El pequeño Libro.

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Era una hermosa tarde de otoño, las anaranjadas hojas ya estaban teñidas acorde a la estación y parecían bailar mientras caían con la ayuda de la leve brisa fría que soplaba a las mismas de inalcanzables ramas que anteriormente habían adornado cientos de árboles en aquel frondoso bosque. El cielo estaba algo grisáceo acorde con el clima que ya había invadido aquel lugar. Aquellos colores parecían tan relajantes junto con el atardecer a unos minutos de llegar a su máximo esplendor, había una vista tan hermosa desde la copa de uno de los árboles más altos y el más viejo que allí se encontraba, tranquilo en una pequeña colina, resguardando fielmente una pequeña y descolorida casa del árbol que había construido el joven que allí estaba junto a su, ahora, fallecido hermano mayor.
A ese chico le gustaba demasiado ese lugar, había sido su refugio durante tantos años, era el lugar dónde más tiempo había pasado desde su niñez y desde su gran pérdida aún más, estando solo, únicamente con unos libros y el silencio tan ensordecedor que habitaba en aquél bosque algo lejano del pueblo y de la vida en la ciudad rodeada de tecnología a la que muchos ya estaban acostumbrados.
- ya se está haciendo tarde. - murmuró para si mismo. - si vuelvo a llegar tarde seguro que me castigan... tengo que volver antes de que oscurezca aún más... - aquella idea no le agradaba mucho, el volver a su hogar, él no quería hacerlo debido a que adoraba estar ahí ya sea de día o de noche, le encantaban las estrellas y la luna, le agradaba leer sus libros de cuentos maravillosos con una linterna mientras estaba completamente a oscuras. De esta manera el podía apreciar mejor los colores del cielo nocturno y lo había hecho antes, el quedarse ahí hasta muy tarde mientras leía y de vez en cuando desviaba su mirada al cielo esperando ver una estrella fugaz para pedirle un deseo, las cosas típicas en niños, soñar despierto y creer en cuentos de hadas, escapar de la cruel realidad que atosiga a el mundo hoy en día y que un pequeño niño no puede entender... O eso creen los adultos.
Aquel joven se puso de pie y mirando el cielo una vez más desde la cima de aquel refugio, y se dispuso a bajar no sin antes tomar uno de sus libros favoritos, uno que había leído especialmente con su hermano antes de que él partiera al otro mundo. Aquel narraba las aventuras de un chico que podía viajar a un sitio utópico donde cada uno de los deseos de aquel niño se hacían realidad sea la locura que sea, desde el poder de volar, fuerza inhumana, tener los regalos y dulces infinitos que él quisiera, las atracciones de un parque de diversiones que más adoraba aquel niño y hasta traer a la vida a sus amigos imaginaros para jugar con ellos y jamás, jamás sentirse solo mientras se mantuviera en aquel lugar.
Nuestro protagonista adoraba esa historia, tanto era así que se la conocía al derecho y al revés, conocía cada una de aquellas aventuras y tuvo la suerte de vivirlas en carne y hueso, aunque no literalmente. En algunas ocasiones su inocente y muy activa imaginación había jugado a favor del joven lector, teniendo en sueños la oportunidad de visitar aquel mundo de utopía que todos desean tener.

