22.- NO QUIERO NI VERTE, NI SABER

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Nos separamos y me quedé inmóvil. ¿Por qué le había dejado hacer eso? ¿Por qué no me había separado y le había gritado, como siempre? 

Aún seguía mirándome fijamente hasta que yo dejé de mirarle y me dirigí al ascensor. Iba a subir conmigo cuando puse mi mano en su pecho, empujándolo hacia atrás. 

 

-No. Vete. 

-¿Qué? Pero Alex, pensé que a lo mejor podíamos...

-Eres el peor de mis errores Carlos, el peor. 

 

Las puertas del ascensor se cerraban mientras sus ojos seguían clavados en los míos. Una lágrima empezó a recorrer mi mejilla y luego otra, y otra más. No lloraba por haberle dicho eso a el, sino por haberla cagado como lo hice. Por haberme acostado con el, por dejar que me besara, pero sobretodo por no ser sincera con Malú. Eso era lo que más me dolía. 

Pero a lo mejor todo esto tenía un sentido. A lo mejor todo era por algo. ¿Y si este era nuestro final? A lo mejor a las dos nos tocaba seguir por caminos diferentes, dejar que la otra hiciera su vida, ambas al margen. Pero ¿por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué todo esto? Aunque no se ni por qué me esfuerzo en encontrar la razón de todo. Quizás sea el destino, que ya estaba así planeado para nosotras, pero nosotras no podíamos saberlo. Es posible que lo nuestro no fuera tan real como pensábamos. O tal vez si, pero ya haya llegado a su fin. 

Entré en el apartamento y lo primero que hice después de entrar todas las cajas y el equipaje fue sentarme en el suelo. Me pegué a la pared y me encongí cuanto pude. Apoyé mi cabeza junto a las rodillas y no pude evitar que un mar de lágrimas me inundara por milésima vez. 

Lo cierto es que ahora no sabía hacer otra cosa que llorar. Aunque supongo que el tiempo lo cura todo y dentro de nada se iba a pasar. 

Le envié un mensaje a mi hermana diciéndole que no iba a ir a su casa. No me quedaban ganas por hoy, ya había tenido suficiente. 

Me tumbé en la cama boca arriba y me quedé un buen rato mirando al techo. Pensaba en ella. En que estaría haciendo ahora y en qué pasaría si se me ocurría llamarla. Podría hacerlo ¿no? 

O tal vez así las cosas vaya a peor. Tal vez está ocupada. O tal vez está esperando a mi llamada. Pero no... no lo creo. A decir verdad, lo único que puede ser cierto es que quiera olvidarse de mi por completo. Seguir con su vida con otra persona, quien sabe. 

A las dos horas tuve que bajar a la cafetería a la que solía ir antes. Tenía hambre y como es lógico en ese piso aún no había nada. Debería plantearme hacer la compra, si... 

Me senté en la misma mesa de siempre, pero no me atendió la misma camarera de siempre. En este caso me atendió una chica que reconocí al momento. Estaba preciosa, cambiadísima desde la última vez que la había visto. Lo que no sabía era que hacía aquí. 

-¿Sandra?- dije sorprendida

-¡Alex! ¡Que alegría verte! Estás muy cambiada desde aquel día en el aeropuerto...- sonrió tímidamente. Sandra, la chica con la que había chocado en el aeropuerto al aterrizar en Roma. La chica que me había ofrecido enseñarme la ciudad. Esa chica. 

-Tu también.- sonreí- ¿Qué haces aquí?

-La verdad, quería cambiar de aires. Cuando te conocí estuve en Roma unas semanas y después volví a Murcia. Decidí que ya estaba harta de estar siempre en el mismo sitio y hace dos años me mudé a Madrid. Vivo con unos amigos pero estoy trabajando aquí para poder mudarme pronto. ¿Y tu? ¿Hace cuanto volvisteis de Roma?

THE BIGGEST CHALLENGE OF LIFE IS TO LIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora