UNTIED SHOES----- oneshot (camren)

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UNTIED SHOES || ONESHOT

La mamá de Camila era quisquillosa. Muy, muy quisquillosa. Pero no el tipo de quisquillosa con que los adultos siempre describían a los niños. El tipo de quisquillosa que no tenía comprensión alguna de que los sábados eran alérgicos a las reglas y al orden, y de hecho hacía que ellos se sintieran asquerosos. El tipo de quisquillosa que se aseguraba de que los zapatos de Camila estaban en el pie correcto, a pesar de que ella pensaba que estaban mucho mejor de la forma en que  ella se los había puesto. Siempre se aseguraba de que la ropa de Camila combinara, algo muy aburrido de lo que preocuparse, pensaba la pequeña. Especialmente con todas esas otras maravillas cosas que podría estar haciendo.

Camila se acababa de devorar un sándwich de mantequilla de maní, sin corteza y sin nada de jalea. La corteza y la jalea estaban prohibidas en la existencia de la pequeña de seis años, cuando se trataba de sándwiches obviamente. Se escabulló rápidamente aprovechando que su mamá estaba ocupada limpiando su plato antes de que pudiera limpiar los restos pegajosos de mantequilla de maní de su cara, una medalla de honor, pensaba Camila. Sus pequeñas manos agarraron las tablas clavadas en el árbol de su patio trasero, el camino a la mágica tierra que su padre había construido para ella, para disgusto de su madre. 

“Se va a caer, Alejando. ¡Se romperá el cuello!” 

“Te preocupas demasiado, muchos niños tienen casas en los árboles. Estará bien, y feliz”. 

Naturalmente, la pequeña casa se convirtió en el lugar favorito de Camila. Un pequeño paraíso donde las reglas eran tan reales como los monstruos debajo de su cama, claro que había que asegurarse, claro que podían estar al asecho, pero bajo su sábana estaba a salvo.

Se arrastró dentro, de una forma que si su mamá hubiera sigo testigo, habría sufrido un pequeño ataque cardiaco. Levantó su pequeño cuerpo, lista para sacar su libro para colorear e imaginar un mundo de arcoíris muchísimo más grande que las hojas en las que estaba destinado a estar. Pero en cuanto se paró, vio que el libro para colorear que estaba buscando se encontraba en el piso, siendo decorado maravillosamente por una extraña que estaba muy cómoda en la casa del árbol de Camila.

“¿Quién eres?” La chica extraña del pisó levantó su mirada, Camila fue golpeada posiblemente con los ojos más inhumanamente verdes que había visto en su vida. 

“¿Quién eres tú?”, Respondió la niña, con una voz que sugería que en realidad no estaba interesada en la respuesta, solo quería saber cómo sonaban esas palabras. La lógica le diría a Camila que incluso en una corta edad que le deberían haber respondido, ella preguntó primero y estaba en su casa del árbol. Sin embargo, la lógica parecía no regir con esta chica.

“Camila, estás en mi casa.”

“Oh Camila. Deberías llamarme Lolo.” La chica, Lolo, dijo esto como si supiera perfectamente que su nombre era Camila, y que el suyo no era Lolo, pero Camila la llamaría así de todos modos.

Lolo se levantó, era un poco más alta que Camila y parecía ser un año mayor también. Se fijó en el aspecto de ella, notando que no podía ser solo una chica extraña que se subió a su casa para pasar tiempo ahí. No, esta chica era hermosa, como los dibujos de ángeles que Camila ha visto. Quizás era un ángel. Pero, ¿los ángeles usaban camisetas, jeans rasgados y con lodo, converse levemente marrón manchadas con verde, que una vez fueron blancas? Las manchas verdes parecían lágrimas que tomaron el color de sus ojos, y decidieron que su nuevo hogar serían sus zapatillas.

“Tus zapatos están desatados.” Camila solo se las arregló para decir eso, nada más podía formarse en su cerebro. Raro, normalmente tenía problemas en no decir todo lo que se le venía a la mente. 

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