Jaune Comme Malchance

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A los dos días posteriores de que me contó de su origen, tuvimos que volar a Budapest para hacer tratos para conseguir un espacio para el próximo desfile, a él le atraía toda esa magia de leyendas vampíricas, y como no si todo el viaje se pareció al Conde Drácula.

No se hace así, blah blah blah, no enrollen así las telas blah blah blah, no comas eso Nathalie, es carísimo y sabe horrible y no voy a incluirte eso en los viáticos, blah blah blah...

Fue un viaje muy intenso e interesante, pero regresamos a nuestra cruda realidad un jueves. A mí los jueves no me gustan porque siempre me ocurre algo, y ese jueves se veía radiante, amarillo, como la mala suerte.

Para qué nacias Nathalie??...

Después de aterrizar, decidimos  pasar a la oficina a terminar nuestros respectivos pendientes, con respecto a los próximos desfiles, entre ellos el de Budapest, hasta que, por ahí de las 3 de la tarde me invitó a almorzar algo, a la cafetería elegante y pequeña de la Rue Saint André des Arts. Recuerdo que en ese momento me volvió a decir aquello que estaba viendo qué tan apta era para su dichosa "mejor propuesta"

Algo trama, algo apesta y no es el mercado de allí fuera (pensé)...

- Entonces, he visto que tú comportamiento estos días ha sido, realmente, reconfortante y de gran ayuda, considerando que soy alguien, bastante correcto en lo referido a mis tiempos y mis cosas, tal vez pronto te hable de aquella propuesta que te mencioné, pues bien, si quieres te llevo a tu casa... Debes descansar porque nos aguarda una semanita, no agotadora, sino mortal...

- De acuerdo Señor Agreste, mire yo vivo por aquí cerca, de modo que si pudiera acercarme sería más que excelente.- le dije sonriendo coqueta, de modo inconsciente, pero coqueta al final de cuentas.

- Claro que sí, y en el auto te doy tu pago.

Nos montamos en el hermoso Jaguar negro que usaba para andar en la calle, apenas habíamos avanzado una cuadra más o menos cuando se le ocurrió que quería comprar un agua.

Por Dios, acabamos de tomar café, quien diablos quiere beber algo después de haber bebido ya? La gente está loca, más loca que los aldeanos del libro de Frankenstein....

- Nathalie, podrías comprarme una botella de agua Voss de litro?

- Señor, yo traigo una exactamente de esa marca, totalmente sellada, fría y limpia, si quiere téngala...

- Nathalie, quiero una para mí, anda tráemela.- dijo, extendiendo  un billete de cincuenta euros, pese a que la bendita agua esa no cuesta más de cinco. Funesto error.

Y ahí va la estúpida de Nathalie a comprarle la condenada agua...

Entro en el autoservicio, una tienda llamada Comprix, y al salir ya no vi el Jaguar por ninguna parte, este maldito se había ido sin mi.

Yo sabía que no era mi día...

Me quedé ahí parada, haciendo berrinche interior aunque, por fuera estaba completamente pasiva, pero no por eso, no expresaba, aún callada, mi sentir. En eso, se me acercó un hermoso Peugeot azul, último modelo, y un guapísimo chico de cabellos negros me preguntó, porque estaba parada ahí, y sola...

- Pues nada, que el maldito de mi jefe se fue, dejándome aquí, sin mi paga de una semana, y solo con cincuenta euros, bueno, 43. Así que estoy esperando calmarme para poder caminar o usar una bici de renta, pues mi jefe no me dejó otra al no pagarme. Debo economizar al máximo. - Dije con una voz pastosa y con tono de fastidio.

- Pues mmmh, si quieres yo puedo llevarte a tu casa, vives muy lejos?

- No, vivo por acá cerca, en la Rue des Coquelles.

- Anda, sube.

Y me monte en el Peugeot. Llegando a mi edificio, toque el timbre de la portera para poder acceder,ya que nadie, tenía la llave de la puerta principal del edificio, así que a fuerza había que tocarle a aquella señora checoslovaca con cara de pocos amigos. La mujer me dejó entrar.

- Qué carita te cargas, Sancoeur, si sigues así por la vida, jamás vas a tener novio...

Como si eso me importara...

- Ahora no...

Y seguí subiendo. Me sentía molesta, con mucho enojo, ganas de pegarle a alguien, quien fuera.

Abrí la puerta, y se acercó Luna, una pequeña gatita blanca que a veces se colaba en mi piso, pero que tenía a su dueña más abajo.

La cargué y me eché a llorar en el futón, después me pase a la cama y seguí llorando, no lloraba de tristeza o dolor, sino de rabia.

Es que, en serio, como alguien que se dice tener una educación formidable, olvidara sus modales tan a la ligera, y encima de eso, tacaño. El era millonario, que le podrian doler los 3, 500 euros que me pagaba???

Lloré hasta que me cansé.

De assistant à épouse d'un millionnaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora