Capítulo XX

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El helicóptero de "La Chicharra" sobrevolaba persiguiendo a los tres coches, tratando de no perderlos de vista. Chambón y su camarógrafo continuaban transmitiendo la nota para el noticiero.

- Danielle, aún no hacen acto de presencia los elementos de... ¡Oh, por Dios! Uno de los coches se acaba de volcar, al parecer fue golpeado por el tercer coche, provocando una carambola, y ha quedado con el cofre desecho, perdió completamente el control y a golpeado a otros coches. El conductor está abriendo la puerta...

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Minutos antes...

- No te preocupes. - dijo el detective. - Es normal sentir nervios, pero todo va a estar bien. Confía en mí, solo entra a la funeraria, gánate la confianza de la "Chimoltrufia" y deja que ella hable. Tiene fama de ser comunicativa, no será difícil.

Maruja asintió, y nerviosa salió del auto del detective, caminó rumbo a la funeraria, mientras él la observaba alejarse. Impaciente, el detective encendió un cigarro después de unos minutos de espera, con la intención de calmar sus ansias. El humo del cigarro hizo su efecto. Estando más tranquilo, el detective veía a los autos y a las personas pasar junto a su vehículo. Encendió la radio para distraerse.

El sonido de unas detonaciones de armas de fuego llamó su atención, la gente corría gritando, tratando de alejarse de la funeraria. Todo ocurrió muy rápido, antes de que pudiera reaccionar vio como subían a Maruja a la fuerza en un coche sin placas. Por instinto, encendió su vehículo e inició la persecución.

- Solicito refuerzos, voy siguiendo unos sospechosos de una balacera, dos vehículos sin placas a toda velocidad por el Bulevar Morelos... - dijo a la despachadora del MP.

- Detective, detenga la persecución... - dijo una voz al otro lado de la línea. - Nos reportan que se trata de un ajuste de cuentas, es asunto federal, no tiene jurisdicción, deje el asunto a los efectivos de la Marina, ya nos estamos comunicando para que tomen acciones. Regrese a la funeraria, ayude a los peritos a realizar su reporte.

- ¿Quién habla?

- Este es el agente especial Carrizales. Detective, le informó que esta usted poniendo en riesgo su vida y la de posibles víctimas, por lo cuál le exijo que desista, deje esto en manos de los profesionales.

- Déjese de mamadas, Carrizales, su pinche jurisdicción me vale madres. Hay un rehén en uno de los vehículos, y no voy a dejar que se lo lleven...

- Detective, habla el comandante Rivera, haga caso a las ordenes de Carrizales o habrá consecuencias, cabrón...

- ¿Qué pinches consecuencias? 

- Mira, pendejo, iba a esperar a que llegaras a reportarte aquí en la central, pero tú y tu amiguito el sargento Refugio ya están bajo investigación, se han perdido expedientes del archivo y ustedes son los principales sospechosos. Hoy en la mañana se abrió una línea de investigación en su contra por corrupción, y obstrucción de una investigación federal ¿Me oíste? Estás suspendido cabrón, no tienes autoridad para arrestar a nadie. Regresa a la comandancia, y entrégate voluntariamente, no compliques más las cosas.

- No, gracias. Otro día con mucho gusto, ahorita ando ocupado, tengo que rescatar un rehén, y matar unos narcos. Cambio y fuera.

- ¡Detective! ¡Detective! Hijo de la chingada, no va a volver. - dijo el comandante azotando el comunicador.

- Lo siento comandante, pero debo girar una orden de aprensión en contra del detective. - comentó Carrizales, acto seguido, salió del cuarto de control para dirigirse al cuarto de interrogatorios.

El detective emparejo uno de los autos de los sicarios, intentando acorralarlos; en eso un microbús se atravesó inesperadamente en una intersección, antes de una curva pronunciada. El chófer de los sicarios giro el volante para evitar el encontronazo, pero golpeo el paragolpes frontal del vehículo del detective, perdiendo el control; dando volantazos, avanzando entre los carriles, y golpeando a otros coches a su paso.

El detective freno su coche, viendo de frente y en primera fila la colisión. Humeante, con el cofre desecho, las puertas rayadas y sin espejos retrovisores, el automóvil de los sicarios se detuvo unos metros adelante. El chófer, confuso y herido, abrió la puerta para salir, sus compañeros en el asiento trasero se encontraban convalecientes, una de las armas se había disparado varias veces durante el accidente. El copiloto había perdido la vida, su cráneo se había estrellado violentamente con el parabrisas.

Escupiendo sangre, el chófer puso su mano en el cofre arremangado para sostenerse, y recuperar el aliento. Se sentía sofocado, un dolor intenso en el estomago evitaba que se incorporara completamente. Entonces, el sonido de un cartucho cortado lo hizo voltear. O al menos eso intento, el dolor en el estomago se hizo más intenso, haciendo que dejara escapar un fuerte grito. La fría punta de una pistola se posó en su sien.

- ¿A dónde la llevan? - preguntó el detective. - No voy a repetir la pregunta, dime o te va a cargar la verga, cabrón.

- Vale madres, wey, como quiera ya me cargó el payaso. - Alcanzó a decir el chófer antes de desvanecerse.

La cabeza del chófer golpeo el cofre, mientras su cuerpo inerte se deslizaba tratando de sostenerse para evitar la caída, con las últimas fuerzas que le quedaban. El detective echó un vistazo al interior del coche, en busca de sobrevivientes. No tuvo éxito, todos sus integrantes ya habían fallecido. Miró hacía el cielo, el helicóptero de "La Chicharra" daba vueltas captando toda la escena.

- ¡Pinches amarillistas! - exclamó el detective.



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