Luna

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Era un triste y nublado día de invierno. Me puse a pensar si son tristes los días por estar nublados o están nublados porque es un día triste, mientras caminaba por las solitarias calles de Nueva York, para ser exactos, Queens. Siempre he considerado este lugar muy tranquilo, bello y relajante. Recuerdo como el viento acariciaba mis mejillas en aquel parque donde solía leer a gusto junto a mi mascota. Oh vaya, que buenos tiempos.

Llegaba a mi pequeño hogar luego de un largo dia como fotógrafo amateur. Sí, de esos que salen con su cámara profesional que consiguieron por Ebay a un módico precio y que pretenden saber lo que hacen al tomar una foto, agachándose o acostándose para 'Tener un mejor ángulo' de algún lindo paisaje o animalillo. Bueno, para ser honesto, yo no sé lo que hago, pero a mis seguidores les encanta y eso es lo que importa, alimentar mi ego.

Pensé en lo divertido que sería tener a mi peludo amigo de vuelta, sin duda le encantaría pasear por esas polvorientas calles conmigo, además me ayudaría mucho a sacar fotos posando para mí como le había enseñado, ya que ante mis ojos, era el perrito más lindo que había visto jamás. Pero luego recordé cuando corrió por una puerta abierta y nunca más volvió.

Entré por esa misma puerta y en silencio hice el gesto que siempre hacía cuando mi perrito me saludaba al llegar. Sonreía con los brazos abiertos e inclinado hacia abajo, moviendo los labios como si dijera '¡Atlas! Yo también te extrañé'.

La luz de la entrada estaba apagada y la sala se iluminaba tenue por la amarillenta luz que se filtraba por la puerta abierta de la cocina. Saludé sin mirar si mi madre estaba dentro o no, ya que vivíamos los dos solos, pero no recibí respuesta. Tenía un pie en el escalón y volví a saludar '¡Hola ma!' con tono de cansancio. Me asomé por la puerta de la cocina, no había nadie. Continué subiendo las escaleras mientras me preguntaba dónde podría estar mi madre. Llegué a mi habitación, encendí el computador y conecté la cámara a éste. Automáticamente se empezaron a importar las fotos del día de hoy.

Intenté no sacar fotos del cielo, ya que las nubes grises no son atractivas para mí. Revisé el móvil, tenía un mensaje de mamá. Había salido a comprar algo de verduras para la cena. No le contesté, pues ya la vería pronto. Empecé a ver las fotos, eran bastante buenas, incluso para alguien sin talento como yo. Una era de un cachorro que encontré en una silla junto a un árbol en un pequeño parque, donde había una estatua de alguna persona importante de la cual no sabía nada y no podría interesarme menos. Vi otra fotografía más, era de una mujer que tenía más o menos unos cincuenta años de edad. Lucía una bufanda gris y un muy lindo gorro de lana. Estaba esperando el bus, y se la veía muy feliz, demasiado como para ser un día triste. Pasé a la siguiente, no la recordaba, tal vez mi cámara se disparó por error como ya me había pasado antes. Era de un pequeño pájaro, capturado mientras volaba, me gustó mucho aquella imagen, sabía que tendría mucho éxito en mi blog.

Escuché el abrir y cerrar de la puerta. Mi madre había regresado, bajé apresurado a mostrarle aquella foto del pajarito que había capturado, estaba seguro de que le encantaría. La ayudé con la bolsa de compras y le mostré lo que yo consideraba una obra maestra. Me sonrió mientras decía lo mucho que le gustó, pero no la veía totalmente convencida. También me dijo que la cena estaría lista pronto. Volví a mi habitación y la foto del pajarito continuaba abierta. Le revisé con detenimiento, habían unos árboles frondosos, una fuente de agua, y un hombre sentado en una silla con un pequeño perro recostado bajo ella.

