桜が飾られた痛み Sakura ga kazara reta itami «Parte Única»
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Tokyo, Japón. 2017.
La preparatoria es para muchos la etapa más bella, para otros es un paso más. Yugi Mutou, de quince años, todavía no podía atreverse a saber que iba a ser de su vida en aquel instituto, había pasado con un par de amigos suyos pero era completamente una experiencia nueva.
Al llegar al salón nadie le prestó atención, solamente era un compañero más que irían conociendo. Se sentó en alguna de las sillas vacías mientras observaba a algunas de las personas delante suyo, tenía que empezar a hacer amigos.
La campanada de inicio de clases resonó y el maestro no tardó en aparecer por la puerta. Se paró en medio del salón dando su respectiva presentación y bienvenida, en medio de sus palabras, la puerta del salón fue abierta por un chico de ojos carmines, muy apuesto a decir verdad.
–Disculpe, tuve un altercado antes de llegar a la escuela. –con una reverencia leve se excusó ante el profesor.
–Que no se repita, tome asiento. –indicó y el otro no tardó ni tres segundos en cumplir la orden.
El ojicarmín se había sentado en el asiento que quedaba en diagonal al de Yugi, el ojiamatista se alegró de esto ya que no iba a negar que le había gustado mucho el chico sin nombre que se apareció tarde. Durante lo que restó de la introducción no puso ni pizca de atención por ver las acciones de su compañero.
Al finalizar, la campana del pequeño cambio de clase que tenían sonó y el de ojos carmines se levantó de su lugar, estirando las piernas. En sus movimientos logró observar a Yugi –el cual había desviado la mirada tan solo ver qué se levantó– percatándose de que compartían un estilo similar de cabello.
–Hey, nos parecemos. –soltó con total confianza, haciendo confundir al otro.
–Cierto, si no fuera por algunos detalles. –las palabras le salieron rápido a Yugi, al menos sabía sobrellevar la situación.
–Nunca antes había visto a alguien con el mismo estilo, somos la onda ¿No? –se notaba a leguas que el chico era muy abierto, positivo y bastante amable.
–Es algo fuera de serie. –dijo Yugi para no dejar morir la conversación.
El ojicarmín soltó una risa sonora, había sido un comentario algo extraño pero gracioso. No dudó en que el ojiamatista y él se llevarían bastante bien.
Para Yugi, todo se fue al caño en cuanto escuchó su risa, vió su sonrisa y se dió cuenta del vuelco que su corazón había dado.
