Capítulo 1: Así es cómo se hace.

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- Despedida – dijo Don Emilio clavando su fría mirada en Meli que había dejado en ese momento a dos clientes en espera para poder atenderlo.

El despacho de Don Emilio era un caos desordenado con libros por todos los lados; descolocados por las estanterías, en el escritorio, sobre las sillas... documentos sobre la mesa que no dejaban hueco para apoyar las manos y coronando la mesa, la pantalla de un ordenador antiguo con culo ancho descansaba obsoleto lleno de polvo a un lado siendo un testigo silencioso de las tropelías de Don Emilio, un regordete calvo con ojos redondos como huevos, nariz terminada en un enorme muñón y labios finos como dos hilos suspendidos entre dos mofletes enormes y bajo una papada. En ese instante miraba serio a la joven chica que se había quedado bloqueada, en su cabeza seguían zumbando los pensamientos entorno al trabajo y aquello fue como un jarro de agua fría.

- Melegriz – repitió la voz de pito de Don Emilio sacándola de su aturdimiento. – No vamos a seguir contando contigo.

El corazón de Meli se aceleraba por segundos y ese vibrante sonido le impedía escuchar sus propios pensamientos que se debatían entre el ruego y la indignación dejándola paralizada, ni siquiera cuando Don Emilio se levantó y le hizo señas para que saliera del despacho pudo moverse.

- Meli, no hagas las cosas más difíciles de lo que son – añadió continuando con sus señas.

Por un segundo se imaginó a si misma fingiendo una sonrisa de frustración, dándole las gracias por el trabajo durante aquel frenético año y salir del despacho con alguna que otra referencia. En cambio, el moldeado rostro de Meli se contrajo roja de ira lejos de cualquier sonrisa amable.

- He estado trabajando cuatro meses sin contrato arriesgándome porque usted me lo prometía una y otra vez sin que llegase de verdad y cuando fue así, ¡menuda sorpresa! Me hizo contrato de aprendiz, ¡de aprendiz! – dijo elevando el tono de voz al tiempo que se ponía en pie para ser dos cabezas más alta que aquel gordo seboso. – Cotizando nada, cobrando menos... y ahora de la noche a la mañana me despide, ¡no tiene vergüenza!

Se dirigió a la puerta, pero antes de salir se giró sobre sus talones para añadir:

- Y no, no ha adelgazado, es más desde que lo conozco su papada amenaza con engullir su cara.

El rostro de Don Emilio fue todo un poema, intentó mirar su barbilla, pero no pudo hundiéndose su cara más en ella provocando una sonora carcajada en Meli que tiró los cascos encima de su cubículo, se puso la chaqueta por encima y salió por la puerta con aplausos de fondo.

De todo aquello hace seis meses que sucedió y Meli lo recordaba como su fuese ayer, le daba aliento para enfrentarse a la desconocida mañana como parada y sin trabajo mientras que Tíscar, su amiga desde hacía más de diez años, confidente y compañera de piso, desayunaba un rápido café antes de irse a trabajar con un "suerte, seguro que hoy encuentras algo" a modo de despedida. En realidad, Tíscar era quien más necesitaba que Meli encontrase un trabajo y aportase dinero a la casa que desde hacía dos meses ella se había hecho cargo de todos los pagos, pero era consciente de que no podría aguantar así mucho más lo que generaba una tensión no reconocida que amenazaba con romper su amistad y el contrato de arrendamiento.

Meli suspiró sumergiéndose en su pequeña rutina diaria que ella denominaba "la caza", curriculum vitae impreso y periódico bajo el brazo volvió a recorrer las calles que le tocaban los lunes dejando su CV otra vez en los mismos sitios de hace una semana con un "por si acaso" y buscaba nuevos incorporándolos a su lista, un pequeño organigrama que repartía las empresas medianas y grandes de su ciudad repartida por sectores tocando cada día de la semana uno concreto además de dejar los sábados para actualizar redes en plataformas de búsqueda de empleo. Tener todo en orden y organizado proporcionaba en Meli cierta sensación de satisfacción ya que seguía comprobando que su don organizativo no estaba siendo desperdiciado y a la vez se sentía tranquila sabiendo que estaba haciendo todo lo que estaba de su mano pese a que Tíscar no compartiera ese mismo pensamiento, para ella era imposible no encontrar trabajo de un día para otro frente a lo que Meli se lo reprochaba al físico de ella, gracias a su pequeño cuerpo y voluptuosos pechos había visto cómo Tíscar conseguía lo que se proponía siempre pero al segundo de pensar aquello agachaba la cabeza avergonzada reprochándose por sus pensamientos machistas influenciados, claramente, por su hermano gemelo Omar que siempre había admirado los atributos femeninos de Tíscar.

- ¿Y bien? – preguntó Tíscar con un batido en mano al tiempo que se sentaba en el sofá. Era final de día y tras su jornada laboral Tíscar había aprovechado para hacer ejercicio en el gimnasio antes de llegar a casa y ahora lo que más le apetecía era estirarse en el sofá que Meli ocupaba en parte.

- He dejado curriculums, muchos – dijo fingiendo estar absorta con la televisión para que la conversación no avanzase.

- Pero, ¿te ha llamado alguien? ¿sabes si alguno va a hacer selección de personal? ¿tienes alguna entrevista? – insistió taladrando a Meli a base de preguntas que hacían que cada vez se sintiera más pequeña.

- No – musitó bajito.

- ¡Joder, Meli! – le reprochó dejando de malas ganas el batido sobre la mesita. - ¿Estás segura? ¿qué ropa has llevado? ¿quieres un traje mío?

Meli avergonzada hundió la cabeza entre sus brazos dejando ver tan sólo una cabellera castaña con algún que otro tirabuzón a diferente altura perdiéndose a lo largo de la mitad de su espalda mientras que Tíscar guardó silencio observándola un buen rato.

- No sé qué hago mal – murmuró reprimiendo su llantina.

- Te podría dar un par de ideas – dijo Tíscar impasible, era incapaz de empatizar con los sentimientos de la gente y ver a alguien deprimido la ponía más nerviosa y de mal humor.

- Creo que me voy a dormir – sentenció Meli deseosa de encerrarse en su habitación para desahogarse.

- Espera... Quiero que seas consciente de que se te acaba el tiempo – la retuvo al alcanzar su brazo. – Se nos acaba el tiempo –rectificó intentando suavizar las cosas.

- Lo sé – dijo con amargura retirando el brazo.

- Tienes la solución y lo sabes.

- ¿Cuál?

- No te hagas la tonta, no aguanto eso – suspiró Tíscar intentando controlar su temperamento.

- No, no, no – gritó Meli al comprender lo que quería decirle.

- No hay otra opción.

- Pedirle trabajo a mi padre no es una opción.

- Entonces estamos en la mierda – enunció Tíscar dando la conversación por terminada.

- Necesito aire – murmuró Meli chaqueta en mano y cerrando la puerta tras de sí.

Caminó por la fría ciudad de mediados del mes de octubre sin rumbo con la sensación de que todo a su alrededor se desmoronaba pese a que las vacías calles se mantenían en pie inamovibles pero su vida estaba hecha trizas, sin trabajo, Tíscar enfadada, su novio la había dejado hacía dos semanas y nada parecía marchar bien, es como si al estar sin trabajo estuviese fuera del engranaje impuesto y fuera oficialmente una paria social.

Sus pies se detuvieron frente a una antigua fachada, alzó los ojos y ahí frente a ella vio el gran cartel "Cafetería-bar Mark's", dentro del local apenas unas luces iluminaban el cierre del negocio, ya era muy tarde para que quedase algún cliente y dentro tan sólo se encontraban los últimos trabajadores.

Meli respiró con el estómago lleno de nervios y los ojos cerrados para abrirlos y dejar que su nudillo cayese sobre la puerta un par de veces.

- Cerrado – dijo una voz juvenil.

Sin embargo, ella volvió a insistir.

Entonces, la puerta se abrió.

¿AmigOS?Where stories live. Discover now