-Si me manda flores, está fuera.
-¿De qué hablas? -Amy dejó de hojear el libro que tenía frente a ella y levantó los ojos lentamente, como quien mira a un extraño animal.
-De James. No tiene mi teléfono y sólo tiene esta dirección. Y odio que me manden flores. Si me manda flores, está fuera -cargué mi pincel de pintura.
-"Está fuera" -imitó mi tono de voz, haciendo una mueca exagerada, y volvió a su libro- Veo que te gusta de verdad... -dijo por lo bajo, pero pude escucharla.
-¿Por qué dices eso? -me di vuelta, indignada- No me "gusta" -hice las comillas en el aire, tratando de marcar mi punto en la charla, y me salpiqué de púrpura la cara con el pincel.
-Siempre pones excusas para dejarlos, pero nunca las pones para empezar. Eso es nuevo... -Amy chasqueó la lengua y pasó una página del libro sin mirarlo, con una sonrisa triunfal en su rostro.
Abrí la boca para contestarle, pero volví a cerrarla. No se me ocurría nada inteligente para decirle.
-No es verdad -me di vuelta hacia mi trabajo.
- ¿"Está fuera" dices? Por favor... Esto no es una competencia.Eres ridícula.
-Si se aparece aquí con cualquier excusa está fuera. No necesito que me acosen -hablaba para mí mientras pasaba el pincel por la tela, sumamente concentrada en el trazo. Amy cerró la tapa del libro de un golpe, y me hizo saltar -Por Dios, Amy. Trátalo con cuidado, es uno de mis mejores libros.
-¿"Está fuera" dices? Mia, de verdad necesitas bajar la guardia. Nada pasó, y ya estás descalificándolo.
-Sí que pasó -dije casi en un susurro, sin quitar los ojos de mi trabajo.
-¿Hablas del beso de anoche? Un beso no es nada, Mía. Relájate. ¿Has visto a James? ¿Crees que tu beso fue el único que le dio a una mujer desde que llegó a New York? ¿Crees que está deshojando una margarita, pensando en ti? Las mujeres se le ofrecen, Mía, y con mucha razón. No tienes que preocuparte, él tampoco está buscando una relación.
Algo se revolvió en mi estómago. Lo atribuí a que había desayunado como si en mi cuerpo viviera un simbionte.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque lo sé. Así que baja ya esas ridículas defensas, y esas listas tuyas con requisitos -Amy movía su dedo índice en círculos, casi amenazándome. La miré frunciendo la nariz, y me giré hacia mi pintura nuevamente.
-Ok, pero que conste...
-¡Oh por Dios! ¡Ya cállate! ¿Quieres café?
-Sí, gracias -respondí, soplándome el flequillo de la frente.
Amy se levantó y fue hacia la pequeña cocina de mi taller. Me encorvé en mi taburete, mordiendo la punta de madera del pincel y mirando fijamente la pintura. Había visto a las mujeres rodearlo en la fiesta. Y era verdad: se le ofrecían. Y un hombre que acaba de divorciarse seguramente no estaría buscando nada serio. Yo tampoco quería nada serio. No quería volver al drama, a la dependencia, a sentirme vulnerable frente a un hombre. No. ¿No?... ¡No!
-No todas las relaciones son iguales, Mía. Y eso es algo que debes grabártelo en la cabeza -me dijo Amy, desde la cocina- Que no haya funcionado con Jason no significa que no funcionará con nadie más. Que él te haya lastimado no significa que todos te lastimarán. Jason era un imbécil.
Sí, lo era. Pero me era imposible decirlo. Nunca había admitido que Jason era un imbécil, porque, en el fondo, todavía merodeaba en mi mente la idea de que yo había sido la culpable de nuestros problemas. ¡Y sabía que no era así! Pero era difícil recuperar del todo la confianza que había perdido. Me quedé pensativa algunos minutos, mientras Amy hacía un escándalo en la cocina buscando las tazas.
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Dos corazones en guardia
FanfictionMia ama el arte; es pintora, tranquila y ama su independencia y su soledad. James ama las motos; es extrovertido, tosco y persuasivo. Ambos se esconden en sí mismos, pero, a pesar de sus corazas, descubrirán que tienen mucho más en común de lo que...