El suave rocío se posa sobre sus mejillas reemplazando lo que deberían ser sus lágrimas, ya no puede llorar pero sabe que debería hacerlo, su esfuerzo, dedicación, sus esperanzas, segundos, minutos, horas, días, semanas,meses enteros de su vida invertidos y ahora todo se encuentra en un tacho de basura, ni siquiera se puede reciclar, no sirve y no lo hará jamás al igual que su vida la cual después de cumplir los veinte empezó lentamente a carecer de algún sentido.
Mira por la ventana del autobús al que subió hace unos minutos tras esperar bajo la llovizna típica del invierno, el cielo posee una gama de grises, aburrido y melancólico no hace más que recordarle que esos son sus colores o la ausencia de ellos, ya no existen en su mundo ¿O es su mundo el que está dejando de existir?
Debería estar llorando ¿Por qué no hacerlo? Todo lo que hizo. Solo basto un segundo, incluso menos para que quedara en la nada.