Mi madre me llamó con un grito que detestaba pero que sabía que extrañaría algún día. Bajé, y para mi sorpresa, mi madre había hecho mi platillo favorito, era algo que a nadie le gustaba, pero para mí, era un manjar de Dioses. Nos sentamos a cenar, y de repente, escuchamos unos ruidos que provenían de la puerta de la casa. Me levanté, vi por la mirilla de la puerta, pero no había nadie, abrí la puerta y seguía sin tener a nadie a la vista. Me di la vuelta y vi algo que jamás pensé que ocurriría. Era Atlas comiéndose lo que mi madre había hecho para mí. Mi corazón se detuvo, y una lágrima cayó de mi ojo derecho y tan pronto impactó con el suelo, reaccioné y volví a entrar al mundo real. Mi madre estaba tan asombrada como yo. Pero ella sabía algo que en mi emoción no había visto. Fui corriendo hacia el perro, lo abracé y me mordió el brazo derecho. Solté un gemido de dolor. Analicé bien a la criatura, le faltaba una patita, estaba sucio y muy delgado. No es Atlas, pensé.

Era una perrita lastimada y hambrienta, la dejamos pasar la noche en la cocina. Tuvimos que salir de emergencia a que me trataran la herida que me proporcionó la nueva inquilina. Durante el camino, permanecimos callados. Creo que mi mamá, tanto como yo, estábamos sumergidos en nuestros pensamientos con lo que había pasado esa noche. Decidí romper el silencio. Dije que creí que era Atlas, mi madre pensó igual al inicio. Mencionamos las similitudes entre la perrita y Atlas, eran el mismo perro mestizo, con orejas pequeñas, de tamaño mediano y pelaje rosa blanquecino.

Cuando regresamos a casa, nos encontramos a la pequeña durmiendo plácidamente en una esquina de la cocina, se veía feliz. Pensé en que pudo haber sido abandonada por alguien más o que se haya perdido, ya que no es normal que se sintiera cómoda en una casa que nunca había visto antes. Aunque, debido a su comportamiento de hoy, supe que la última vez que tuvo un hogar fue hace mucho tiempo atrás. Volví a mi habitación, vi mi computador encendido aún y revise la hora en el, eran cerca de las once y media. La imagen del pájaro continuaba abierta. La vi una vez más, el perrito que estaba bajo la silla era también mestizo y no tenía correa ni collar, a diferencia de la recién llegada, tenía pelaje negro y cuatro patitas contadas. Asumí que también era callejero.

A la mañana siguiente, desperté con un punzante dolor en el brazo, la medicina había dejado de hacer efecto. Era tolerable. Baje a la cocina, la perrita no estaba, tampoco mi madre. El desayuno estaba hecho, pero esta vez no era algo que me gustaba, eran un simple sándwich de queso y jamón, me lo comí porque tenía hambre. Busqué mi móvil y le escribí a mamá, instantes después escuche el sonido del celular de mi mamá cuando recibe un mensaje mío. Había dejado el móvil en casa. Eso me dejó claro que no podría estar muy lejos.

Empecé a subir las fotografías a mi blog, tenía alrededor de ochenta seguidores que me costaron mucho conseguir. Tal y como lo había pensado, la imagen del pajarito fue la más popular entre todas las fotos. Revisé los comentarios en ella, hablaban de lo fascinante que era, del señor, del pájaro, pero solo uno hablaba del perrito bajo aquella silla. No suelo contestar los comentarios, pero esta vez lo hice. Le respondí a una niña que decía que el perro de la fotografía se parecía a su mascota extraviada. Le indique la dirección del parque, por si quería ir a comprobar si en realidad era ese su querido amigo. Cerré el computador.

Mi madre regresó, y con ella el sonido de unas uñas largas resonando con la madera del piso. Era aquella perrita, tenía el collar y la correa de Atlas puestas. Me molestó un poco, pero lo olvidé de pronto cuando mi madre me miró sonriente y me dijo 'Te presento a Luna'. 

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⏰ Last updated: Jul 27, 2018 ⏰

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LunaWhere stories live. Discover now