Las pisadas de Kido resonaron por las paredes de ese oscuro lugar. No lograba ver casi nada, pero su instinto le indicaba por donde debía avanzar. Era como un pequeño laberinto, escaleras y más escaleras que parecían infinitas. No sabía como había llegado a ese lugar, ni que era lo que estaba buscando, pero lo averiguaría en cuanto sus pies llegasen a aquel sitio en donde tanto deseaba estar con desesperación.
Subió rápidamente los peldaños interminables, uno en uno intentando de no descender su paso, pero era casi imposible. Su respiración se aceleraba cada vez más, su pecho comenzaba a quemar con cada bocanada de aire que inhalaba, sus piernas se volvían cada vez más temblorosas. Sentía como su cuerpo ya no daba más, el cansancio se apoderaba de su ser.
—No... —Susurró cayendo al suelo, sus piernas ya no tenían fuerzas para seguir continuando aquel recorrido interminable —Tengo...tengo que continuar... —Alzó la vista, observando como más peldaños aparecían en su visión.
De pronto sintió como un punzante dolor atravesó su pecho. Algo estaba ocurriendo, lo presentía, ella debía de seguir a toda costa.
Aquellos horribles presentimientos se impregnaron en su ser.
Reunió fuerzas y se levantó de aquel frío y sucio suelo, comenzando a subir lentamente aquellas abandonadas escaleras. Lo lograría, de eso estaba segura.
Sus pies tocaron nuevamente el frío suelo de aquel lugar. Alzó la vista preparada para encontrar más infinitos peldaños que continuaran destruyendo sus adoloridos pulmones, pero esa no era la situación. Sus ojos se encontraron con un pasillo que daba a una amplia puerta gris. Sin duda aquel era el lugar, lo sabía, su mente se lo confirmaba.
Lo había logrado.
Su cuerpo de un momento a otro se llenó de adrenalina. Corrió con todas sus fuerzas llegando rápidamente al final del pasillo. Giró temblorosamente la manilla de aquella dañada y vieja puerta, abriéndola y sintiendo de golpe el aire en su cara. Estaba parada en aquel sitio que tanto estaba buscando, la azotea.
—Oh, pero, ¿qué tenemos aquí?, veo que has podido llegar Tsubomi.
Su corazón dio un vuelco al escuchar aquellas palabras, "Tsubomi". Aquel nombre que había dejado atrás, aquel nombre que tanto utilizaba su padre, y por sobre todo su amada hermana. Aquel maldito nombre era su pasado.
Sus ojos buscaron la fuente de aquellas palabras, encontrando a chico que la observaba divertidamente. Su sonrisa era amplia, pero lo que más llamó su atención eran esos enormes ojos amarillos que la contemplaban con euforia. Su blanca piel era vestida por un extraño traje negro, algo parecido a un vestuario de algún videojuego, con unas flechas amarillas que resaltaban en sus largas botas oscuras. Su oscuro cabello estaba amarrado en un pequeño moño, con grandes audífonos cubriendo sus oídos.
—Y volvemos a encontrarnos. —El chico soltó una pequeña carcajada.
—¿Q-quién eres? —Preguntó con voz entrecortada.
—Veo que no me recuerdas. —Respondió sin abandonar aquella sonrisa de su rostro —Pero de seguro no lo haz olvidado a él, ¿verdad?
Kido pudo ver como aquella extraña persona retrocedía lentamente, desapareciendo en aquella densa niebla que abrazaba el lugar.
—K-kido e-escapa...
Sus ojos se ampliaron, aquella voz llena de dolor la había escuchado perfectamente, sin lograr reconocerla. Buscó nuevamente el origen de aquellas palabras, encontrando a un chico arrodillado a un metro de distancia. Su cabeza estaba cubierta por una oscura capucha.