Hogwarts 1/2

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La brisa matinal de primavera bañaba los campos verdes del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, bajo la mirada de algún romántico la magia consistía en cómo el aire agitaba las flores y generaba suaves ondulaciones en el lago.

Esa mañana en uno de los dormitorios del sótano del colegio, un moreno se despertò alegremente. Su nombre era Luciano. ¿Por qué tan feliz? Porque ese sería su día.
Hoy terminarían las miradas discretas, las sonrisas salidas de la nada y los suspiro de las noches en las que pensaba en ese de cabello rubio; pensar en él era poco: lo soñaba y lo idealizaba como Platón describía al amor.

Ya muchos meses atrás había dejado de preguntarse por qué se había enamorado del primo del idiota de Martín Hernández, ya que no había razones para no adorar a aquel bonito Ravenclaw de ojos claros. Excepto Hernández que por sí solo era un dolor en el culo suficiente para desalentar a cualquier pretendiente. Luciano no encontraba parecido entre el rubio extrovertido (que solía rivalizar con él en quidditch) y Sebastián, quien era tan... tan... tan él. Luciano no podía describirlo.

Sebastián era tan él, que Luciano se había decidido a declararse por miedo a que alguien más se le adelantara.

Para evitar pensar en eso, Luciano terminó de vestirse rápidamente. Hoy debajo del uniforme llevaba puesta una playera especial, ¿saben? Una con un mensaje dedicado a Artigas.

Luciano no podía saber desde cuándo estaba enamorado. No sabía si el sentimiento surgió en tercer año cuando les tocó trabajar juntos en un proyecto semestral sobre monstruos marinos, durante el cual Sebastián mostró ser el único que no se desesperaba con la hiperactividad de Luciano. No sabía si surgió en cuarto grado cuando se miraron y Luciano notó que los ojos del uruguayo eran... cálidos e increíbles. Quizá fue cuando Luciano se descubrió a sí mismo en la biblioteca mirando de reojo cómo Sebastián leía «Aritmancia aplicada a la banca mágica»; era muy entretenido ver cómo el entrecejo del rubio se fruncía y sus cejas se levantaban al leer algo interesante.

*~*

Luciano entró al gran comedor de Hogwarts y fue recibido entre gritos de aliento y los típicos abucheos de los rivales del partido de hoy, a los que Luciano sonrió radiante porque lo que tenía de capitán del equipo de quidditch de Hufflepuff también lo tenía de arrogante.

Luciano buscó a Sebastián mientras iba a su asiento y, aunque el de cabellos rubios era un águila de Ravenclaw, lo encontró sentado en la mesa de los leones junto al pequeño pero no tierno Daniel y Martín. Martín estaba hablando en voz muy alta de las nuevas escobas Cometa 500 de él y su buscador, alardeando de su velocidad y de las pocas posibilidades de Hufflepuff de ganar el partido de hoy porque era la mejor escoba de carreras del mundo.

Luciano se tragó todas las réplicas en el instante en que Sebastián miró distraídamente hacia él. Contuvo la respiración con la vaga ilusión de que hoy el cruce duraría más...

Daniel le pidió a Sebastián que le pasara la sal, provocando la pérdida de contacto.
Entonces alguien tiró de la túnica de Luciano, obligándolo a sentarse. Luciano no pudo concentrarse en nada hasta que Catalina, la golpeadora, chasqueó los dedos frente a él.

- ¡Aquí, Luciano, aquí! Hombre, te digo que tienes que desayunar algo, no pienso perder porque mi capitán juega todo flacucho -decía la golpeadora mientras llenaba el plato de Luciano con verduras y guisados.

Al menos Luciano no fue el único; Catalina no dejó ir a nadie del equipo sin haber visto que se acabaran su plato y como a Miguel no lo vio, el peruano y también guardián juró por Pachamama que se había comido todo, aunque Luciano no le creyó porque un día lo había oído jurar que no había reducido a su llama Cool Llama para poder introducirla a Hogwarts ilegalmente ¿y qué creen? Luciano a veces encontraba excrementitos raros en la habitación.

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