Por los que alguna vez quisimos sentir el dolor del prójimo sin siquiera poder lidiar con el nuestro.
Y por el amor, que a veces puede ser nuestro comienzo, nuestra felicidad, nuestra esperanza y a veces, simplemente, nuestra muerte.
¿Cómo podríamos cargar en nuestra espalda los demonios de los demás, si los nuestros nos calcoman el alma?