¦The Piano¦
Una dulce melodia condujo al pequeño pelinaranja hacia el gimnasio de su instituto.
Las teclas de un piano resonaban dentro del gran lugar hasta llegar a los oídos de Park Jimin.
Como si de una flauta mágica se tratase la hermosa melodia que desprendía el instrumento hizo al pequeño dirigirse hacia el lugar de donde provenían.
Abrió la puerta sin hacer mucho ruido dejando ver la espalda de un peliazul sentado, tocando una canción en aquel piano de cola.
El pelinaranja quería quedarse ahí deleitandose con la magia en forma de notas musicales que el chico misterioso hacía sonar. Quería quedarse ahí como cada tarde después de su tediosa clase de Matemáticas.
Porque ya se había convertido en una rutina. Hace más de un mes que el pequeño empezó a escuchar la armoniosa melodia brindada por el peliazul, siempre lo observaba desde detrás de la puerta, en silencio.
No podía negar que había buscado al misterioso chico más de una vez pero nunca había encontrado rastro de él a no ser que fuera por la trade en aquel solitario gimnasio.
Había empezado a creer que era una simple ilusión que se había formado en su cabeza, un espejismo tal vez.
Pocas veces le había conseguido verle la cara, pero eso no hacía falta para tenerlo completamente enamorado. La forma en la que tocaba el piano como si llevara haciéndolo desde que nació tenía totalmente encandilado al pelinaranja.
El tiempo pasaba y la hora de llegar a casa se acercaba, se giro en dirección a la salida, pero su torpeza, está vez, le jugo una mala pasada provocando que se tropezara y cayera al suelo haciendo el máximo ruido posible.
La música dejo de sonar y el silencio se hizo dueño de aquel vergonzoso momento. Los ojos de Jimin permanecían cerrados mientras escuchaba como unos lentos pasos se acercaban a él.
El ruido de una puerta abriéndose hizo a Jimin temblar del miedo.
"¿Estas bien?"
Una suave pero a la vez grave voz hizo eco en el lugar. El pelinaranja abrió los ojos con terror encontrándose con la cara de aquel chico que anteriormente tocaba el piano con tanta ligereza.
"Si, no te preocupes, estoy acostumbrado"
La mano del peliazul se extendió hacia su dirección, no dudó en aceptarla. Ya de pie Jimin se dio cuenta de la diferencia de altura, dándole a entender que aquel chico era mayor que él. La vergüenza se hizo presente a través de sus, ahora rojas, mejillas.
"No te avergüences, todos somos algo torpes"
El peliazul sonrió dejando ver sus encías brindándole seguridad al menor.
"¿Como te llamas?"
No tardó en preguntar el más alto.
"Soy Park Jimin"
Las manos del pelinaranja se movían con nerviosismo, no era bueno socializando.
"Yo soy Min Yoongi, encantado, ¿que hacías por aquí?"
Jimin no sabía que responder, si respondía con la verdad puede que el contrario pensara que era alguna clase de acosador y no quería eso.
"Simplemente escuché un piano sonar y por curiosidad pasé por aquí"
El pequeño sonrió intentando dar más veracidad a sus falsos argumentos.
"Mientes muy mal"
La respuesta del peliazul dejo sin respiración al menor, provocando que su cara se pusiera pálida al instante.
"Por fin le puedo poner nombre al chico que me espía detrás de la puerta"
Y su cara pasó de blanco como la nieve a un rojo intenso.
"Yo..."
Jimin intentó escusarse pero las palabras no salían de su boca.
"Tranquilo, nunca me ha molestado, de hecho me gusta tener un fan"
El aire volvió a los pulmones de Park Jimin y una carcajada salió de su boca provocada por el soberbio gesto del peliazul.
"Te puedo enseñar a tocar algo si quieres"
La propuesta le llegó por sorpresa ilusionando por completo al menor.
"Me encantaría"
La respuesta salió casi automática. La mano del mayor agarró la del más pequeño dirigiendolo hacia el gran instrumento.
Se sentaron en el pequeño banco, Yoongi poso sus manos sobre las del menor guiandolo a través de las teclas.
El corazón de Jimin retumbaba dentro de su pecho haciéndole creer que en cuelquier momento se saldría de su lugar descubriendo todo lo que estaba sintiendo en aquel momento con solo el tacto de las manos del mayor sobre las suyas.
Y sin darse cuenta los días pasaron y Jimin había conseguido aprenderse una canción entera con la ayuda de su profesor favorito.
También había descubierto lo mucho que le gustaba cantar cuando era acompañado por la dulce melodia que Yoongi hacia tocar en el piano.
La admiración del menor era compartida por el peliazul cuando escuchaba su dulce y hermosa voz o cuando lo veía moverse como una delicada pluma al son de las diferentes melodías.
Hasta había compuesto una canción para su pequeño alumno, pero por vergüenza nunca se la había enseñado.
Las estaciones pasaban desde la lluviosa primavera hasta el más frío invierno. Su relación se iba estrechando hasta convertirse en más que simples amigos, compañeros de risa, de pasiones.
Sus sentimientos salieron a flote siendo totalmente correspondidos para la sorpresa de ambos.
Y en su primer aniversario Yoongi hizo tocar aquel viejo piano para Jimin, enseñándole la canción que había compuesto tiempo atrás para su enamorado.
Las lágrimas del menor no tardaron en salir confirmando lo mucho que le había gustado aquel hermoso regalo.
Porque Park Jimin y Min Yoongi estaban hechos el uno para el otro desde aquel momento en el que en aquel entonces pelinaranja escuchó aquella dulce melodia de aquel piano.