Encaminado y decidido a volver a casa, se despidió con aquel viejo árbol que era su amigo y confidente desde que la ausencia de su hermano se hacia cada vez mayor ya que el inocente y pequeño niño había perdido a su mayor compañero desde que había tenido uso de razón. Tomando firmemente su linterna la encendió, debido a que ya había oscurecido más de lo que él se esperaba, tenía que volver cuanto antes a casa antes de que se hiciera aún más tarde. Por la época del año los días comenzaban a hacerse más cortos, las noches llegaban aún más temprano y aunque el chico adoraba ese clima templado y teñido de colores cálidos, él apenas si podía pasar un par de horas en aquel lugar luego de la escuela y luego de hacer sus tareas o, a veces, las hacía en aquel lugar tan especial para él. Si el chico no cumplía con sus responsabilidades tenía claro que su madre no lo dejaría ir a aquella pequeña casita del árbol que era su más grande y preciado tesoro, un secreto que habían ocultado muy bien el par de hermanos, nadie sabía que allí estaba su pequeño escondite, solo ellos dos y ahora pertenecía únicamente al hermano menor.
La mente del joven comenzó a divagar mientras caminaba como siempre por el mismo sendero de vuelta a la casa, su mente estaba pensando en algunas aventuras que había vivido en sus sueños de cuando era aún más pequeño, hace unos años atrás. Por un instante, mientras recordaba, cerró sus ojos y al abrirlos pudo percibir una masa oscura que había pasado inhumanamente rápido frente a sus narices, él creyó que había sido simplemente su imaginación, pero no estaba del todo seguro. Aún así no iba a quedarse para averiguar qué era lo que allí había pasado frente a él, estaba oscureciendo muy rápido, ya podían divisarse las primeras estrellas en el cielo y eso era algo que no le favorecía para nada, de lo contrario lo perjudicaba muchísimo ya que su madre estaría furiosa en cuanto lo viera pasar por la puerta de entrada.
Comenzó a caminar algo más rápido a partir de que empezó a sentir unas extrañas miradas sobre su hombro, no estaba seguro de qué es lo que lo estaba mirando detrás de él pero lo estaba poniendo muy nervioso. Sentía algunos pasos, tenía la sensación de que lo estaban siguiendo y era la primera vez que tenía aquella idea.
El joven se detuvo un momento, sentía que ya había estado en aquel sitio hace un largo rato, casi parecía que no se había movido un centímetro desde que vio aquella sombra pasar frente a él.
- ¿qué? ¿no he pasado este lugar ya?... sé que es un bosque pero conozco muy bien el camino como para ir y volver sin problemas, no puedo haberme perdido ahora. - El chico desde donde estaba de pie se dio media vuelta apuntando con su linterna a la infinita oscuridad que ahora era lo único que se veía, por alguna razón había anochecido por completo en éste punto, y desviando su mirada al cielo entre las ramas semi desnudas podía verse los nubarrones negros que anunciaban una tormenta, posiblemente eléctrica, que parecía comenzar en cualquier momento.
-hoy no es para nada mi día de suerte... ugh...- Refunfuñó el chico.
Entre el aire húmedo y el viento frío sintió por un momento que alguien lo llamaba por su nombre. Pensaba que había sido su imaginación, cómo todos pensaríamos en su lugar, pero no fué así. El muchacho se volteó nuevamente intentando seguir el leve murmullo, de alguna manera aquella voz se le hacía extrañamente familiar. Él apuntaba con la linterna hacia dónde parecia provenir la voz, pero en cuanto alumbraba con la luz de la misma, allí no había nada. De repente la linterna comenzó a fallar, la luz comenzaba a apagarse y el chico se ponía cada vez más nervioso ante aquellos extraños sucesos.
La presencia de una mano se hacia de notar en su hombro de repente a lo que el joven quedó paralizado, su rostro había empalidecido y su expresión había cambiado  a una de terror. Frente a él una sombra se materializó, unos ojos se alcanzaron a ver, un par de ojos muy profundos color escarlata y brillaban de una manera de la que era imposible ignorar.
El cuerpo se le heló, reconocía esa figura, esa forma física y esa voz. Quedó completamente paralizado, intimidado por el tacto de aquella figura espectral frente a él, sintió como por su cuello unas raices de un color negro comenzaban a penetrar su piel, provenientes de la mano de aquel espíritu. Aquél pequeño niño no podía hacer nada, su cuerpo no era capaz de responderle, no podía huir.
El clima solo hacía más aterrador aquel momento, comenzó a llover de una manera descomunal, incontables rayos y truenos hicieron acto de presencia con una sinfonía de sonidos increíblemente fuertes. Las lágrimas del chico comenzaban a mezclarse entre el agua de la lluvia, no apartaba su mirada de esa figura la cuál parecía quitarle la vida poco a poco con cada segundo que pasaba. Pasaron unos minutos de ésta manera hasta que el chico quedó sin fuerza alguna con la cual mantenerse de pie, en ese momento se desplomó.

– Recuerdo como si hubiera sido ayer ese momento, recuerdo la fría mirada de ese hombre, yo sé que era hombre... Él le quitó la vida a mí hermano mayor y consumió lentamente la vida de mí madre también, mí hermano me lo dijo... En el libro está escondido el secreto, ¿Saben?... Encontré la verdad ese día en el que me tomó a mí, en el que consumió por completo mí vida. Me hizo lo mismo que a mí hermano solo por no ser lo que él quería, la marca de mí cuello lo provocó él... Yo... No estoy mintiendo, ¡Yo no estoy loco! Tienen que creerme... Yo sé que el monstruo ese vive en mí casa... Él está allí y nadie hace nada para detenerlo... Por favor, tienen que ayudarme...

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2018 ⏰

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