le acerqué y la abracé. Ella siempre fue especial para mí, no tan solo por ser la mujer que me trajo a este mundo, sino también por las incontables veces en las que estuvo ahí, junto a mí. Su nombre era Ana, y de no ser por su apoyo, muchas de las cosas que conseguí no se habrían hecho realidad. El día de mi cumpleaños llegó y yo me dispuse a organizar todos los preparativos de mi mudanza, ya que había aceptado la oferta un día antes y todos los detalles de mi traslado estaban en regla. La empresa que contrató mis servicios, cuyo nombre era "Worlds Foundation", estuvo dispuesta a brindarme una lujosa casa en la zona más acomodada de la ciudad de California, además de pagarme un buen sueldo por los trabajos que a futuro iba a realizar. Mi arribo a la ciudad estaba planeado para el 20 de agosto, me quedaban 2 días para hacer todo lo que tenía que hacer; a pesar de mi excesiva determinación, en esos momentos tuve algunos episodios de inseguridad y desconfianza, como si algo me dijera que el camino que estaba tomando era el incorrecto, sin embargo y como siempre, los bloqueé y seguí adelante con mis planes.
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El Drama de una Mente Brillante
Short StoryConnor Davies, individuo poseedor de una mente excepcional, se encamina rumbo al cumplimiento de sus sueños. Sin embargo, un infortunado suceso haría de aquello algo imposible, causando en él grandes estragos.