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Los pajarillos daban su suave melodía, anunciando la llegada del día y la ida de la noche, un joven de cabello rubio y ojos azules empezó a despertar, dando un bostezo de pasada, se frotó su ojo izquierdo y miró a su derecha, a su reloj.
Las 7:30 de la mañana marcaba el aparato, dió un suave quejido y se arropó de nuevo, era demasiado temprano aún.
¿Porqué se habría levantado a esa hora? Usualmente él se levantaba demasiado tarde. Suspiró y rindiéndose con encontrar la respuesta, decidió mejor volver a dormir.
Se acomodó en las cobijas, cerró sus ojos y se dispuso a dormir... Cosa que no funcionó, lo intentó tres veces más y seguía sin dormirse.
Viendo que, ya no había de otra, se levantó de la cama y se dirigió a su baño.
Tomó una refrescante y fría ducha, cantando algo de momento.
Una vez fuera de la ducha y con una toalla enrollada en su cadera, salió del cuarto de baño para buscar algo de ramen instantáneo en su refrigerador.
Nada.
Ni una sola caja de ramen instantáneo había. Suspiró con frustración y se revolvió sus cabellos rubios, buscando alguna solución para el problema de la falta de ramen.
Salió de la cocina y se adentró en su habitación, tomando un cambio de ropa casual y saliendo por la puerta de su departamento.
-¿Desde cuándo no tengo ramen dattebayo? Diablos, no me queda de otra- abrió la puerta de su automóvil y entró en éste, cerrando la puerta detrás de él.
Arrancó y salió del estacionamiento de la zona de departamentos, conduciendo a toda velocidad en las calles por su apreciado ramen.
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Una vez en la tienda, entró, llamando la atención de los clientes y de las cajeras.
Después de todo no siempre te encuentras con el famoso cantante de pop en una tienda.
